Capítulo V. Asgard y solo ella

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Fue rápido, en realidad más rápido de lo que ambos pensaron. Su viaje había terminado.

Cuando menos lo esperaron ya estaban en el puente Bifrost con Odín frente a ellos observándoles con una expresión tan fría que les hizo desear regresar a las tinieblas de Svartalfheim, ahí donde se quedó la nave hecha pedazos y donde vivieron la experiencia más traumática de su no tan corta existencia. El padre de todos podía ser tan temible cuando estaba furioso como cualquier otra criatura amorfa que habitara Yggdrasil.

Heimdall se retiró al instante en que Odín se lo ordenó y ellos se quedaron ante su irascible presencia.

—Thor —su voz severa resonó en las paredes de aquella estructura esférica y su mirada se posó en su hijo mayor. Era imposible no sentirse pequeño cuando se reflejaba en sus imponentes ojos azules, aquel azul gélido—. ¿Qué hacían en el Mundo Oscuro?

Las veces en que el rubio mintió podía contarlas con los dedos de sus manos, era un ser honesto —brutalmente honesto sería la definición más apropiada—, en ocasiones no medía sus palabras y no le importaban las consecuencias, pero no podía darse el lujo de ser sincero ahora, no porque metería en problemas al menor.

—Pensé que sería una agradable sorpresa si te obsequiábamos la lanza Gungnir. —Estaba muy nervioso y se obligó a mantener la calma, entrar en pánico era lo peor que podía hacer en ese momento.

Se mantuvo incrédulo y se giró para encarar a Loki.

—¿De quién fue la idea?

—Mía —contestó al instante el mayor de los hermanos y al obtener de nuevo la atención de Odín se arrepintió.

—¿Cómo llegaron ahí sin que Heimdall lo notara? —preguntó sin cambiar de expresión.

Thor despegó con lentitud sus labios, pero no sabía qué responder y su mirada se paseó por el suelo buscando una solución que en ese instante parecía no existir.

—Yo lo engañé, utilicé un encantamiento que duró lo suficiente para que mi hermano y yo escapáramos —aparentó arrepentimiento, su cabeza inclinada y los hombros hundidos—. Lo siento, padre.

Su voz se escuchó lejana, como un susurro que arrastró el viento, al menos no fue más que eso para Odín.

—¿Tienen idea del peligro al que se expusieron? —Parecía que se dirigía a niños, no entendía cómo es que ese par había actuado tan irresponsablemente, no había pretexto válido ante tal acto de completa idiotez.

—Creímos que sería...

—Loki —le interrumpió para que cerrara la boca. No quería continuar escuchando sus infantiles excusas, no quería sentirse más decepcionado de lo que ya estaba—. Las leyes que he establecido tienen un propósito y ustedes las rompen como si fuera un maldito juego, hay mundos a los cuales no deben ir sin mi consentimiento, nadie puede objetar o intentar oponerse por más que se crea con la capacidad de salir por su cuenta.

Thor apretó los puños soportando las palabras de su padre, herían tan profundamente su orgullo que se odió una vez más por aquella decisión tan estúpida de salir en busca de Gungnir.

—¿Tienes idea de lo que hiciste? ¿La tienes? ¡Thor, allá afuera hay más de lo que te puedes imaginar y arriesgaste tu vida y la de tu hermano por una idea absurda! —Descargó toda la ira y miedo que sintió desde que se enteró que sus hijos habían desaparecido—. ¡¿Dices que fue para obsequiarme esto?! —Arrebató la lanza de las manos de Loki y la aventó con fuerza—. No quieras cubrir con ello algo que decidiste por tu cuenta.

Si su intención era que se sintiera miserable y humillado, entonces lo logró. El rubio soportó como pudo aquella reprensión tan dura, y lo peor, es que realmente era consciente que podrían haber muerto. Alucinación o no, su espíritu se quebrantó desde el momento en que cayeron de la nave, notaba cierta incomodidad en sus movimientos, como si su cuerpo hubiera cambiado y él apenas se adaptaba sin lograr manipularlo, pero quizá era su mente. Quizá algo en ella fue mancillado. El padre de todos tenía razón, solo pensó un sí mismo y a Loki lo arrastró a un riesgo inminente por su tonto miedo de perderle.

Excusas en tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora