XIV

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En el partido de San Fernando hay una línea de colectivo local. Es de esas que solo transitan las calles de una ciudad, con choferes que saludan a todo el mundo y que a veces dejan a los pasajeros en la esquina que lo soliciten. Algunas mañanas el ritmo del 710 es lento, vago, como si invitara a disfrutar de los adoquines de la calle Belgrano en un viaje a la nostalgia y al barrio.

Yo viajaba en uno esa mañana de julio. Iba sentado en los asientos del fondo, pensando en la nada prestando atención a todo. Incluso a lo que nunca prestaba. En una casa abandonada, que alguna vez lució frente blanco y ventanas con rejas azules, las letras decían:

Despiértenme cuando el invierno se calle la boca. 

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