Capítulo 21

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Los días van pasando y yo sigo aquí mirando como Tomasa me cura las heridas e Isaac me pone al corriente de lo que sucede ahí fuera.
Según su topo, los hombres de Leonard me están buscando.
Respiro hondo observando como mi complexión está preparada para entrar en pelea ya que mis heridas ya han sanado.

— Naim tómate tu tiempo. — Me avisa Isaac mientras teclea algo en el móvil.

— Estoy decidido Isaac, no soy ningún cobarde para andarme escondiendo. Quiero ya que todo esto se acabe de una vez por todas.

— Sabes que te estás jugando tu propia vida. Aunque nosotros estemos allí para ayudarte, el que vas a pelear vas a ser tú.
Deberías cuestionarte todo esto antes de actuar.

— Ya lo tengo todo pensando. Mañana por la noche me llevarás a ese maldito lugar y pondré fin a todo esta mierda de una vez por todas.

— Como quieras. Pero suelta ya al muchacho lo tienes al pobre como un osito panda.

— Ese, lo soltaré, creo que ya recibido su escarmiento.

Minutos más tarde, Isaac se marchó llevándose al gilipollas de Ismael. Menudo pringado, se la da de hombre y no tiene ni media hostia.

Me giro y miro a Tomasa que sigue con sus ojos vidriosos aguantando las ganas de llorar.

— Tomasa, mírate no tienes porqué llorar por un tío cómo ese. Vamos que no merece ni la pena. Tú vales mucho.

— No lloro por ese idiota. Estoy así por tí, no quiero que nada malo te ocurra te quiero mucho y eres tan bueno como impulsivo.

— Oh...mi Tomasa. Te prometo que estaré bien.

Vamos eso no me lo creo ni yo. De algún modo debía consolarla y darme ánimos yo solo.

Al fin estaba en aquel lugar a las fueras de la ciudad donde comencé a involucrarme con la delincuencia, donde puse en peligro la vida de mi hermana y donde casi pierdo la mía.
Miro con disimulo a mi alrededor, la gente comienza a llegar con sus coches tuneados, la música sonando a todo volumen por los bafles, "los niños de papá" que tienen todo lo que quieren sin esforzarse salen de sus autos haciéndose los interesantes ante chicas guapas que no saben ni lo que quieren.
Sigo echando un vistazo a mi alrededor, siempre veo lo mismo hasta que siento algo en mi espalda y un tío gordo y grande me dice por lo bajito que lo acompañe.
No pongo resistencia, hago lo que me pide caminando durante un rato hasta subir a una terraza.

El grandullón hace que pare y con ligero calambrazo consigue que caiga al suelo.
Desde mi posición veo unos bonitos zapatos de mujer y otros de hombre. Elevo mis ojos y me quedo asombrado al ver a André con Liset.
¡Vaya par! Él me observa con detenimiento agarrado me del cabello, nuestros ojos se quedan fijos mirándonos uno al otro.
Me levanto despacio poniendo mi mano en su antebrazo haciendo que retire su mano de mi cabello.

— Hoy voy a disfrutar de ver como te apalean maldito desgraciado. — Sus palabras pronunciadas con odio son arrastradas en su boca mientras que a mí me da por reír.

— Habrá que verlo, porque el próximo serás tú. Sin dudarlo le golpeó en su preciosa carita.
Acto seguido uno de los gradullones nos separan y André es conducido hacia donde se encuentran los cabrones millonarios como él haciendo sus apuestas.

— Prepárate tú contrincante está en el ring. — El grandullón me avisa y de un empujón salgo directo a encontrarme con el que será mi contrincante.
Lo miro de los pies a la cabeza.
Es algo más alto que yo, pero es demasiado gordo y fuerte para mi gusto.

Me echo un poco para atrás quitándome la camisa, mientras soy observado por un montón de pares de ojos.
El árbitro hace nuestra presentación para dar comienzo a la pelea.
Me quedo quieto observando con detenimiento cada movimiento de mi adversario, cálculo sus pasos, su mirada donde la pone, todo debe ir al milímetro si no quiero que me tumbe de una hostia.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora