capítulo I

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El amor se puede encontrar en cualquier calle, de cualquier ciudad, de cualquier país de todo el mundo, no importa si ella se encontrara en Estados Unidos y él estuviera en China. Si son el uno para el otro, si son tal para cual, si son la Pareja Perfecta, se van a encontrar. (En serio lo harán).

El 70% de las parejas no se buscan, simplemente encuentran una casualidad, un momento, una parte de su vida que gira radicalmente y ¡BOM! Están allí, enfrente, uno del otro, sin esperarlo, sin buscarlo, sin planearlo. Simplemente sucede, y es hermoso cuando sucede, sientes que esa persona te hace sentir como ninguna otra, que se detiene el tiempo justo al ver esos ojos, ventana de esa alma que oculta secretos, secretos que quieres descubrir.
Ahora, ¿porqué digo todas estas cursilerías?
Porque son verdad, son reales, y todos soñamos con ese encuentro, todos queremos ese Gran Quizá en nuestras vidas, bueno, todos excepto Connor, el prácticamente tiene su vida planeada, vida perfecta llena de lujos y comodidades, nunca supo que es esforzarse por algo en su vida, creía que todo lo tenia resuelto, en el amor era todo un campeón,  pretendientes por doquier, otros chicos incluso deseaban esa vida, padres adinerados, consintiendo a su pequeño hijo Connor, aunque tenia un hermano mayor, éste ya no era tan atendido como lo era él, sin embargo, gracias a eso había aprendido a ser independiente y valorar la vida con sacrificio. Connor creía que el dinero que poseía era eterno, tenía planeado un futuro exitoso, una gota mas a ese vaso y se derramaría, como dicen por allí mejor se arruina.

¿Que pasará en la vida de este chico cuando Ángela aparezca?
Los azares del destino son impredecibles, y no los puedes evitar, ella pondrá todo su mundo de cabeza, sus planes se vendrán abajo, y entenderá, que es lo que realmente importa en esta vida. Bueno, ya les conté demasiado, mejor vamos a comenzar.














Se que están ansiosos.













Sigan bajando amores.












Ya casi llegamos.






....





Listo. COMENCEMOS.

La mañana de aquel miércoles no tenia nada de excepcional, todo era rutinario, mas bien, era como debía de ser. Ángela estaba en la mesa comiendo junto a su padre, desayunaban cereal con leche, curiosamente, casi siempre comían lo mismo, ambos tenían los mismos gustos en cuanto a la comida. Les encantaban las cosas simples, eran muy unidos y no se complicaban la vida comiendo cosas muy, (como diría Ángela) de gente elevada, aunque su padre era cocinero, sabía que el paladar de su hija no era nada sofisticado, y eso lo había heredado de él.

-¿Y tu hermano? - Preguntó el padre de Ángela

- No lo sé, Adam cuando termina con esa chica siempre sale a beber y llorar en las aceras, ya sabes como se pone. Yo ya no le digo nada, siempre hace lo que la regalada gana se le da, la perdona y ella vuelve a fallarle - respondió la chica mientras llevaba una cucharada de cereal a su boca.

- Jamás lo vi así por una mujer - comentó preocupado .

-¡ay papá! Nadie nunca lo vio antes con una mujer. - rieron - bueno, te dejo, me tengo que ir al taller, yo soy la encargada cuando Adam no está dispuesto a trabajar.

-regresa temprano a casa, tenemos que hablar ambos con tu hermano, y hay otros asuntos que debo tratar contigo pequeño ángel.

-Ángela papá, Ángela

-siempre serás mi pequeño Ángel - sonrió sincero.

Se despidió de su padre con un enorme beso en la frente y un abrazo por parte de él. Salió a la calle con su skate, bajando las gradas de su casa, cerro la puerta y se colocó una gorra con la visera hacia atrás, para que la dejase ver el camino que iba a recorrer.
Puso su tabla en la calle y subió el pie izquierdo, mientras con el otro daba avance para poder hacer girar las ruedas, poco a poco agarró la velocidad requerida y así, se fue al taller mecánico de su familia. En realidad era de Adam pero el no era el mejor jefe de todos. No mal interpreten, era muy compasivo, comprensivo y tolerante. Pero no era responsable y la responsabilidad es la que nos distingue en casi toda la vida.

Cuando pasó por la calle de los suburbios notó que había un semáforo que la detenía debido a su color rojo, así que esperó a que todos los autos pasaran, en eso el color cambio a verde en favor hacia ella y empezó a avanzar en su tabla de nuevo, cuando de pronto:

-¿Que te pasa imbécil?

- ¡Oh! Como lo siento, no te vi perdoname por favor es que iba de prisa y...

-¿Perdon? - la chica lo interrumpió- Acabas de tirarme con tu moto, ¿que no sabes leer semáforos?

- niña, te dije perdón. - ya no sonaba tan preocupado al ver que se encontraba en perfecto estado-

-gracias estoy bien, eso pasa por niños estúpidos como tú que creen que pueden ser dueños de las calles.

-per...

- Callate y recoge mi patineta.

El chico que hace unos segundos perdió el control de su moto y chocó con Ángela tomó la patineta y se dio cuenta que estaba quebrada de una parte.

- yo lo pagaré, no te preocupes, ¿cuanto cuesta una nueva?

- no lo sé - dijo ella un tanto apenada

el confundido le dijo que iba investigar y que le iba a comprar una nueva, o por lo menos darle el dinero que correspondía.

-¿donde puedo verte para pagarte?

- no quiero tu dinero, ve y con él toma lecciones de señales de tránsito.

- deja de insultarme, te pedí perdón mil veces...

-agradece que no llame a la policía, podría tener una daño cerebral, podría haber tenido un infarto del susto - Ángela aguantó la risa mientras veía como el chico se tornaba pálido de la cara

-¡no por favor! No llames a la policía

- ve al taller "Sparcks" que esta a dos cuadras de aqui y me llevas lo que me debes - sin dejar que el respondiera, ella tomó su patineta, y se fue cojiando fingidamente con una mirada pícara.

El chico pudo notar que era una chica de Barrio. De buenas a primeras brotaba su mala educación y soberbia. Pero... Le gustaban las chicas malas.

Volteó y él seguía viendo como ella parecía estar lastimada, cuando se hecho a reír y se fue sobre su patineta nuevamente.

El chico se había dado cuenta que había dejado su gorra en el suelo, con más razón quería volver a verla, su personalidad tan desaliñada le causaba curiosidad, tomó la gorra y arrancó su moto para seguir su destino.

A Ángela no le causó mayor impresión y pronto olvidó lo sucedido, sin saber que tan pequeño acontecimiento le cambiaría la vida para siempre.

No Soy Tu CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora