Había pasado aproximadamente una semana desde la confesión accidental de Fred y también hubieron unos cuantos accidentes entre el transcurso de esta.
Uno de ellos fue la aparición de Sirius Black en la torre de Gryffindor, en la que su hermano menor pudo haber salido gravemente herido, también el incidente de un enorme perro de color negro entrando al gran comedor y lanzándose felizmente sobre el profesor más temido de Hogwarts, algunos profesores estuvieron por castigar a los gemelos pesando que se debía a una de sus trastadas, sin embargo se toparon con la gran sorpresa de verse defendido por el mismo Severus Snape quien alegó que el perro era suyo y que había logrado escapar de su despacho de alguna manera.
Aquello dejó desconcertados al profesorado del castillo, a excepción de Albus Dumbledore quien sabía que el pocionista se llevaría una gran sorpresa al saber quien era realmente aquél perro.
Ahora Fred se encontraba recostado en la cama de su profesor de pociones, contándole todo lo que había pasado mientras acariciaba a Sirio como había decidido llamar el profesor a su mascota debido al “horroroso parecido de los ojos de su mascota con los de Sirius”.
—Entonces me quedé dormido...—terminó su relato el pelirrojo.
—No los he visto muy diferentes esta semana, por lo que puedo ver que cumplió su promesa.
—Si, aveces parece que hasta llega a olvidarse de ello—susurro recordando esa vez en la que coqueteo frente a él con total descaro a la chica Hufflepuff.
—Aveces ustedes suelen recordarme a los merodeadores—soltó Severus sin pensarlo realmente, logrando que Sirio levantara casi imperceptiblemente las orejas y que Fred abriera los ojos hasta el tope por el nombre.
—¿Los merodeadores?—pregunto con entusiasmo—.¿Quienes fueron? ¿Son de su época?.
El pocionista quiso golpearse ante su descuido y con toda la paciencia del mundo dejó la taza de té sobre su escritorio y bajó los papeles que leía anteriormente.
—Así es, son de mi época—la mirada del pocionista se perdió por la ventana que daba la vista perfecta del interior del lago negro, como si rememorara su tiempo estudiantil—.Eran unos rufianes.
Fred rió por lo bajo ante ello, imaginándose todos los desastres que pudieron causar aquellos chicos y lo extremadamente inteligentes que eran como para lograr hacer “el mapa del merodeador”.
»Filch los atrapó muy pocas veces en sus trastadas, siempre lograban salirse con la suya y en algunas ocasiones salieron inmunes de ellas; eran casi tan molestos como ustedes dos.
Señaló al único gemelo en la habitación, logrando que este sonriera complacido y que el perro en su abdomen moviera la cola, emocionado por saber como eran a los ojos del pocionista.
»Pero también tenían algo que ustedes no; eran crueles, tan crueles como para meterse con un chico que poco y nada les había hecho, solo por ser de una casa diferente, por ser amigo de una chica que sería la conquista del otro y sin pararse a pensar que tal vez ese chico que ellos odiaban por solo existir vivía un infierno constante en el lugar que debía ser su hogar.
En es momento, el pelirrojo logró darse cuenta que su profesor y confidente no hablaba más que de él mismo, le estaba contando que había sido víctima de cuatro chicos en su época escolar.
»No supieron cuantos problemas le causaron, la ansiedad que sentía cada que estaba solo en un pasillo, o cuando debía pensar en salir de la sala común a ver sus clases. Nunca supo como era que lo encontraban donde quiera que se escondiera, tampoco como llegaban tan rápido, solo buscando hacerle bromas crueles, dejándolo maltrecho, arrebatándole a la única amiga que tuvo alguna vez; pero también eran ingeniosos ¿sabes?.
Una pequeña sonrisa apareció en su rostro, una que por más que no desease mostraba dolor, tristeza.
»No todos lograban hacer bromas tan divertidas, claro, cuando no había un blanco en específico para ellas, igual, después de cada broma seguían teniendo el aprecio de todo Hogwarts, un casanova, un jugador de quiddich excepcional, el chico que lograba ganarse el aprecio de todos con una simple sonrisa y alguien más que sobraba, solo estando con ellos para creer que era alguien.
