IX

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Las palabras, dice un viejo sentado en la esquina de su casa, valen oro porque su poder es infinito. El viejo fuma de su pipa y continúa: Cada palabra que dice merece el respeto de quienes leen y de quienes se dejan enamorar.

Debe ser por eso que en el barrio se respeta las palabras que se graban sobre la pared, con los aerosoles en las manos de los pibes nacidos en las calles. A veces denuncian, a veces lamentan. A veces se quejan, a veces divierten.

Siempre hacen arte.

Entre los carteles en la pared que se respetan pasen lo que pasen, uno parece perdido de otro tiempo. Extraviado a una cuadra del potrero:

Algún día se acordarán que aquí estamos

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