Capítulo VIII. El mundo de origen de Atali y Loki

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Dejó de sentir las piernas y su cabeza parecía que estaba a punto de estallar de impaciencia. No entendía qué hacía allí, era un rumor estúpido y mejor deberían gastar el tiempo en continuar investigando alguna otra cosa con un fundamento más sólido, o por lo menos, en algo que tenga coherencia. Pero no podía hacer más que guardar su opinión para él y tragarse la incomodidad que sentía en cada poro de su piel.

—Está bien, no es necesario que mantengas esa postura tan rígida —escuchó la voz de Thor salir en susurros—, no me refería a eso cuando dije que fueran sigilosos. Puedes moverte, solo encuentra el momento adecuado. —Y como queriendo enseñarle, se adelantó unos pasos cuando el viento sopló con fuerza provocando el ruido necesario para ocultar su presencia.

A pesar de estar en el bosque, en un terreno perfecto para ocultarse, hasta su respiración parecía delatarles. El canto de los insectos era muy suave, el latir de sus corazones desentonaba a comparación de su música, y el silbido del constante viento era un homenaje al silencio; solo cuando tomaba fuerza e impactaba con rudeza en los árboles y arrastraba las hojas del suelo, era cuando recordaban que había vida en ese lugar, y también en ellos.

El hijo de Odín hizo una seña a Fandral para que se posicionara junto a él. Cuando lo tuvo a un lado se acercó a su oído:

—¿No te parece extraño? —dijo con cautela, temiendo ser descubierto—. No recuerdo algún otro bosque tan silencioso como este, no creo que sea algo normal.

Fandral tampoco lo entendía, solo sabía que no quería estar ahí, que desde que la noche cayó tenía la sensación de que no tenía sentido lo que hacían, pero de igual forma había algo en el aire flotando, invisible, algo que le obligaba a dudar por intervalos.

—Puede que sea algún truco de los Vanir... Thor ¿tú en verdad crees en esos rumores? —Quería una respuesta como su amigo y no como el encargado de aquella misión.

—Si algo aprendí cuando escapé con Loki, es que nunca se debe tener seguridad de conocer todo lo que habita Yggdrasil —habló bajo para solo ser escuchado por el otro—. Hasta hace poco solo me enfrenté a bestias y criaturas que catalogaba como normales, pero fue esa conjetura la que me llevó tanto tiempo a pensar que había enloquecido, fue un error limitar lo que es infinito, el universo es más de lo que pueden ver mis ojos, lo entendí con lentitud y creo que aún estoy en proceso de asimilarlo —declaró sincerándose por primera vez con alguien. Hubiera preferido hacerlo con Loki, él mejor que nadie lo entendería, fue él quien le dijo que habían muchas cosas que Odín no compartía con ellos, su hermano lo descifró antes, pero entendía el motivo por el que prefirió callarlo. Asgard podía ser demasiado cómodo en la actualidad, tanta belleza y riqueza podía llegar a cegar.

—¿Qué pasó ahí? —preguntó con curiosidad. Thor siempre fue orgulloso y fuerte, cuando llegó de Svartalfheim notó miedo en sus ojos, un miedo que comprobó, desde que llegaron ahí, había aumentado la firmeza de sus acciones. Su amigo volvía a ser el de antes, pero incluso en una versión mejorada.

—También quisiera saberlo —musitó, sospechando que el único que podía aclarar aquello era su hermano, pero sabía jamás le diría la verdad. Ya mintió al decir que fue una alucinación por el fuerte golpe que recibió en la cabeza y sus heridas producto de la caída, no había motivo para dudar de sus palabras cuando todo apuntaba a que tenía la razón, excepto que el mismo desconcierto que experimentó después del encuentro con esa desagradable criatura, lo vio reflejado en los ojos del menor, no le dio importancia en ese momento, pero ahora se arrepentía de no enfrentarlo antes. Ahora era tarde.

—Volstagg no ha dejado de comer y beber. —Le trajo de vuelta a la realidad con su comentario—. Está nervioso —anunció lo evidente.

Se escuchó el crujir de unas ramas y al voltear vieron a Hogun bajar de un grande roble que estaba a su espalda.

Excusas en tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora