Capítulo XXIV. Eldred y la filosofía del mal

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Capítulo especial situado antes de que Thanos despertara ciertos recuerdos de Loki, pero importante para lo que continúa a partir de aquí.


La intensa mirada del antiguo hechicero le hizo sentir incómodo, casi como si tuviera el alma desnuda ante los ojos verde bosque. Para tratarse de una criatura que llevaba habitando Yggdrasil durante el mismo tiempo que El Padre de Todos, lucía un cuerpo y un rostro demasiado jóvenes.

The Other lo había dejado frente a Eldred —el hechicero más poderoso y temible, por dominar a la perfección energía oscura y utilizarla exclusivamente para beneficio propio, de los tiempos actuales—, y se había marchado sin más explicaciones.

—¿Por qué debería enseñarte? ¿Por qué debería perder mi tiempo contigo? —expulsó Eldred con irritación visible en la voz.

Loki no pudo responder, apenas descubría lo que el sirviente de Thanos pretendía que lograra en aquel sitio.

—¡¿Qué no tienes lengua?! ¡No me digas que esos bastardos también te la cortaron! —Cruzó los brazos y lo examinó detenidamente por segunda ocasión.

A comparación de Eldred que vestía ropa holgada y un poco desgastada, que llevaba encima colgantes y amuletos que debían ser de utilidad para ciertos hechizos, y el peculiar tono rojizo en sus cabellos, que incluso para un æsir o un jotun le sería difícil encontrar otra criatura en el universo que igualara el tono, a pesar de todo —de que era un ser fascinante a simple vista— poseía algo mucho más grande que evitaba que se tomara a la ligera, que obligaba a desviar la vista y bajar la cabeza; en cambio el gigante de hielo parecía un despojo de lo que alguna vez fue, solo el contraste de los ojos verde esmeralda en la piel maltratada llamaba la atención.

—Eres un muchacho tonto... Vete y dile a Thanos que no le tengo miedo. —Dio media vuelta y alzó la voz sobre su hombro—: Ya debiste percibirlo, yo no me ando con juegos y espero que esta sea la última vez que vea tu desdichado rostro.

El hechicero de menor rango se mantuvo callado, pensando que si regresaba con las manos vacías se ganaría un castigo. No le gustaba la idea de añadir más cicatrices a su cuerpo.

—Tienes cinco segundos antes de que... —pronunció como última advertencia.

—Necesito que me enseñes lo que sabes hacer para alargar mi existencia y asegurarme un lugar que valga la pena —lo interrumpió y lo enfrentó con la mirada.

Eldred soltó la carcajada sin contenerse.

—¿Me veo como alguien que hace favores? ¿O luzco como alguien que se compadece de vagabundos? —Se burló sin consideración.

—No encontrarás mejor aprendiz que yo, cuando tu tiempo termine lamentarás que todos tus conocimientos hayan muerto junto contigo —dijo intentando persuadirlo creyendo que no había criatura en el universo que deseara pasar desapercibido.

El hechicero que hasta ese momento le daba la espalda, volvió a girar para encararlo:

—No me interesa... —respondió con indiferencia.

—Entonces... ¿Qué deseas que haga? Haré cualquier cosa que me pidas —habló con determinación.

Estaba cansado de permanecer bajo el control de Thanos, como un prisionero sin la mínima oportunidad de revelarse. No lograba entender cuál era la finalidad de sus captores al llevarlo ante Eldred, del único capaz de proporcionarle las armas para liberarse, pero si algo sabía, es que no debía subestimar los planes del titán, si estaba allí era porque le favorecería en algo.

Excusas en tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora