Capítulo XXV. El antagonista

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La noticia llegó como una ráfaga de viento, una que le meció los cabellos y le acarició el rostro.

Y Thor cerró los ojos para impedir que se llevara lo mejor de él, porque aunque no fuese impetuosa ni violenta, tenía la fuerza necesaria para sacudir el polvo, y de paso, sus sentimientos.

Aquello fue suficiente para volcarle el mundo —para ser honesto, ya no sabía si lo estaba empujando de regreso a su sitio, porque antes creyó que su realidad fue sacudida con brusquedad hasta quedar en una posición extraña, y quizá ahora estaba volviendo a la normalidad; o tal vez aquella normalidad que una vez fue, ya no volvería a ser, y simplemente, debía aceptarlo—. Con todo, soportó las emociones colisionando en su interior e intentó contenerlas para que no escaparan.

Entonces, en lugar de hacer mil preguntas y exigir las mil respuestas que creía merecer, se decidió a encontrarlo y obtener una sola de sus labios. Aunque sabía no saciaría su necesidad por completo, por lo menos, obtendría lo que mejor se le podría ofrecer.

[...]

—Loki está vivo —escuchó aquellas palabras justo como una ráfaga de viento—, está en Midgard y se ha apoderado del Teseracto. —Y la noticia logró sacudir el polvo y sus sentimientos—. Se ha aliado a Thanos e intenta dominar a los humanos —en su cabeza se arremolinaron un montón de preguntas—, tienes que detenerlo.

Antes de que se lo ordenaran, ya estaba decidido a ser el primero en encontrarlo.

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Actualidad

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Su destino era el fracaso. Desde el momento en que Odín le tomó en brazos una puerta se abrió para él. Ser la sombra de Thor. Y en consiguiente, un camino se extendió bajo sus pies. Ser el antagonista de una historia donde él desearía ser el héroe.

Estar ahí, en una celda, conversando con la tinta impregnada en los libros, le recordaba cruelmente que no había remedio, que cualquier elección le habría llevado al mismo lugar. La prisión de Asgard.

Alguna vez creyó pertenecer ahí, alguna vez sintió que podía cerrar los ojos sin temor alguno. Pero era estúpido voltear al pasado, cuando él quería destruirlo y protegerlo al mismo tiempo, con un amor tan sucio como su propia naturaleza.

Todo estaba sumido en silencio, hasta el viento apenas y era un susurro lejano. Su madre estaba muerta.

Loki se dejó arrastrar por aquel hilo de pensamientos funestos, como un manto que caía sin mucho tacto en sus hombros. No importaba nada, incluso, si tenía que partir con ella lo haría con gusto. Pero antes solo pedía una última cosa, quizá no tenía el derecho, aunque nunca le importó si se lo concedían. Quería venganza, quería matar al ser que había asesinado lo único que valía en su patética vida.

Tantas noches donde su mente era libre y las ideas sin control derivaban a tormentas, tantas veces que se enfrentó a sí mismo en medio del caos. Tanto que ahora sabía no poseía ni una clase de luz. El orgullo era su más grande escudo, él no necesitaba un objeto como Mjolnir, pero eso no evitaba que lo deseara. Podía cerrar los ojos y oler perfectamente los celos que agrietaban su razón y la ira que a su paso dejaba todo hecho añicos, y ante todo, el siempre presente miedo a la soledad. Era inevitable, creció junto a Thor y él era como una estrella.

Excusas en tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora