Capítulo 30

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Mientras que los días corrían como la pólvora. Tanto David como yo, nos reunimos con Isaac para ponerlo al corriente de lo sucedido.
Isaac, como siempre y dependiendo de sus superiores pidió una orden para poder entrar en aquel lugar y al ser posible arrestar aquellos sinvergüenzas.

El jueves, sobre las diez de la noche ya estamos en club pidiendo nuestras bebidas y por su puesto recreando nos con las vistas de esas hermosas mujeres que bailan desnudas y las que andan por el local intentando atrapar a cualquier indongo que quiera sexo con ellas.
Yo mientras tanto busco a Alma, y de paso le limpio la baba a David.

— Mira, hermoso mira todo lo que puedas, es lo que vas a sacar.

— Madre mía Naim qué guapas son todas estas chicas. No me canso de observarlas y lo bien que bailan.  ¡Ay jesus bendito gracias por poner en mi camino a mi pelirroja!

—Tú sigue rezando, que falta nos hace para poder salir de este lugar vivos. Mientras yo voy a buscar Alma, y a mi señal ya sabes lo que hay que hacer, quiero que estés pendiente del móvil.

— Ve tranquilo. Más ganas tengo yo de atrapar a ese hijo de su santa madre que no tiene culpa de nada.

Le doy un pequeño apretón en el hombro a David a la vez que me levanto para ir en busca de Alma.
Regreso de nuevo a la barra, hablo con la camarera mientras ésta me sirve una copa, llega una rubia muy divina ella, rodeándome por detrás mi cintura.

— Hola chico guapo. ¿Cómo estás tan solito?

— Porque soy tan malo que ni la pelusa se me pega. — La rubia empieza a reírse tomando asiento en mis piernas, y ya puestos metiéndome mano.

— Rubia, en estos momentos no va poder ser,me va bajar la regla y no veas que dolor tengo.

— Me gusta tú sentido del humor, Naim.

Me quedo con cara de... Imbécil...mirando a la chica entornando mis ojos continuando contemplando su rostro, hasta que me doy cuenta que se trata de Alma.

— Rubia, creo que esta noche no me baja el periodo.

— Entonces ven, quiero enseñarte muchas cosas y te prometo que gozaremos juntos.

— No me lo digas dos veces que el pajarito ya me dice Pío,Pío.

Acompaño Alma hasta una habitación. Allí la pobre se me lanza a los brazos llorando.

— Creía que no vendrías. Gracias por venir Naim.

— Hey, no llores Alma. Toma sécate tú carita y sonríe que estás más guapa que un sol. — Le doy un clínex y le ayudo a secarse su rostro.
Ella se lanza a mis brazos apoyando su mejilla en mi pecho aplacando su llanto.

— Alma, ya estás algo más calmada.

— Sí, lo que pasa esque siento mucho miedo, necesito salir de este infierno, no sé por cuánto tiempo podré soportar antes de tomar la decisión de morirme. — De nuevo su llanto vuelve. La consuelo, tratando de calmar de alguna manera el calvario al cual es sometida diariamente consiguiendo de algún modo que aprecien más la muerte que los años de vida que les quede.

Seguimos un rato así abrazados en silencio hasta que oímos un ruido.
Alma se separa bruscamente  de mí, me mira con temor al mismo tiempo que la puerta se va abriendo.

— Por favor... — Súplica ella moviendo sus ojos rápido del mismo miedo que debe sentir.

Entiendo la señal. Por lo que la cogí de su cintura atrayéndola  hacia mi besándola, dejando que mis manos vayan directamente a su culo.
Sigo besándola, tocándole su piel casi fría, mientras somos observados por un tío con barba y gordo.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora