XXVI

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Estaban juntos toda la tarde, todas las tardes, esa tarde eterna. Era una tarde o una noche, o quizás el resto de sus vidas. Soñaban que se amaban y se tomaban unos mates en el césped, con el sol abrazándolos y el concierto exclusivo de la naturaleza para ellos, en ese pequeño espacio verde en medio del gigante gris. 

Podía venirse la luna y ahí estaban ellos mirándose y besándose. 

Podía también venirse un cielo estrellado y otra mañana y otra y otra. Podían pasarse las bandas de rock, los mozos con el café, la ciudad y tantas otras cosas más. 

Se volvían a soñar y se volvían a pasar las tardes. Eran muchas, era esa tarde. 

Como un big bang que explotaba en ese instante. Un beso que creaba, un rayo de energía que no paraba de expandirse, un segundo lleno de instantes. 

Estaban juntos esa tarde que era una pero era todas. 

Era la vida.

Y un graffiti los había reunido una tarde, obvio, de abril cuando se dijeron al mismo tiempo: ¿Te gusta la frase?

Y el graffiti seguía ahí, con ellos dos. Con otros dos. Con tantos dos:

Es aquí y ahora. 

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