Bucky Barnes, la competencia

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Antes de empezar, quiero decirles que no, el fic no tiene Stucky, gracias.

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Amaneció y el dulce olor de las fresas y la vainilla inundo sus fosas nasales. Abrió sus orbes castañas y una feliz sonrisa se dibujo en sus labios, al descubrir que la dulce fragancia provenía del chico a su lado. ¡Dios! Se sentía tan feliz, tan liviano y sentía un agradable calorcito en su cuerpo, que nada tenia que ver con su temperatura corporal.

Si era tan hermoso despertar al lado del ser querido, quería hacerlo todos los días de su vida. Y era irónico pensar, que todas aquellas noches de pasión buscando en cuerpos "perfectos" la felicidad, el calor y la paz que jamás había podido encontrar, terminara hallándola al lado de su secretario y con el simple hecho de compartir su calor a través un abrazo tranquilo y sin segundas intenciones, con el mas puro y sincero de los afectos.

Deslizo sus dedos, con suavidad, a lo largo del antebrazo cálido y desnudo del chico, deleitándose con lo tersa que era su piel, y sintiéndose como un adolescente virgen, beso una de sus mejillas, sintiéndose un completo y idiota por actuar de esa manera; pero un idiota feliz, cabe aclarar. Se sentía tan bien estar así.

Un suspiro de resignación salio de sus labios, antes de, en contra de su voluntad, deshacerse del hermoso y caluroso arrullo, pues si Rogers despertaba y los veía de esa manera, era seguro que lo iba matar, o peor aun, iba a renunciar a la compañía y desaparecería por acoso laboral.

Se levanto con desgana y miro la hora en su costoso reloj, que se encontraba en la mesilla, al lado de su cama. Las 6:45 de la mañana, giro su rostro al lado contrario de la cama y sonrió, desde que ese rubio era su asistente, tenia la costumbre de despertar temprano todas las mañanas. La verdad es que el chico tenia métodos persuasivos muy efectivos. Si ese chico supiera el poder que tenia sobre él.

Tomó lo primero que encontró y bajo al taller, estaba feliz y no había mejor forma de celebrarlo que construyendo, armando y desarmando cosas.

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No paso mucho, para que el rubio durmiente se despertara de su cómoda siesta. Se asusto al no saber donde se encontraba y lo extraño que era el lugar, pero luego recordó lo sucedido el día anterior y se tranquilizo un poco.

—Buenos días, Señor Rogers, son las siete de la mañana y hace un día soleado— avisó JARVIS mientras retiraba la oscuridad de las grandes ventanas y permitía que la luz del sol entrara en la habitación.

Aún no terminaba de asimilarlo del todo, pero al parecer, lo sucedido el día anterior no había sido producto de su imaginación. Rodó en la cama hasta alcanzar la otra almohada, y se deleito llenándose las fosas nasales del delicioso aroma de su jefe, descubriendo con alegría, que la cama conservaba un poco de calor; Tony si había dormido con él.

Una sonrisa boba se dibujo en su rostro y con extrañas energías que no sabía de donde habían salido, se levanto y se calzó con sus zapatos para dirigirse a la cocina, le prepararía el desayuno a Tony, para agradecerle por todo lo que había hecho por él el día anterior.

—Jarvis, podrías por favor decirme donde esta la cocina y ayudarme un poco— pidió.

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Tony se encontraba trabajando duramente en el taller, sus manos envueltas por dos gruesos guantes de cuero, giraban la llave de una válvula, que regulaba la energía que alimentaba su ostentosa mansión. Había encontrado la clave para mejorar el reactor Arc, una de las pocas cosas buenas que había hecho su padre en vida, y solo bastó una siesta al lado del amor de su vida, para que la solución llegara a su mente, disparada como un proyectil y sin ningún tipo de delicadeza.

Amor A Puertas CerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora