Casualidad

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La pelinegra cepillo sus largos cabellos mientras miraba su reflejo, miró sus gafas en su tocador, no sabía si usarlas, ya se había acostumbrado a no hacerlo desde que entró al colegio militar de Corea. No podía usarlas en las practicas por lo que optó por lentillas de contacto.

- Señorita Sarada - la voz y el sonido de unos nudillos chocando se escuchó detrás de la puerta.

- Adelante.

- Su chofer la espera.

-Gracias, enseguida bajo.

La puerta se cerró y ella se puso de pie. Miró su silueta, había crecido estos años. La falda beige agustada en la cintura que caía unos centimetros debajo de la rodilla le hacía ver más alta por alguna razón y esa blusa abotonada de manga larga, delgada.

Tomó la nota de su escritorio y la releyó de nuevo. La metió en su bolsillo por si acaso y salió.

Al subirse al auto observaba el paisaje, era hermoso en primavera, las flores de cerezo brotaban y caían.
Estaba viajando por una promesa.

Se cambió de instituto a Japón por dos razones, extrañaba a su familia, ya que no era tan fácil viajar en cada momento.
Y Kushina fue transferida al colegio militar de japón, por lo que eso la motivó más al volver.

Quizá había una tercera y tenía que ver con cierto diario.

No volvió a ver a ese chico en dos años. Miró ese diario noche tras noche, pero nunca lo leyó, sentía que estaría invadiendo la privacidad, a pesar de que era un desconocido, la hacía sentir realmente mal.

-Esta es la dirección que me dio señorita - dijo el chofer sorprendiéndola al abrir la puerta de repente.

Ella asintió y tomó su mano para bajar.

-¿A qué hora paso por usted?

-No es necesario, puedo volver sola.

-Pero su padre...

-Se que dice mi padre - se reacomodó la ropa - volveré antes del anochecer.

Sin más comenzó a caminar, intentaba buscar la casa que describía el papel.

Un bello jardín, buscó con la mirada que vivienda lo tenía, lucía muy tranquilo ese lugar. Las casas no eran tan lujosas, brillaban de felicidad según ella, lucían muy hogareñas, mientras que la de ella era blanca, así de simple.

Miró una que le llamó la atención, la fachada y los colores resaltaban de las demás y tenía un precioso jardín decorado con girasoles.

Miró la nota para comprobar las descripciones y estaba en lo correcto.

-Aquí vives Himawari - sonrió y entró por la reja que estaba abierta.

Ella le había dicho, mas bien la obligo a prometerle, que cuando venga a Japón, lo primero que haría después de acomodarse en su hogar sería ir a visitarla y eso hacía.

Se detuvó al ver que habían algunos autos: tenían visitas.

Sería algo incomodo entrar así, pensó en irse, ya había girado sobre el tacón de sus botas para regresar por su camino, pero el teléfono sonó.

Era Himawari.

Contestó a pesar de que no quería.

-¡Sarada! - alejó un poco la bocina de su oído, porque sería capaz de romperle el tímpano.

-¿Qué pasa?

-Sé que llegaste a japón, recuerda la...

-Lo sé - le interrumpió - ¿tienes visitas? - preguntó mirando de nuevo los autos.

-Solo mis abuelos - se quedó en silencio- ¿vendras? Vamos lo prometiste.

No pudo evitar reir al escuchar su berrinche, tenía diesciocho años y seguía comportándose como una niña.

-Estoy afuera - dijo y alejó la bocina de nuevo.

-¿¡Qué!?

La pelinegra escuchó el sonido de un golpe -¿estas bien? - preguntó preocupada.

-¡Si! Me arreglaré mientras entra, mi madre esta en la sala.

Colgó y miró la puerta, era de madera, incluso la puerta lucía más hogareña que la de ella.

Presionó el timbre y al escuchar la tonadita esperó unos segundos y la puerta se abrió en seguida.

-¿En qué puedo ayu....?

El rubio se quedó mudo, no podía ser cierto, esa chica...¿vino a devolver el diario? ¿cómo lo encontró? Su cabeza se llenó de dudas y ella igual, era ese chico...tan pequeño era el mundo...

-¡Sarada!

Ambos regresaron a la tierra al escuchar esa voz.

El rubio fue echo a un lado bruscamente y su hermanita se lanzó hacía Sarada con los brazos abiertos.

-Te extrañe tanto - sonrió - tengo mucho que contarte.

-Yo a ti - sonrió

-Cierto - miró a su hermano - te presento a mi hermano, el es Boruto.

Ella quedó helada ¡era su hermano!

-Mucho gusto - intentó disimular la sorpresa.

-Igualmente - respondió el embobado.

-¿Qué pasa? - dijo una mujer de ojos preciosos para el gusto de Sarada, eran grises.

-Mamá - Himawari sonrió - ella es mi amiga Sarada, de la que te estuve hablando.

-Mucho gusto - sonrió esa mujer y la ¿abrazo? Para ella era raro recibir muestras de afecto de esa forma, en su familia no solían hacerlo. Ella respondió con pena y por un momento se dejó llevar por la calidez que desprendía esa mujer con su sonrisa - adelante, pasa - cerró la puerta y estaba por contestarle y Himawari la arrastró hacía la sala, dejando al rubió estuprefacto.

-No puede ser - su susurró se escapó en el olvido ¿por qué justamente hoy que venía de visita a su casa llegaba?

¿fue el destino? ¿o una casualidad?...

Podría morir y esperarte otra vida [3]✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora