XIX

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Lloraban, opinaban, se quejaban, criticaban, juzgaban, parecían monos de la selva, escandalizados, manchados en sus sotanas, sus dedos asquerosos levantados, cantaban, se agrupaban, se indignaban, se indignaban con su indignación, vomitaban frases y salmos, le daban la espalda a su señor, volvían a llorar, rezaban, pedían rezar, callaban otras cosas, saltaban, y volvían a indignarse, y se quejaban un poco más y se les pasaban los días, las semanas, los meses, los años, y no se los veía construir el reino que defendían, y por las dudas otra vez ahí estaban quejándose, llorando, llamando al canal de noticias amigo, hablando en nombre de vaya uno a saber quién mientras se les veía las garras, el oro y una erección. 

Todo porque una joven había escrito en el frente de su casa:

Dejen de matarnos

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