Capítulo 19

1.8K 201 3
                                    

Mi respiración era fuerte unida al compás de mi temor.
Pensar en que algo malo me pudiera pasar conseguía de algún modo que me viniera abajo.
¡Qué podía pensar!
Me habían secuestrado y estoy seguro, que la banda está detrás de todo esto.
Pero entonces ¿Qué hacía André en aquel lugar?
Maldigo entre dientes, habrá sido Liset quien le habrá avisado.
¡Maldita sea! Como he sido tan gilipollas de no haberme dado cuenta de su astucia.

Intento quitarme la cuerda de mis manos en vano.
En ese momento el auto se para, noto como tiran de mi llegando a besar el suelo.
Escucho una risas, sigo sin ver nada tan solo puedo oír el ruido de las carcajadas de esos tíos u hablando en un idioma que no entiendo muy bien.
A continuación me agarran llevándome entre los dos arrastras.
Da igual si hablo o  cierro la boca.
Tan solo sé que no veo nada, estoy sentado en una silla y por el ruido de las pisadas deduzco que podría tratarse de un lugar apartado lleno de gravilla.

Llevo no se cuanto tiempo sentado sin oír nada.
Unos sollozos captan mi atención, parece de una mujer.

— Hola hay alguien hay. — Pregunto al aire.

— Hola estoy aquí, ayúdeme por favor.

Sin duda era la voz de una mujer, y por su timbre de voz diría que está sufriendo y mucho.

— Me gustaría ayudarte, pero fíjate que me encuentro atado a una silla y no veo nada. Me llamo Naim, ¿Quién eres tú?

— Soy Yelizaveta, pero puedes llamarme, Liza. Soy rusa llevo muchos días encerrada en este lugar, no sé decirte exactamente, perdí la cuenta en el momento que esos hombres tomaron mi cuerpo abusando de mi diariamente. Me golpean y apenas me dan de comer, estoy viviendo un infierno, quiero morir.

De nuevo comienza a llorar. Sentí pena por aquella muchacha. De nuevo intenté quitarme la maldita cuerda que me impedía moverme.
Podía escuchar como esos mal nacidos se aprovechan de la chica, ella solo grita y solloza y yo empiezo a cabrearme más.
Lo que más me fastidia es no poder liberarme para darle su merecido a esos desgraciados.

— Estás bien Liza. — Me siento tan mal que no sé ni cómo dirigirme a ella.
Hace un momento que esos cabrones se han ido.

— Puedo verte Naim. Estoy encadenada a la cama, no puedo hacer nada.

— Liza escúchame, intenta buscar algo que corte, un trozo de cristal, de metal, lo que sea, necesito librarme de estas cuerdas y poder ayudarte.

— Veré que puedo hacer.

Esperé durante un buen rato hasta que Liza me avisa que ha encontrado un pequeño trozo de cristal. Me lo lanza diciéndome que lo tengo en mi pie.
Hago marabares hasta que por fin puedo agarrar el cristal.
No es muy grande, pero algo hará.
Comienzo a rasgar la cuerda con todas mis fuerzas.
Mis esfuerzos sin innecesarios, escucho varios pasos, esos hombres vuelven a por mí.
Me agarran como si no pesara nada, llevándome arrastras hasta otro lugar.
Al fin me quitan la maldita capucha.
Y lo primero que veo, es aquel hombre que vi la otra noche.

— Vaya, vaya. — Es lo único que dice rodeándome.

— Entonces tú fuiste quién mató a mi hermana. — Mira por dónde, si.ya conozco a Leonard.

— ¿Yo? ¿Qué dices? Si yo sólo me la follaba, quién la mató fue la policía.

Su puño va directo a mi cara.

— No te hagas el listillo conmigo, y piensa antes de responder.

— Te hago también una referencia mi señor.

— Mírame cabron. Te quiero ver muerto, pero antes quiero disfrutar viendo como sufres.
Y como sé que eres muy bueno en las peleas, te daré tres oportunidades para ver cómo te defiendes y si no mueres antes yo mismo lo haré.

— Entonces espera que me hago un seguro de vida, quiero dejarle a mis nietos mi herencia.

Mis bromas solo sirven para que me golpeen, terminando sentado en una silla atado.
Por lo menos en esta ocasión no me han puesto la capucha.

— Naim...— Escucho la voz de Liza detrás mío. Empiezo a girar la silla hasta que consigo verla.
Dios mío. Si pensaba que hubiera visto todo en mi vida, me equivocaba.
Aquello que veían mis ojos eran lo más monstruoso y fatídico que se le pudiera hacer a una persona.
Era una mujer delgada, su cabello era, no sé ni de color era puesto que estaba muy sucia, tenía moratones en su piel, y algunas magulladuras.
Una vieja manta cubría su piel desnuda.
Al verme sus ojos se iluminaron sonriendo me.

— Liza...— Pronuncié su nombre entre rabia e impotencia de no poder hacer nada por ella.

— Ayúdame a salir de aquí por favor.

— Ojalá pudiera Liza. No me gusta verte así.
Entonces me acuerdo de la pulsera que mencionó Isaac.
Pulsando un botón sabrán mi ubicación y al menos sabrán donde estoy.

— Liza, ven ayúdame, tengo una pulsera donde vendrán auxiliarme, pero debes pulsar un botón que yo no llego alcanzar a pulsar.

Me muevo cómo puedo haciendo el menor ruido posible hasta llegar donde se encuentra Liza.
La pobre hay como puede, busca el dichoso botón.

— No veo ningún botón Naim, solo hay tela, no palpo nada.

— No puede ser, por favor busca bien, toca más despacio, deberá de ser muy pequeño. — La angustia empezaba axfisarme, tenía muchas dudas y a la vez miedo.
Miedo por qué estoy atrapado sin escapatoria ante un asesino sin escrúpulos que hará conmigo lo que se le pegue la gana.

La rabia fluye demasiado rápido por mis venas, mis músculos se tensan, la cólera maná por todo mi cuerpo representando odio y rencor.

— Naim no toco nada, todo está liso. — Liza empieza a llorar de nuevo. Yo me siento cada vez más decepcionado conmigo mismo.
Como he podido permitir servir de conejito de indias para que cuatro policías  me den la espalda jugandome yo mi propia vida y la de mis seres queridos.

— Me han mentido Liza. Todo esto ha sido una trampa, para salvarse ellos el culo me han puesto ha mí como peón.

— Tranquilo verás que saldremos de aquí, confío en tí.

— Serás la única porque ni yo mismo confío en mí. Ya me han pasado demasiado cosas como para fiarme de nada ni de nadie.

— Se ve que eres un hombre fuerte no pierdas las esperanzas.

— Y me lo dices tú precisamente. A ti que te tienen escondida tratándote como si no tuvieras vida propia. Hacen contigo lo que se les pega la gana.
Esto no hay derecho, no y no.
La rabia es cada vez más densa, mis venas se inflan como globos de sentir tanta impotencia e ira.

Al rato veo que dos tíos vestidos de negro más calvos que una bombilla pasan. Al parecer quieren tema con Liza.

Veo como la agarran y la atan a la cama. Ella es obediente, ni rechista cuando el tío la golpea sin necesidad alguna.

Esa situación me puede, siento que la cuerda se afloja, de un tirón acabo rompiéndola, rápidamente me levanto enfrentándolo.
Comienzo a puñetazos en su cara seguido de patadas y alguna llave dejándole inmovilizado.
Él segundo también me ataca, este si reparte bien leña.
Aún así continuamos en una pelea hasta que caigo al suelo.
Los dos hombres me han bloqueado volviéndome atar de nuevo llevándome a una habitación más pequeña y oscura teniendo como amigas a las ratas.

Mi sangre recorre mi cuerpo, siento mucho dolor y frustración.
La habitación no es muy acogedora que digamos, mis compañeras las ratas pasan a través de un pequeño agujero.
Un agujero por el cual me gustaría meterme para salir huyendo de todo este problema en el cual estoy metido.
Maldigo por ser un ignorante y no haber sabido percatarme de que me estaban utilizando importándoles una mierda lo que me suceda.
Ahora estoy solo, encerrado entre cuatro parades esperando poder salir de este maldito lugar para luchar y poder defenderme.
Ahora sólo me queda rezar esperando que nada malo les ocurra a mi familia.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora