XI

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Volvía con la luna como compañía y un leve neblina de invierno en el horizonte. De no ser por la poca visibilidad que tenía delante mía quizás no lo hubiese visto. Solo se podían ver las paredes de las casas a mi derecha. La calle invitaba a un silencio del alma.

Ahí, pequeño, en una casa que todavía reclamaba ser alquilada o vendida o liquidada, unas letras captaron mi atención:

Tengo atravesada una espina llena de excusas en el corazón.

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