Amor A Puertas Cerradas

Descubriendo lo poco que se de ti

A pesar de los contratiempos, la junta transcurrió con normalidad. Steve había preparado un plan de emergencia por si a su jefe se le ocurría no leer el informe de la reunión, pero, afortunadamente y para sorpresa de muchos, el castaño había leído el informe y se desenvolvió con una naturalidad tal, que no parecía que hubiera leído el informe hace unos pocos minutos, pero, era de esperarse, después de todo se trataba de Anthony Stark.

Ahora, Steven se encontraba haciendo el papeleo y preparando los respectivos arreglos que el gobierno había hecho en el contrato, para mandarlos, y que se los regresaran firmados.

El frío azotaba fuertemente la ciudad, y a pesar de sus extremidades congeladas y del titiriteó constante de su cuerpo, Steve se encontraba trabajando con gran diligencia, todo, bajo la atenta mirada de cuatro pares de ojos, que preocupados por el chico, no apartaban la vista de sus acciones.

Al finalizar su tarea, con paso calmo se dirigió hasta la oficina del castaño y llamó con suavidad a la puerta, esperando la orden de ingreso. Al recibir el pase, entro a la oficina, y ¡oh, sorpresa! Su jefe se encontraba haciendo su segunda actividad favorita después de estar de cama en cama; beber.

El castaño se encontraba con una copa de whisky en su mano, mientras ojeaba desinteresadamente un par de documentos. El rubio suspiró con hastío, para acercarse hasta el escritorio del mayor y tenderle sobre el escritorio los folders que llevaba en sus manos.

-y que me traes ahora, mi pequeño Stevie- le dijo en son de burla, mientras le miraba fijamente y bebía de su copa.

-Señor Stark, le agradecería que evitara beber en horas laborales, se que implica demasiado esfuerzo para usted, pero, yo y los demás empleados que trabajamos para usted merecemos respeto- dijo con molestia el rubio. Más que decirlo por los demás, lo hacia por la preocupación que sentía por la salud del castaño. Odiaba verlo alcoholizarse tanto o más que lo que odiaba saber que compartía sus noches con otros, pero su única manera de demostrar su preocupación era esa, no podía delatar sus sentimientos frente a ese hombre. -le traigo los contratos ya corregidos, solo precisan de que los revise y los firme, para mandarlos a primera hora a la oficina del secretario de defensa- informó, mientras le mostraba el contenido de las distintas carpetas. Fue inevitable que sus manos se tocaran suavemente, pero ese pequeño toque fue más que suficiente para causarle un escalofrío y acelerar los latidos de su corazón. Pudo notar con precisión el contraste que había entre sus temperaturas corporales; mientras que el castaño se encontraba cálido, su pálida piel tenía una temperatura similar a la de un hielo.

-Sabes, Rogers, tu porte y la manera en la que siempre me mandas se parece a la de uno de esos capitanes del ejército, uno muy pequeño, por cierto, y la temperatura de tu cuerpo es igual a la de un hielo; en verdad te estas congelando- comento con socarronería y con los efectos del alcohol presentes en su cuerpo, anulandole una que otra capacidad de raciocinio.

-Señor Stark... - dijo con molestia y a modo de advertencia, a veces se preguntaba como había terminado enamorado de ese hombre. Su paciencia era enorme, pero ese hombre parecía ponerle a prueba.

-¡oh, ya se! ¡Te llamaré Capipaleta!- exclamó como niño pequeño, causando la mirada furibunda del de ojos celestes.

-¡Señor Stark, le voy a pedir el favor que me llame por mi nombre! - exclamó molesto, mientras lo acuchillaba con la mirada. No pudo evitar el sentirse decepcionado de las palabras de su jefe. En algún rincón de su subconsciente pensó que su jefe se preocuparía por su bienestar. Ignoró la molestia que sentía en el pecho y le sostuvo la mirada al magnate, que le miraba de una forma que no podía explicar.

-¡vamos Rogers! No seas tan amargado, además podrías ser un poco mas flexible y tratarme de tú como lo hacen algunos de mis empleados- comentó con tranquilidad, mientras que no apartaba su mirada del contrario.