XXXIX

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-Desayuno casi todos los días en ese bar - me cuenta Rubén, 60 años, diario bajo el brazo y mientras disfruta la última medialuna de ese encuentro casual. 

-Casi- le digo yo

-Sí, casi. Algunas veces prefiero quedarme en casa tomando mate solo...

Presiento que algo no me quiere contar Rubén. Y creo sospechar bien. Hace unos años se le fue Susana, de un día para otro. Todavía lleva la alianza y el recuerdo de tantos viajes juntos. Sospecho que de vez en cuando -¿los domingos quizás?- Susana y Rubén se quedaban tomando mate en la cama hasta el mediodía. Quizás ahora Rubén retoma esa tradición cada tanto pero tomar mate solo cuando uno se acostumbra a tomar acompañado puede ser muy triste. Sospecho que por cada vez que se queda tomando mate en la cama como lo hacía con Susana después necesita días y días en el bar para recuperarse.  Es una teoría, no tengo demasiada información.

O quizás es por otra cosa. No lo se. 

- ¿Y por qué ese bar? - le pregunto al viejo gasista del barrio, a quien conozco desde siempre, es decir desde la infancia.

- Porque sí, tiene buen café.

El bar, en pleno centro de Martínez, tiene muy buen café, sí. Pero yo conozco un secreto. Algo que, me parece, explica por qué siempre camina hasta ese bar para desayunar casi todos los días de su vida. 

Es que frente al bar alguien pintó un mural sobre la pared de un centro cultural. Una obra hermosa de un artista del barrio. 

El mural muestra varias personas haciendo arte, pintando, bailando, dibujando. Y varias frases hacen de piso para el arte. Entre ellas una dice:

- El arte de pasar los días.

Rubén toma café casi todos los días mirando esa frase. Creo que eso lo explica. Es una teoría, no tengo demasiada información.

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