Luna de miel

5.2K 389 70
                                    

Steve y Tony se encontraban en la que sería su casa por las próximas dos semanas. Tony, una vez llegaron a su habitación, le pidió que le esperara en la cama, a lo que él, extrañado, obedeció, mientras observaba al castaño desaparecer tras la puerta del baño.

Cansado, se dejo caer sobre la cama y alzó la mano, admirando el brillo de su anillo de compromiso y el de matrimonio, el cual ya podía llevar con libertad. Si alguien le hubiese dicho hace año y medio que se casaría con Anthony Stark, seguramente se habría reído y lo habría negado con vehemencia, pero era real, y la prueba estaba allí.

El sonido de la puerta al abrirse lo saco de sus cavilaciones, por lo que se sentó y le sonrió a su ahora esposo, el cual venia envuelto en una bata, pero la sonrisa se borro de su rostro a la par de que este la abría, revelando unas muy elaboradas y finas piezas de lencería masculina en color blanco. Steve vio con deleite como aquel liguero se cernía con perfección sobre su cadera, como aquellas finas y transparentes medias blancas se ajustaban tan bien a sus carnosas piernas y como aquella pequeña tanguita blanca no dejaba nada a la imaginación. El rubio solo atino a tragar saliva, mientras devoraba con la vista a su ardiente pareja.

—te gusta lo que ves, Stevie— le murmuró pícaro, mientras avanzaba caminando de forma seductora, al lugar donde se encontraba el rubio, completamente sonrojado, caliente y sorprendido.

—Tony...— murmuró con la voz ronca, mientras se ponía de pie y alcanzaba al castaño, mirándolo detalladamente y tomándolo de la cintura.

—sabes Steve, hay algo que aún no hemos hecho tu y yo, he estado algo impaciente, pero creo que ha llegado el momento— le dijo lujurioso, mientras bajaba a buscar sus labios y lo conducía de regreso hasta la cama, donde lo empujo suavemente, para luego sentarse arriba de sus caderas, justo sobre su hombría.

—Tony... Pero yo creo que aún...— trato de hablar, completamente nervioso, mientras tomaba de las caderas al contrario, buscando detenerlo, puesto que había empezado a mecerse suavemente sobre su miembro.

—shhhhh... Deja el miedo de lado, abuelo. Lo que vas a hacer es lo mismo que suelo hacerte a ti y estás más que listo para hacerlo, además, no planeo conformarme con lo mismo de siempre— le dijo con deseo, me mientras empezaba a desvestirlo.

—si eso es lo que deseas, Tony— dijo entre suspiros, cediendo finalmente, pues, el castaño había empezado a moverse sobre él, estimulando su erección.

El rubio acarició con sumo detalle toda la piel expuesta del castaño, al tiempo que le besaba, mientras este le despojaba de sus vestiduras.

El castaño estaba nervioso, sería su primera vez por allí atrás, pero Steve parecía disfrutar cuando lo hacían, además de que quería obtener la virginidad del rubio y poder entregarle, en retribución, la suya propia.

Al principio, el rubio se mostraba reacio a lo que el castaño le proponía, pero, cuando quiso darse cuenta, ya se encontraba recostado sobre él en la espaciosa cama, besándole con lujuria, mientras sus tímidas e inseguras manos recorrían la piel expuesta y de vez en cuando, se entretenían jugando con el encaje.

Para este momento, se encontraba libre de cualquier prenda que cubriese su cuerpo, contrario a Tony, quien aún conservaba todas las piezas de aquella lencería sobre su cuerpo, Steve se había rehusado a despojarlo de ellas, y cuando Tony le reclamó por este hecho, fue silenciado por un fogoso beso del rubio, quien le miró con picardía y le dijo que no pensaba quitarle absolutamente nada hasta que llegarán al final, lo cual encendió aún más a Tony, pues sentía satisfacción y excitación al haber descubierto el lado más pervertido y sucio de su tierno e inocente esposo.

El rubio lentamente recorría la piel expuesta con sus labios, besando y marcando la piel canela a su antojo, mientras miraba intensa y fijamente al castaño, quien se sentía llegar al límite por la mirada tan lujuriosa y lasciva que le daba el menor, y eso que casi no se había tocado.

Amor A Puertas CerradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora