Un día Cualquiera

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Unas manos calientes y un poco rasposas, recorrían su anatomía con firmeza y delicadeza, mientras sus manos se aferreaban con fuerza a las sabanas y su cuerpo se removía por las intensas sensaciones que experimentaba con total deleite, expectación y lujuria sobre la cómoda y amplía cama.

Sus piernas abiertas se estremecían de placer, cuando el prominente y erecto miembro del hombre desnudo arriba suyo golpeaba contra su miembro o su trasero, sacándole gemidos, que eran acallados con las falanges que se encontraban invadiendo su boca, y empapándose de su saliva.

Y todo su cuerpo vibraba, por el cálido aliento del hombre que se encontraba en su cuello, besándolo, succionando, mordiendo y marcando todo a su paso.

—¿lo quieres? ¿quieres que te la meta?— pronuncio susurrante en su oído, mientras sacaba las falanges de su pequeña y rosada boca, y las deslizaba con lentitud y sensualidad desde sus labios, pasando por su cuello, pecho y abdomen, para luego pasar por uno de sus muslos, hasta llegar a su entrada, donde ingresó uno de sus dedos con suavidad, sacándole un fuerte gemido.

—vamos, Rogers, quiero oír tu respuesta— dijo con el mismo tono de voz, mientras aceleraba el movimiento de su mano y frotaba su erección contra la del rubio, sacándole gemidos y jadeos que el ojiazul intentaba callar. Un dedo más se unió a los dedos en su interior, y no pudo el evitar gemir por mas tiempo, por lo que sus sonidos se escuchaban fuertes y claros, llenando de satisfacción al hombre arriba suyo.

—vamos Steven, se que te mueres por decírmelo. Quieres que te folle hasta quedarte seco, se que lo deseas, yo lo puedo ver en tus ojos, solo debes pedírmelo, Pídeme que te folle y con gusto lo haré— susurro sucia, pícara y seductoramente en su oído, para después bajar a su cuello y divertirse besando todo a su alrededor, mientras introducía un tercer dedo en la entrada del rubio y simulaba embestidas, y acabando con la poca moral y cordura que le quedaba al pobre chico, que con la voz jadeante y con el rostro más seductor y erótico que el hombre haya visto, le susurro...

—que esperas, follame, soy todo tuyo... Tony...

°•°•°•°•

Despertó de golpe, con su pequeño cuerpo empapado de sudor y con un gran bulto dentro del pantalón de su ropa de dormir. Paso con desesperación sus manos por su rostro, hasta la raíz de sus rubios cabellos, alborotandolos con frustración.

Esto no podía continuar así, no podía seguir amando y deseando a su jefe de la manera tan brutal en la que lo hacia, Anthony Stark era un picaflor, un playboy que solo andaba de cama en cama, debía dejar se hacerse ilusiones estúpidas con aquel hombre con cuerpo de pecado, que lo atraía como abeja a la miel, debía dejar de pensar que tan siquiera, un hombre tan distinguido e importante como él, se iba a fijar en un chico tan escuálido, torpe y sin gracia.

Anthony Stark era un hombre tan guapo, que podía tener a la persona que quisiese con él, hombre o mujer, no importaba el genero, y bien que se lo había demostrado, pues día a día tenia que observar a los chicos y chicas que, con una sonrisa boba y la ropa desarreglada o a medio poner, salían más que satisfechos de la oficina de su jefe, y en más ocasiones de las que podía contar, había tenido que ir personalmente a sacarlos.

Y, quizás lo más importante en todo esto, es que Anthony Stark era un hombre de una sola noche, un hombre que jamas se fijaría en él ni de forma sexual y mucho menos de forma romántica, un hombre que jamas correspondería a esos sentimientos que le quemaban por dentro, y que le lastimaban con severidad, por la intensidad de los mismos.

Amor A Puertas CerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora