Me llamo Carina y tengo apenas 17 años, no se exactamente que es "estar viva" y que es "estar con vida" pero si se que no es lo mismo.
Estoy rota por dentro, desgarrada de maneras inexplicables, perdida en fragmentos descoloridos de la persona que...
La negrura espesa del abismo que se formó ante mi me atrapó. Siento hundirme en lo más hondo, siento la presión de la oscuridad sobre mi destrozandome y un silencio infinito. Creo perder la conciencia pero despierto con ese dolor punzante, latente dentro mio, como un intruso en mi cuerpo que se expande rápidamente abarcando todo y dejándome prisionera en mi propio cuerpo; en un espacio muy pequeño. Siento que la presión aumenta a cada minuto con cada nuevo aliento, con cada nuevo soplo de vida, respirar duele, y duele tanto...
Estoy de pie al lado de Diego en el cementerio parada frente a la tumba de nuestra madre, el sepelio terminó, esto no puede estar pasando, esto no puede ser real.
Todo pasa tan rápido...
Diego está parado a mi lado, tomándome de la mano fuerte, pero igual caigo, escucho el golpe amortiguado por la tierra de mis rodillas con el suelo y coloco mi mano libre sobre la tumba de mamá; araño el suelo tomando tierra entre mis dedos como si quisiera tomarla a ella del brazo y largarnos de aquí.
Grito y grito fuerte con todo el aire que hay en mis pulmones, grito hasta agotar toda la fuerza de mi voz, y aun así la presión continua, cada fibra de mí sede bajo el yugo despiadado de esta tragedia.
El dolor me invade y quisiera presionar un botón de pausa pero la vida no funciona así, la vida sigue y me arrastra con ella; yo creo no poder mas pero por alguna extraña razón no me he roto en mil pedazos aun.
Volví a casa con mi hermano, y fui inmediatamente a mi cuarto; Romina se quedo con nosotros.
No baje a cenar, pase la noche en mi cuarto sentada en mi cama mirando por la ventana hacia el lago sin poder dormir. Volví a escuchar a Diego llorar en la noche, aunque ahora no era por mi, se que grito y golpeo algo, me faltó valor para salir a ver en qué podía ayudar a mi hermano; me abrace fuerte rodeando con mis brazos mis piernas y espere a que pasara. Al rato hubo silencio y Romina subió a mi habitacion:
_ Aún estás despierta... ¿no has podido dormir? _ pregunto muy amable, en verdad que no existe persona más amable que Romina en este mundo, tenía dos años más que Diego y trabajaba de enfermera en el hospital del pueblo; en verdad que eligió bien su carrera.
La mire, haciendo que no con la cabeza y dejandola apollada de costado sobre mis rodillas, mirándola mientras se sentaba a mi lado con dos tazas de té. Es de piel morena y ojos marrones claro del tono avellana - pero estaban teñidos de rojo e inflamados por llorar- tiene el pelo largo hasta la cintura y arreglado con miles de trencitas pequeñas; es de estatura pequeña - como metro y medio tal vez- pero con esa personalidad y calidez que cuando te abraza se siente enorme.
Ambas tomamos nuestro té en silencio mirando al lago, estaba por llegar el amanecer y el cielo se llenaba de tonos naranjas... tengo la ventana entreabierta y con la brisa fresca de la madrugada se cuela en la habitación el aroma del agua, tierra mojada, pasto y jazmines. Respiro hondo, intentando tal vez llenar de vida mi interior marchito y despejar tan solo un poco la mente.
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