Capítulo 32

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Comienzo a correr con la única idea de poder hablar con Almudena y explicarle...no sé qué le voy a explicar si no he hecho nada malo.

Ahora eso da igual, Almudena me interesa y por ello quiero explicarle lo sucedido, así al menos podrá entenderme.

Cuando llego a la puerta de su casa siento que hasta las asaduras se me van a salir por la boca.

— Naim, ¿Ocurre algo para que vengas detrás de mí corriendo?

— Dame un vaso de agua si no te importa. Y si, hay algo que quiero que sepas antes que pienses lo peor de mí.

— Mira qué estás extraño. Yo no soy nadie para juzgarte, y mucho menos eres algo mio como para que me des explicaciones por besar a chicas.

— Pero vamos que yo quiero contártelo.

— De acuerdo. Tú mismo. Pasa por favor y siéntate se ve que estás cansado. Ahora te traigo el agua.

Paso a la casa de Almudena, a simple vista se ve que vive sola, es pequeña y acogedora y todo está en orden.
La veo que sale de la cocina con una bandeja de comida y el agua.

— Gracias. — Veo que toma asiento juntando sus dedos en su regazo. Respiro hondo y sin apartar mis ojos de ella comienzo a narrarle mi vida.
Ella no me interrumpió en ningún momento, me escuchó hasta el final atentamente.

Madre mía, es la primera mujer que me deja de hablar sin sacar sus conclusiones. Entonces veo que sus ojos empiezan a mojarse mirando hacia el suelo.
Me acerco hasta ella agarrándola de sus manos, rozando con mi pulgar su barbilla obligándola a que me mire.

— Almudena, si te he contando toda mi vida es porque estoy interesado en ti.

— ¿Enserio? Yo...te gusto...

— Y tan enserio. Sé que apenas nos conocemos y puede que me digas que estoy loco. Aún así la flecha que llevo aquí clavada no puedo arrancarla de mi corazón.

— Es lo más bonito que me han dicho. Pero no creo que te llegues a enamorar de mí cuando veas esto.

Almudena se levanta y yo me retiro hacia atrás mirando asombrado como se levanta su pantalón de chándal y se quita su pierna ortopedica. No niego que no me quedo observándola asombrado sin saber ni qué decir.

— Comprendo que te hayas sorprendido, puesto que no es por costumbre ver a una chica con una pierna amputada.

— En realidad no me lo esperaba — Dije sin apartar los ojos de ella.

— Tranquilo, yo ya estoy acostumbrada puesto que llevo muchos años con mi pierna ortopedica, y como verás yo no soy como la chica que estabas besando, ni como Merche qué anda loca por tener algo contigo.

— ¿Y tú? ¿Acaso no te gusto?

—Si te digo que no, estaría mintiendo.  Puesto que desde el primer día que coincidimos juntos en el ascensor tratando de llamar tú atención preguntándote la hora, no habido día que me hubiera conformando con verte aunque sea desde la distancia.

— Entonces ¿Porqué estás temblando como una hoja?
Estoy aquí, no soy un espejismo y estoy interesado en conocerte porque me atraes Almudena.

Nos quedemos en silencio unos interminables minutos contemplando nos, sin darme cuenta miré sus labios, abstraído paseé mi pulgar dibujando la línea de sus labios, al ver su reacción me acerqué rozando suavemente nuestras bocas.
Sus labios sabían a fresa, su aroma me atrajo más hacia ella y sin darme cuenta caí encima de ella.
Su respiración era agitada, y mi deseo iba creciendo dentro de mí interior, me levanté sin apartar mis ojos de ella.
Antes de nada, quería que estuviera segura, pienso que al colgarme el san Benito de " mujeriego" y tras haberla escuchado lo acomplejada que se siente, antes de nada quiero hacer, no. Demostrarle que en verdad estoy interesado en ella lo suficiente para quererla hacerla feliz.

— Naim, quédate por favor. — Sus ojos suplicantes me ablandaron tanto que no dudé en rodear su cintura clavando mis ojos en los suyos volviéndola a besar.

Mis manos se quedaron quietas en sus caderas, la acerqué más a mí para que sintiera mi excitación lo que ella incita en mi cuerpo anhelando por tocar la suavidad de su piel.

— Me da vergüenza, pero quiero que sepas que...yo... Soy virgen Naim. — Su confesión me pilló por sorpresa.
¿Virgen? Dios mío voy a ser su primer amante.

— ¿Quieres que continúe? Si tú estás preparada dímelo y haré lo posible por qué sientas la pasión saboreando mis besos en tú piel, recorriendo cada rincón de tu cuerpo descubriendo tu desnudez.

— Quiero hacerlo contigo. Estoy más que preparada.

Sonreí lleno de satisfacción al saber que ella me daría su honra.
Hasta nervioso me puse. Era un momento íntimo y delicado, ella estaba temblando y yo le despojé de su ropa y ella de la mía, quedándonos completamente desnudos.
Fui a mi cartera y saqué un preservativo, ante todo hay que usar la cabeza.

Estamos solos en su habitación, su boca me pide a gritos un beso, y su cuello quiere que baje logrando extemecerla.
Sigo vagando con mis manos por sus curvas sintiendo la inmensidad de su amor, sus suspiros me vuelven loco y al tumbarla en la cama el placer nos llena.
No puedo dejar de observar su piel rosada, miro sus pechos, los cuales me invitan a morder, a sentir sus jadeos me encienden que tengo miedo de poder perder el control.
Mis labios le dan pequeños mordiscos hasta llegar a su ombligo, donde mi boca descansa escuchando como me pide que continúe.
Introduzco mi dedo en su interior, dándome la sensación que estoy deshojando los pétalos de una rosa.
Separo sus pliegues prendiendo en mi el fuego de la pasión.
Despacio, voy adentrándome en su interior, es algo mágico, ella está tensa.
Paro la beso diciéndole cosas bonitas logrando tranquilizarla.
De nuevo sus manos rozan mi espalada aferrándose a mis hombros y a pesar del pequeño dolor que debe de sentir, Almudena se entrega a mí, movimientos lentos, pausados pasan a ser algo más rápido hasta que alcanzamos el clímax.
Mis gotas de sudor recorren mi frente, la miro con ternura mientras le pregunto cómo está, ella sonriendo me dice que ha sido maravilloso, jamás hubiera creído que su deseo se hubiera concedido.
Yo creo que es el destino es el que se encarga de ponernos a las personas que debemos amar en nuestro camino.

— Almudena eres tan hermosa, no te avergüences y ven, vamos a ducharnos juntos.— Le extiendo mi mano animándola para que se venga conmigo.
Al principio lo duda, después se levanta y dejando caer la sábana al suelo me da su mano para ir juntos a la ducha.

No vuelvo ha tocarla íntimamente, quiero esperar un poco para volver hacerla mía, puesto aunque suene una locura esta noche el fuego no sólo han encendido mi piel abrasándome, si no que la llama que creí haber apagado, ha vuelto a encenderse.
La compañía de Almudena me llena, me transmite muchas cosas, siento que me quedan muchas cosas por descubrir y no lo haré si no permanezco a su lado.

Después de ducharnos la llevo en volandas hasta la cama.

— Naim, me has hecho muy feliz. A lo primero creí que me arrepentiría después. Ha sido todo lo contrario, estoy satisfecha con mi decisión y feliz porque hayas sido tú el primero en mi vida.

— Y espero poder pasar más días junto a tí. — La abrazo sintiendo la dulce melodía de nuestros latidos.
¿Acaso hay algo más hermoso que estar tumbado en la cama con la mujer que recién comienzo a enamorarme de ella?

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora