La negrura espesa del abismo que se formó ante mi me atrapó. Siento hundirme en lo más hondo, siento la presión de la oscuridad sobre mi destrozandome y un silencio infinito. Creo perder la conciencia pero despierto con ese dolor punzante, latente dentro mio, como un intruso en mi cuerpo que se expande rápidamente abarcando todo y dejándome prisionera en mi propio cuerpo; en un espacio muy pequeño. Siento que la presión aumenta a cada minuto con cada nuevo aliento, con cada nuevo soplo de vida, respirar duele, y duele tanto...
Estoy de pie al lado de Diego en el cementerio parada frente a la tumba de nuestra madre, el sepelio terminó, esto no puede estar pasando, esto no puede ser real.
Todo pasa tan rápido...
Diego está parado a mi lado, tomándome de la mano fuerte, pero igual caigo, escucho el golpe amortiguado por la tierra de mis rodillas con el suelo y coloco mi mano libre sobre la tumba de mamá; araño el suelo tomando tierra entre mis dedos como si quisiera tomarla a ella del brazo y largarnos de aquí.
Grito y grito fuerte con todo el aire que hay en mis pulmones, grito hasta agotar toda la fuerza de mi voz, y aun así la presión continua, cada fibra de mí sede bajo el yugo despiadado de esta tragedia.
El dolor me invade y quisiera presionar un botón de pausa pero la vida no funciona así, la vida sigue y me arrastra con ella; yo creo no poder mas pero por alguna extraña razón no me he roto en mil pedazos aun.
Volví a casa con mi hermano, y fui inmediatamente a mi cuarto; Romina se quedo con nosotros.
No baje a cenar, pase la noche en mi cuarto sentada en mi cama mirando por la ventana hacia el lago sin poder dormir. Volví a escuchar a Diego llorar en la noche, aunque ahora no era por mi, se que grito y golpeo algo, me faltó valor para salir a ver en qué podía ayudar a mi hermano; me abrace fuerte rodeando con mis brazos mis piernas y espere a que pasara. Al rato hubo silencio y Romina subió a mi habitacion:
_ Aún estás despierta... ¿no has podido dormir? _ pregunto muy amable, en verdad que no existe persona más amable que Romina en este mundo, tenía dos años más que Diego y trabajaba de enfermera en el hospital del pueblo; en verdad que eligió bien su carrera.
La mire, haciendo que no con la cabeza y dejandola apollada de costado sobre mis rodillas, mirándola mientras se sentaba a mi lado con dos tazas de té. Es de piel morena y ojos marrones claro del tono avellana - pero estaban teñidos de rojo e inflamados por llorar- tiene el pelo largo hasta la cintura y arreglado con miles de trencitas pequeñas; es de estatura pequeña - como metro y medio tal vez- pero con esa personalidad y calidez que cuando te abraza se siente enorme.
Ambas tomamos nuestro té en silencio mirando al lago, estaba por llegar el amanecer y el cielo se llenaba de tonos naranjas... tengo la ventana entreabierta y con la brisa fresca de la madrugada se cuela en la habitación el aroma del agua, tierra mojada, pasto y jazmines. Respiro hondo, intentando tal vez llenar de vida mi interior marchito y despejar tan solo un poco la mente.
ESTÁS LEYENDO
Perdida en mi (#PGP2018)
Non-FictionMe llamo Carina y tengo apenas 17 años, no se exactamente que es "estar viva" y que es "estar con vida" pero si se que no es lo mismo. Estoy rota por dentro, desgarrada de maneras inexplicables, perdida en fragmentos descoloridos de la persona que...