—¿Eran de diferentes casas?—preguntó casi en un susurro el menor.
—Oh no, todos de una sola casa, Lunatico, Colagusano, Canuto y Cornamenta, cuatro Gryffindor's.
—¿Cuales son sus nombres verdaderos?—la curiosidad del pelirrojo iba aumentando, quería saber quienes habían creado el mapa del merodeador, y aunque en parte se encontraba molesto por el daño que le habían causado a su profesor, la curiosidad podía más.
El profesor negó, restándole importancia al asunto y bebió de su té ya frío, no quería seguir hablando del tema; rememorarlo en su mente ya era suficiente.
El pelirrojo hizo un puchero que por poco logra derretir las barreras del pocionista, sin embargo haciendo amago de todos sus años manteniendo aquella coraza de frialdad impenetrable solo se levantó y fue a recostarse junto a el pelirrojo.
Notó que Sirio lo miraba con las orejas pegadas al cráneo, como si hubiera sido regañado por algo, cosa que lo extraño en demasía y más cuando este subió sobre el lloriqueando y metiendo su cabeza en el hueco que había entre su hombro y su cuello.
Lo primero que pasó por su mente fue que lo tenía demasiado mimado, pero poco le importó segundos después, cuando con cariño acarició el pelaje del animago.
—¿Crees que sienta que estas triste?—pregunto Fred, mirando con curiosidad a la mascota del pocionista.
—¿Por qué crees eso?.
—Se puso de esa forma cuando contabas lo de "ese chico"—hizo comillas con sus dedos y se recostó en el hombro del mayor buscando el calor que desprendía su cuerpo y el del animago.
Severus pareció pensar esa posibilidad, hasta sentir un lenguaetazo proporcionado por el can en sus labios.
—¡Ah! ¡Sirio!—se quejó mientras el pelirrojo se reía a carcajadas y el animago movía su cola buscando el perdón del pocionista, tanto por lo hecho años atrás como por el “beso” que le había dado, más por lo primero que por lo último.
•••Ya eran las dos de la mañana cuando el primogénito de los Black se encontraba en su forma humano, mirando el rostro tranquilo de el pocionista mientras dormía.
Mientras lo observaba se sentía la persona mas despreciable del mundo, preguntándose que había hecho Severus para merecer ser torturado durante toda su época escolar, pero cono imaginó no encontró absolutamente nada malo.
Recordó que varias veces intento ignorarlos y le hicieron cosas peores que bromas “infantiles”, cuando intento defenderse ocurrió lo mismo y algunos recuerdos más vagos le mostraron que aveces volvía a tomar el tren con moretones, en ese momento se dio cuenta a lo que se refería con "un infierno en el lugar que debería ser mi hogar". También lo dañaban en casa.
Nunca le preocupó demasiado ese tema, hasta llegó a reírse junto a James y Piter sobre ello, alegando que “era divertido”.
Ahora sabía lo que sentía aquél pelinegro callado y solitario, el porque no lo aceptaban en su casa y porque volvía con moretones después de vacaciones.
Logró ver esa sonrisa de tristeza surcar su rostro, logró ver como su instinto paterno salía a flote con la presencia del pelirrojo y sobre todo, lo cariñoso que podía ser cuando algo le agradaba.
Un movimiento a su lado lo alarmó, giró su cabeza vio que el pocionista lo buscaba a tientas, seguramente para abrazarlo y abrigarse con su calor; con cuidado se recostó y dejó que este lo abrazara y se recostara en su pecho aun con los ojos cerrados.
«¿Es posible enamorarse de la persona a la que le hacías daño?» Pensó y cerro sus ojos quedando dormido al instante.
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Mi rayo de luz (FredxGeorge)
RandomFred sabía que lo que sentía por su hermano no era amor fraternal, sabía que desde aquella tarde de verano los sentimientos que creía sentir por él habían cambiado drásticamente. ¿Trato de ocultarlo? Claro que sí, trató de hacerlo, pero hubo un inc...