Capítulo IX. Parte II. La fortaleza de Utgard

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Estaba a unos cuantos pasos, más cerca de lo que jamás estuvo, pero algo no andaba bien. La ignorancia puede ser mejor opción, desconocer su origen quizá le garantice felicidad. ¿Qué es la felicidad? ¿No es aquella falsa ilusión a la que se aferra como si de no hacerlo caería a una especie de infierno en vida? Bueno, tenía miedo. Permítanle no siempre estar bajo control.

[...]

Un puente colgante, tres Jotuns en la torre izquierda, otros dos en la derecha, cuatro frente a la gran puerta, dos horas para irrumpir, encontrar información secreta de aquel mundo, leerla, memorizar lo más relevante y ellos en realidad disponían con prácticamente nada de tiempo para armar una estrategia ingeniosa.

—Debiste dormir cuando tuviste oportunidad —murmuró más para sí, ya era demasiado tarde para advertirle al menor.

—No te preocupes, aún tengo energía. —Desaparecieron, pero las huellas que dejaban sus pasos los delataban. Tenían que andar con cuidado.

—Intenta no llamar la atención —le aconsejó lo obvio, demasiado acostumbrado a dar órdenes y un poco impotente ante la situación.

Loki quería suspirar, pero de hacerlo quizá lo arruinaría.

[...]

Lograron ingresar con éxito, la fortaleza era de impresionante tamaño, con paredes sólidas y pasillos sombríos, se sentían como roedores. Se sumaron al silencio y con paciencia infinita buscaron hasta en el último rincón. La habitación con cerradura llamó su atención, claro, era la única con una. El rubio sonrió satisfecho al verla, la tomó entre sus manos y con un fuerte apretón la destruyó.

—Creo haber escuchado claramente, de tus labios, que actuáramos con prudencia —susurró Loki.

—Sí, pero entre más rápido salgamos menos sospecharán de nosotros —dijo mientras recargaba su peso en la puerta y con un gesto le indicó a Loki que lo siguiera.

Dentro no estaba más cálido, de hecho tuvo la impresión de que allí surgía el frío mismo. Al cerrar el hechizo de Loki se desvaneció, era poderoso, pero tenía un límite y se estaba acercando peligrosamente.

Era curiosa la forma en que las partículas que flotaban en el aire parecían contener luz propia, una de color azul. Sin mediar palabra observaron el interior. Era una sala inmensa, con pilas de libros en el suelo y una fina capa de polvo cubriendo todo. Thor enseguida se agachó y hojeó el primero a su alcance. En cambio, Loki se quedó ahí de pie, agudizando sus sentidos y percibiendo la energía que provenía de los libros, la que emanaba de la materia con que fue creada, pero sobre todo, intentó identificar aquella que permaneció impregnada de otros seres al tocar las hojas, al ser descubierto su contenido, toda combinación de emociones de la que una pequeña parte se adhirió como segunda piel. Fue una especie de pergamino el que le atrajo, se acercó con la sensación de querer destruirlo antes de leerlo.

—Démonos prisa —apremió al ver al menor titubear.

¿Cómo es que un Jotun como él no tenía la figura apropiada de su raza? Era el hijo de Laufey, pero ¿quién era su madre? Por un momento todo a su alrededor se desdibujó, solo existía el pergamino y él.

—¿Qué estás haciendo? —Elevó un poco la voz al sentirse ignorado—. No es el momento adecuado para gastar una de tus jugarretas...

Se mantuvo muy quieto, perdido entre mil pensamientos, abrumado por nuevas ideas que aparecían sin consideración en su mente y con espíritu subyugado permaneció así hasta que el calor de Thor lo envolvió.

Excusas en tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora