12.LUCEROS DE VIDA.

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Bea, Luz, Virginia, Diego, mis padres...todos y cada uno de ellos fueron indispensables para no volverme loca durante esos dos meses en los que David pareció estar muerto.

Pero además de ellos hubo alguien más. Alguien importante y del que aún no os he hablado, Jaime.

¿y quién es Jaime?

Jaime era mi mejor amigo. No sé en qué momento se convirtió en esa clase de amigo que está en las buenas pero sobre todo en las malas. Y si alguien te dice que un hombre no puede ser amigo de una mujer, solo amigos, miente o al menos yo lo pensaba en aquella época.

Jaime y yo íbamos al mismo instituto, pero son esa clase de personas que no sabes que existe, nunca las has visto incluso si te las mencionas no sabes de quién te hablan porque han pasado desapercibida a tu vista, y aún sigo sin comprender por qué, o quizás si lo sepa, por el destino, ese que pone a las personas en tu vida en el tiempo justo y el momento adecuado.

Aquella tarde Jaime apareció ante mí, con ese porte tan suyo como recién sacado de un catálogo del Zara para hombres. Apenas quedaba nada de ese Jaime que iba al instituto conmigo. Sus grandes ojos azules penetraron en profundidad con los míos. Como si traspasaran mi alma, como si supieran el dolor que sentía mi corazón.

Cuando llego a mi lado no dijo nada, tan solo me abrazó y aunque algo en mí se entrecogió no pude llorar. Ya no me quedaban lágrimas y tampoco me apetecía hacerlo. Jaime me hacía sentir mejor, su abrazo me liberó de la culpa, de mi sosiego al pensar en la tristeza.

-Donde te apetece ir? Dijo de repente, sin dejar de abrazarme fuerte y besar en un acto de ternura mi cabeza.

-No me importaría seguir aquí.- Le dije y era verdad. Por un momento me olvide que estábamos en medio del parque, de ese parque donde siempre quedábamos y donde siempre terminábamos años atrás, cuando éramos mucho más jóvenes y nos tomábamos la última antes de volver a casa. Esa última que duraba horas, porque nuestras conversaciones eran eternas.

-Conozco un sitio que puede gustarte. – le dije de repente, porque fue así de repente cuando me vino la idea a la mente de ese lugar al que íbamos aquellas tardes de inviernos, cuando hacía tanto frío que no podíamos dejar de tiritar. Ahora lo habían convertido en un pub al más estilo chilau, esos que tanto le gustaban a Jaime, con camas balinesas, música de ambiente de fondo, cockteles sin alcohol,...

-Jamás podré entender como fui capaz de dejarte escapar esa noche...

Y la primera sonrisa durante todos esos días apareció en mi cara, en mi vida y la provocó el.

Durante la época del insti, nunca crucé palabra con él. El cursaba un par de cursos por encima de mi, quizás no presté atención a que existía.

Un Viernes, de esos que salíamos las chica y yo después del insti fuimos a tomarnos algo y como es el Karma que te juega pasadas, cuando más ganas tienes de algo parace que todo juega en tu contra y todos lo bares estaban cerrados aún. Era demasiado pronto para el resto del mundo para comenzar la juega que nosotras queríamos pegarnos. Terminábamos nuestra época de exámenes y por una vez en la vida de Bea su madre no la castigaría sin móvil y sin ropa y eso era más que un motivo importante para celebrar.

El único bar que estaba abierto era el mismo donde Jaime trabajaba. Solo trabajaba los fines de semana, pero aquel viernes tuvo que cubrir a su compañero, que estaba enfermo. El Karma se lo curro.

Entramos en el bar, Bea quería una copa si o si, no había quién la frenara. Al abrir la puerta, nos impresionó la cantidad de gente que había. Siempre pensábamos que ese bar subsistía por alguna razón extraña. La razón era muy diferente. Era un bar para estudiantes, para charlar, jugar a los dardos y tomarse una copa tranquilamente y liberarse de todo eso que conlleva.

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