Callame

1.8K 108 0
                                    

Ron Weasley tenía prohibido salir de casa. No se le permitía usar cualquier medio de comunicación que no sean ladridos. No podía usar sus piernas normalmente fuera de casa. No se podía bañar, ni ir al baño solo. No podía comer sus alimentos con cubiertos, y algunos días rogaba para que le prohibiesen respirar. Pero ese día nunca llegaba, por lo decidió que él mismo haría que llegase.

Cierta mañana, Lucius le había pedido a su hijo que fuese a la mansión Malfoy para discutir cosas referente a los negocios de la familia, pero como Draco quería aislar lo más posible a su esclavo no lo llevo con él. 
En cuanto Ron se quedó solo en casa, miro hacia todos lados. Ya en varias ocasiones había intentado escapar, pero simplemente le era imposible, por lo que se iba desquitar de las múltiples humillaciones que recibía a diario. He iba empezar hoy.
Diariamente su amo le quitaba la ropa y lo metía en la tina para bañarlo, o mejor dicho manosearlo completamente. ¿El verdad tenía que limpiarle el ano manualmente, y peor aún, todos los días?

Ya se había percatado que Draco odiaba realmente el olor a desinfectante, por lo que evitaba usarlo usando hechizos para esto, aunque de un tiempo para acá intentaba hacer las cosas a la manera muggle para aprender sobre estos.
Así que fue al baño y tomo con su boca el desinfectante para el baño, lo llevo a la cocina. Abrió el refrigerador y saco con cuidado una bolsa de frutas. Las coloco sobre un frutero, las roció con el desinfectante y las llevo a la sala. Luego tomo el resto del desinfectante y roció cada esquina de la casa. Volvió a la cocina y coloco el tapón en el lavaplatos, a continuación abrió todo el grifo. Se dio manera para prender las hornillas de la cocina y colocar sobre ellas las ollas. Hecho en ellas algunas verduras. 

Sabía que lo iban a moler a palo pero bien que valía la pena. Otro día “intentaría lavar la ropa”, si aún seguía allí

Cerca del mediodía, Draco Malfoy regreso a casa para darse un baño rápido y cambiarse. Iba a encontrarse con Julien Laforet, heredero de una prominente fábrica de calderos franceses que se encontraba de visita en Londres, pero grande fue su sorpresa al encontrar su casa inundada

-¿Qué paso aquí? – dijo caminando de puntillas para no mojarse los zapatos

Aprovechando que la puerta estaba abierta, Ron salió a la calle corriendo en cuatro patas a todo lo que daban sus extremidades. Una vez estuvo afuera, corrió hacia un parque que estaba en la acera de enfrente y se trepo a u árbol. No recordaba que los perros pudieran hacer eso, pero no le importo. Tenía que encontrar hacia dónde ir. No podía ir a la Madriguera, ya que pondría en riesgo a su familia. Tal vez Sirius podría darle asilo. Hacia unos días accidentalmente había escuchado donde vivía con el grasiento de Snape.

Vio a Malfoy que llegaba hasta donde estaba él, así que guardo silencio mientras lo veía buscarlo con la mirada. Cerró los ojos conteniendo la respiración. De pronto sintió como alguien lo abrazo por detrás. Un grito humano salió de los labios del pelirrojo.

-¿Acaso mi perra quiere jugar un rato en el parque? – le dijo la voz del rubio al oído mientras le mordía el lóbulo de la oreja. – Ron ladro furioso e intento morderlo, pero Draco sonrió con superioridad y atrapo sus labios en los suyos. Mientras lo besaba, escucho: “Tks”. El rubio lo empujo y vio la varita parida en dos en mano de su mascota y como este la tiraba a un lago que había cerca

En ese preciso le llego un patrunus en forma de león de parte de Laforet diciendo que las reservas en el restaurant para la reunión se habían cancelado de último momento y que en el ministerio había averiguado su dirección, por lo que iba para allá. Malfoy se puso más blanco si era posible y por primera vez en semanas fue Ron quien sonrió con superioridad

* * *

Las oficinas del R.O.E. estaban a full con las solicitudes de magos que querían un esclavo. El Lord había determinado que al principio cada mago o bruja solo se podría tomar un esclavo, sin embargo muchos magos se habían aventurado a solicitar un segundo esclavo, aun sabiendo que dicha lista se revisaría mucho más adelante, incluso en años

Severus Snape estaba cubierto de trabajo, por lo que solía hacer casi a diario horas extras. Al principio, ese hecho le había sido indiferente a Sirius, pero con el paso del tiempo le comenzaba a incomodar. Solía reprenderse a sí mismo cuando se descubría pensando en cómo sería su ex compañero en la cama. Se imaginaba desnudo mientras su amo lo recorría de punta a punta con besos y caricias, pero se decepcionaba cuando Snape llegaba, quien tras darse un baño rápido y darle un beso en la frente se acostaba a dormir sin segundas intenciones. Si bien dormían en la misma cama, jamás habían tenido ni un pequeñísimo roce. Pero él, como buen Black, no quería dar su brazo a torcer, después de todo había sido él quien se había opuesto a tener intimidad. 

Hacia dos semanas habían coincidido con los Malfoy en una cena en casa de los Lores, y se vieron nuevamente por primera vez después de su incursión en dicha mansión. Tal como Severus había dicho, volver a ver a Remus no lo había afectado en absoluto. Ver la frialdad con el que Lucius trataba a su ex pareja era su mejor venganza. Tan diferente a la calidez con la que él era tratado a diario. Varias veces había visitado a Harry en su mansión y era testigo del trato que su ahijado recibía. Si bien era rodeado de todo lo mejor, no se comparaba con el que Severus le daba a él. Quién lo diría, tal vez, y solo tal vez, terminaría cediendo. Pero antes se lo pondría difícil, muy difícil.
Respiro hondo y se decidió a intentar ser feliz. Total, si se equivocaba, retomaba el plan original y se dedicaba a hacerle la vida insoportable a Severus y asunto resuelto.

Al llegar a su casa, Severus la encontró en penumbras. Se alarmo porque hacía tiempo que varios seguidores de la Orden del Fénix, estaban secuestrando a los esclavos para intentar liberarlos. Afortunadamente el collar no se podía remover de ninguna manera a menos que el amo así lo quisieras, y servía como localizador.
Si Sirius había sido secuestrado, que el mundo se preparase, porque no quedaría piedra sobre piedra hasta encontrar a SU Sirius. De un par de trancos estuvo en su dormitorio dispuesto a cambiarse por una túnica que le permitiese mayor libertad de movimiento si entraba en un duelo. Pero se quedó estático cuando al abrir la puerta vio al dueño de sus sentimientos parado en el balcón contemplando la noche en silencio.

-Yo… creí… pensé que… tú… yo 

Sirius sonrió y lentamente se dio la vuelta para mirarlo de frente, y Severus sintió que su sangre bullía dentro de sus venas. Conocía perfectamente a Sirius Black y bien podía ser una broma para vengarse de todo lo que estaba pasando, pero no podía pasar por alto el tener esa figura alta y esbelta cubierta por una bata transparente que dejaba ver esa piel que desprendía un perfume que invadía sus sentidos haciéndolo perder la poca cordura que le quedaba

-Me propusiste olvidar – dijo Sirius viéndolo acercarse lentamente
-También dijiste que no lo harías en mi cama
-Es cierto – dijo sonrojándose al percatarse como Severus le acariciaba el cabello –, pero creo que reconsideraré tu oferta.
-¿Por qué? – susurro a en su oído 
-Me dijeron que viví los últimos veinte años en una mentira – gimió cuando Severus lo abrazo de la cintura –, quiero empezar a vivir la realidad
-¿Y cuál sería esa realidad? – pregunto Severus abriendo lentamente la bata del otro hombre y contemplando su desnudes.

Sirius aprovecho eso y de un salto le rodeo la cintura con las piernas. Severus puso sus manos en el trasero de su esclavo, mientras este asaltaba su boca con una total desesperación. Lo llevo hasta la cama y lo acostó con delicadeza. Lentamente le quito el camisón mientras lo llenaba de besos

-Hazme conocer el cielo – dijo con los ojos cerrados mientras Severus le acariciaba las piernas – hazme gritar tu nombre hasta que me quede sin voz 

Severus le beso su cuerpo como si no hubiese mañana, como había soñado hacerlo desde su adolescencia.

-Te tengo una propuesta mucho mejor. Te hare sentir tantas cosas al mismo tiempo que no podrás pronunciar ni media silaba de forma coherente

Los besos bajaron por su cuello, esparciéndose por sus hombros, abriéndose camino sobre su vientre plano que contrastaba con la torre que se erguía un poco más al sur.
Cada caricia le arrancaba un gemido en una tonalidad diferente creando un concierto único a los oídos del mortifago.

¿Tú? ¡No puede ser!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora