Capítulo 9

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Dejo con cuidado el móvil mirándolo como si un bicho raro se tratase. Necesitaba pensar, la banda al parecer no se había disuelto y aunque detuvieron algunos componentes que se dedicaban al contrabando, tráficos de drogas y organizar peleas, carreras... ilegales. Siempre se tiene que salvar alguno.

De pronto se me enciende una bombilla. Marco el número de Isaac.

—Que hay Naim, cuánto tiempo. ¿Cómo estáis tú y Yasmina?

—Tú gilipollas no menciones a mi hermana. Y por el resto estoy muy bien. Acabo de llegar a los Ángeles y he recibo un mensaje de la banda.

—¿Enserio? Al parecer hay sustitución de los anteriores.

—Necesito tú ayuda Isaac. Me han dado un ultimátum para presentarme en las carreras. Y lo que más coraje me da es que puedan hacerle algo a mi familia.

—De acuerdo. Escúchame con atención, voy a telefonear a mi compañero Jason. Después te comunico, déjame unos minutos.

—Ey no te olvides que me debes un favor muy gordo.

—Tranquilo no te voy a dejar tirado. Confía en mí.

—Gracias colega.

Perfecto, ahora me toca esperar a que se ponga en contacto Isaac conmigo. Mientras tanto y con el temor de que la banda pueda venir y hacerle daño a mis hermanas marco a Billy. Mi colega desde hace años y que por unos billetes verdes hace lo que le pides.
Hablo con él contándole lo que me pasa, no sé para que me molesto si estoy seguro que ya va de droga hasta las trancas.
Quedamos en vernos en un par de horas en el lugar de siempre.

Aprovecho que están todos dormidos para salir de la casa.
Llamo a un taxi y este me lleva hacia Broadway.
Pago al taxista y comienzo a caminar unas dos millas hasta que por fin veo a Billy.
Da igual el tiempo que pase, el tío sigue utilizando el mismo traje verde pistacho, sombrero verde y gafas de color oro sin cristales. Con su porro en la mano y dos prostitutas a cada lado.

—Pero mira a quien tenemos aquí, es mi brother. Que te trae de nuevo por esta bella ciudad.—El pobre intenta hablar en español, pero se atasca y encima con lo drogado que va, no atina ni hablar en inglés.

—Bien capullo. Llévame hasta mi moto, tengo que participar mañana en una carrera. Y deja de preguntar.—-Lo fulmino y comienzo a caminar mientras el intenta darme alcance con sus piernas cortas.
Llegamos hasta donde tiene su coche aparcado. Nos montamos y nada más sentarme me da el olor a porro.

—Billy, quítate del volante, no deseo morir hecho un mozo todavía.

—Ey, brother si estoy bien.

—Si, de eso no me cabe la menor duda. Lárgate y guíame si eres capaz.

—Jo, brother cómo te pasas.

Le quito las llaves y nada más arrancar el auto con más años que el acueducto de Segovia, nos vamos hacia las afueras de la ciudad, donde más delicuencia hay.
Al parecer poco a cambiado el lugar. Aquí fue donde comencé a meterme en este mundo.
Vamos hacia una calle muy larga donde solo hay puertas de garage. Abrimos la puerta, madre mía qué recuerdos, y mi moto y mi traje siguen donde los dejé. El de superhéroe como me llamaba mi hermana.

Una nostalgia me invade cada vez que rozo la moto y el casco, cuantos recuerdos.
Compruebo que la moto todavía marcha, la arranco y me voy hacia una gasolinera, le hecho gasolina y sigo manejando hasta llegar de nuevo al garaje. Le digo a Billy que hay que hacerle algunos ajustes.

Con la ayuda de Billy, le damos esos retoques para tenerla lista para esta noche.

Soy agraciado de llegar a casa de mi hermana y no encontrármelas. Por lo cual como algo, me doy una ducha y duermo un rato hasta que escucho la voz de Yanira gritándome.

—-¿Se puede saber dónde te has metido? Ya has vuelto hacer de las tuyas. Joder Naim no escarmientas. Mira lo que ha sucedido y sigues.

—Yanira todo tiene su explicación, por favor escúchame.

—Que me vas a decir. Con qué mentira me vas a traer ahora. —-Trago saliva mirando como las mejillas de mi hermana se enrojecen del cabreo que tiene.
Me presta muy mal que siga pensando que no he cambiado, que sigo siendo ese chico rebelde que solo se metía en problemas. Y aunque trate de convencerla que todo lo hago por protegerlas, pienso que no me va creer. Por lo cual prefiero callarme y recibir el bofetón que me da.

Disgustado salgo de la casa. La discusión con mi hermana ha tocado mi fibra sensible.
Consulto el reloj. Solo quedan cinco horas para que comiencen las carreras.
Llamo de nuevo a Billy y quedamos en vernos en el garage. Mientras tanto hablo con Isaac. Este me informa que su compañero Jason, se reunirá conmigo, trazamos un plan y quedamos en vernos en unos días.

Me echo a reír por no llorar. Si se enterase Yasmina qué Isaac y yo seguimos en contacto y encima va volar hasta Los Ángeles, fijo estoy que me quedo calvo.

El sol empieza a ponerse, y yo ya me encuentro haciendo el ganso recorriendo las pistas donde dentro de unas horas se va celebrar la carrera. Billy lo he perdido hace un rato de vista. Prefiero estar solo con mi moto y mis recuerdos.

Harto de dar vueltas y gastar gasolina, paro la moto y me bajo apoyándome en ella mirando el lugar. Parece mentira que haya pasado cerca de dos años desde que estuve aquí la última vez. Primero en las carreras ayudando a Isaac para dar con el cabecilla de la banda y poder arrestarlo y después en las peleas porque me dejé llevar por lo que sentía por Carmina. Desde luego estaba buena la jodía. Lastima que tuve que fingir amarla para llegar hasta Tito, el cabecilla de la banda y el organizador de las peleas ilegales
Dónde hombres de cualquier punto del mundo, venían a luchar sabiendo que podía morir. Y todo por el dinero. Mientras tú recibes los golpes, otros extienden un cheque y se divierten a costa tuya. Cómo si de un circo romano se tratase.

—Vaya, vaya. Mira a quien tenemos aquí. Si es el caballero Vera. —Miro por encima de mi hombro al hombre viejo, gordo, con un bigote como Astérix, hablándome con su puro en la boca y su traje azul marino agarrando por la cintura a dos mujeres hermosas.

—Que tal Bruce, cuánto tiempo. Pensaba verte en tú funeral. Al parecer los hijos de puta como tú, no mueren tan fácilmente.—Bruce es uno de los tantos ricos que apuestan su asqueroso dinero en las peleas. Y yo le hice ganar bastante dinero. Pero el día que lo traicioné perdiendo la pelea aposta porque me sentía amenazado porque habían secuestrado a mi hermana. Ese día juró que se las iba a pagar.

—Te veo esta noche en las carreras. Gana por tu bien o tus hermanas lo van a lamentar.

No digo nada, me quedo mirando el frente apretando mis puños de la misma cólera que recorría por mis venas.
Pensaba que esta pesadilla había terminado, pero no. Todavía me persigue mis malas acciones y al parecer veo cada vez más lejana la posibilidad de salir de esta mierda que me asfisia y no me deja tranquilo.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora