Capítulo XVII. Muspelheim

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Alguna vez creyó que sentarse en el trono y gobernar Asgard sería lo mejor, quizá no para todos, pero al menos para la gran mayoría.

Para Odín no tanto, no obstante ¿qué esperaba cosechar después de sembrar mentiras? Ahora no tenía más remedio que soportar las consecuencias de sus actos. En definitiva, ser Loki el rey, sería lo mejor que le podía pasar a Thor, ya que no lograba entender el verdadero significado del sacrificio, en cambio, se había empeñado en creer con auténtica ingenuidad que existían los finales felices donde todos salían ganando. También sería lo mejor para el pueblo æsir, tendrían un rey sabio y benevolente que los conduciría al éxito sin un resquicio de duda. Y por supuesto, sería lo mejor para él, por fin demostraría lo que valía.

Sin embargo, todo salió mal.

[...]

Los latidos pausados de su corazón conformaban el único sonido que llegaba hasta sus oídos. No sabría decir cuánto tiempo estuvo cayendo, o flotando en el espacio, de cualquier forma, estaba perdido en medio de la nada.

Ni siquiera sus pensamientos se atrevían a irrumpir el silencio antiguo que reinaba majestuosamente. No había dolor, ni siquiera desesperación, de sentir algo sería mejor, porque comenzaba a creer que estaba desapareciendo, que perdía hasta su nombre por cada segundo transcurrido. En ese punto ya no importaba su pasado, su presente ni siquiera lograba procesarlo, ni hablar de su futuro.

¿Qué caso tenía continuar? ¿Qué ganaba con postergar su final? No tenía la fuerza ni los medios para armar otro plan.

Estaba por morir en completa soledad, aislado de todo lo que una vez fue y abandonado por sus ideales.

Seguía y seguía sin dirección, sin rumbo, sin una sola cosa a la cual aferrarse. Dejó que todo en su interior se apagara por completo, que la pena que cargaba se desprendiera y vagara libre como su cuerpo.

Para su desgracia en aquel lugar incierto del universo una nave cruzó y reconoció a Loki.

[...]

La luz le cegó por un momento, no lograba distinguir lo que le rodeaba, solo veía figuras borrosas, manchas de colores sombríos, y su cabeza estaba tan turbada que lo único presente eran sus sentidos activándose; su instinto de supervivencia le obligó a intentar enderezarse, poco a poco, su cerebro iba captando algún atisbo de realidad.

Estaba sobre una superficie elevada, que parecía ser una especie de mesa, un fuerte tirón lo obligó a regresar a su posición original, su cuello estaba rodeado por una correa que conectaba con una cadena pegada a la superficie, que supuso, era la que le impedía levantarse. Intentó tallar sus párpados, pero hasta ese instante se percató que sus muñecas estaban unidas gracias a unas esposas de metal. Fue vano cuando comenzó a moverse con brusquedad para liberarse, estaba preso encima de esa mesa.

No entendía nada, no sabía por qué se encontraba en aquella situación, lo único que comprendía con certeza es que no podía esperar nada bueno. Con esfuerzo recordó cómo es que fue a parar en medio de la nada, pero en su memoria no había ninguna pista que le ayudara a deducir que hacía atado como una bestia.

—Sabía que despertarías —dijo una voz rasposa a su lado.

Loki sintió un escalofrío recorrer su piel y giró la cabeza en su dirección.

Se trataba de una criatura de aspecto intimidante, cuando se acercó su mirada quedó a la altura de las manos de aquel ser, tenía un pulgar extra en cada mano y una piel extremadamente pálida.

—Estabas por perecer... Estoy seguro que tus ansias de venganza te mantuvieron con vida.

Había un acento extraño que no lograba reconocer. ¿Quién era? ¿Por qué parecía que lo conocía? ¿Qué tanto sabía de él?

Excusas en tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora