Capítulo XXX. El Rey de Asgard

163 22 0
                                    

Abandonando el diván que estaba al pie de la cama, le dio la espalda unos segundos. Entendía que no debía descuidarlo ni un segundo, que Loki era tan astuto que podía aprovechar cualquier mínimo descuido para escapar. Sin embargo, verle le despertaba una sensación de asfixia, similar a serpientes ciñéndose a su garganta.

Fandral sabía que los recuerdos de Thor habían regresado sin necesidad de que este se lo explicara, lo supo por la forma en que llegó sosteniendo al hechicero, por cómo lo depositó en la cama y le miró con anhelo antes de ir al encuentro con su padre, sin siquiera detenerse cuando le llamó. Había intentado interponerse, convencerlo de que no era buena idea, mas Thor insistió en que no podían seguir huyendo.

Tras recuperar el control de su cuerpo regresó al lado de Loki. Lo encontró con los ojos abiertos, contemplando más allá del techo. Carraspeó para llamar su atención, pero el adverso lo ignoró. Parecía que su mente estaba muy lejos de Asgard. Muy lejos de todos.

Cuando Thor apareció en la entrada de su hogar con Loki en brazos, creyó que estaba teniendo una de aquellas pesadillas recurrentes que no lo habían dejado de atormentar desde aquel día que los delató ante Odín. Ahora desearía que fuera un sueño, si el rey se enteraba que el hechicero estaba con él, no dudaría en mandar unos guardias para llevarlo a una celda.

No lograba entender por qué Loki regresaba una y otra vez a Asgard, como si no tuviera más opción, como obsesionado con un pueblo que celebró sus fracasos y derrotas, que le dio la espalda y nunca intentó comprenderlo.

—Te propongo un trato —dijo repentinamente, ocasionando que sudara frío en antelación de un mal augurio.

—No dejaré que te vayas, tendrás que pasar sobre mí si deseas marcharte —le advirtió modulando el tono de su voz. De ser posible, quería ocultar cualquier emoción que delatara sus verdaderos pensamientos.

Sin mayor reacción que un parpadeo que se prolongó más de lo normal, Loki continuó sumido en su propio mundo. Hasta que su rostro se iluminó.

—¿Te preocupa decepcionar a Thor? —Su provocación no tuvo respuesta—. Intercambiemos de apariencia, ambos seremos beneficiados con ello.

La propuesta quedó flotando en el aire. El æsir lo observó esperando que comenzara a reírse.

—¿Estás bromeando? Es imposible que hagamos algo así —replicó cruzando una de sus piernas, en una postura que denotaba su incomodidad.

—Es posible, solo tienes que acostumbrarte. Yo he vivido la mayor parte de mi vida con una apariencia que no es la mía —por fin giró la cabeza para enfrentarlo—: Si Odín no acepta que me quede aquí, Thor intentará sacarme, estoy seguro que hará hasta lo imposible para que estemos juntos.

—¿Qué te hace creer que no me descubrirá? —Interrogó con una ceja en alto, siguiendo su juego para así comprobar hasta dónde era capaz de llegar.

—Dependerá de ti, al menos no tendrás que fingir que lo amas —respondió mientras intentaba incorporarse. Tenía la garganta seca y un terrible dolor de cabeza.

—No soy como tú, no soy tú —rebatió alcanzando la jarra de agua al ver que Loki se llevaba las manos a la garganta—, y sin ofender. No me interesa ser tú. —Le ofreció un vaso que con cierto recelo aceptó.

—Vaya, ¿en tan mal concepto me tienes? —pronunció con una sonrisa amarga—. ¿Ni siquiera ignorarías el desagrado que te causo por Thor?

—No es por eso, no quiero volver a mentirle —admitió observando al hechicero beber con brusquedad—. Prefiero que ustedes arreglen sus problemas cuanto antes.

Excusas en tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora