CAP. 11

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NOAH.

Histérica. Así es como estaba. ¿Enserio se creía que podía venir a mi casa, entrar en mi cuarto como si nada y reírse en mi cara?

Al principio estaba muy nerviosa, no sabía como actuar ni qué decirle. Y no era capaz ni de mirarle a la cara, me daba vergüenza que se diera cuenta del efecto que tiene sobre mi. Sentía mas de una vez su mirada en mi cuerpo y sin darme cuenta me ruborizaba. No entendía porque me miraba tanto hasta que me di cuenta. El "pijama".

En verano suelo dormir con camisetas extra grandes, y la que llevaba dejaba poco para la imaginación, aunque era bastante ridículo porque era de bob esponja. Entonces, me cubrí el pecho lo más rápido que pude con los brazos. Fue como un acto reflejo.

No sé como conseguí preguntarle haber porque había venido.  Estaba destrozada. Volver a verlo después de tanto tiempo fue como si me dispararan cien balas directas al corazón.

¿Qué si le había olvidado en los tres años que estuvimos separados? Jamás. No ha habido ni un solo día que no me haya acordado de él. Los dos primeros años fueron horribles. A las noches me metía a la cama llorando y siempre me despertaba de madrugada con la misma pesadilla. Kylliam y Anna metiéndose conmigo y después besándose.

Mi hermana Ley, era la única que sabía acerca de mis pesadillas y un día me dijo que ya era hora de acabar con ellas. Hicimos durante semanas terapia de hermanas, y gracias a ella aprendí a guardar todos y cada uno de los sentimientos que tenía hacia Kylliam en lo más profundo de mi para que no me afectaran en absoluto.

Y lo conseguí. Conseguí guardar cada pizca de sentimiento que tenía hacia él y crear un muro alrededor de ellos para que nadie jamás pudiera sacarlos de nuevo. Pero con lo que no contaba era con verle de nuevo después de tanto tiempo. Todas las barreras y murallas que estuve construyendo durante estos años se fueron a la mierda cuando le vi en la discoteca.

Estaba perdida de nuevo, y no se porque pero presentía que esta vez no encontraría la salida ni con ayuda de Ley. Y eso si que me aterraba de cojones.

Me dolió verle. Pero lo que más me dolió, fue que se riera de mí en mi cara. Me sentí estúpida por haberle dejado entrar como si nada después de todo y que responda así. Fui idiota, pensaba que íbamos a hacer las paces, tenía la esperanza de que había venido para arreglar las cosas, no para hacerme sentir peor de lo que ya estaba.

No me lo pensé dos veces. Me puse de espaldas a el, cogí el móvil y marque el 911 para llamar a la policía. El seguía riéndose así que no se estaba enterando de nada hasta que me escuchó pronunciar estas palabras.

- Hay un chico en mi habitación que me esta acosando.

Un segundo. Ese es el tiempo que tardó en levantarse de la cama y quitarme el móvil de la mano, colgó la llamada y lanzó el móvil a la cama. Me gire con intención de encararme a él, pero al hacerlo me arrepentí de inmediato.

No me di cuenta de lo cerca que estábamos.

Estábamos a tan solo centímetros de distancia, mejor dicho, milímetros. Mi espalda estaba contra la pared y nuestros pechos estaban pegados el uno al otro. Podía notar cada músculo de su cuerpo en mi.

Su cercanía me estaba matando, por un momento pensaba que me volvía loca. No era capaz de pensar en nada, tenía la mente en blanco y me temblaba todo el cuerpo. No era capaz de sostenerme en pie y aunque me molestase, él se dio cuenta y hizo algo que empeoró las cosas.

Puso una mano en mi cadera, moviéndola hacia atrás hasta dejarla justo en el final de mi espalda y me acercó aun más al él. Noté su erección debajo de mi vientre y olas de calor me atacaron sin cesar. Y aunque me cueste admitirlo, activó cada célula de mi cuerpo y me excitó muchísimo.

Nuestras frentes estaban casi pegadas y con el mínimo movimiento, nuestros labios también lo estarían. No sabía lo que estaba haciendo, ni en donde me metía, pero lo hice.  Metí las manos por debajo de su camiseta, y con el simple roce de mis dedos con su cuerpo, se le puso la piel de gallina y me gustó pensar que con un solo roce yo le había causado eso.

Empecé poniendo las manos en su pecho, y después fui bajando lentamente por sus abdominales, recorriendo cada parte de ellos con mis dedos. A medida que iba bajando, su erección iba creciendo y yo cada vez me ponía más y más.

Cuando llegué hasta abajo de sus abdominales, estaba muy confusa, pero sobre todo descontrolada. Actuaba sin pensar, no era consciente de lo que estaba haciendo. Me dejaba llevar por mis sentimientos. Nunca antes lo había hecho con alguien, ni siquiera con Kylliam. ¿Qué si estaba nerviosa? Como un flan. Pero estaba tan excitada que lo único que quería era tenerlo por y para mi lo más cerca posible.

Después de toda la noche evitando que nuestras miradas se cruzasen, con las manos en su cinturón, levanté la vista y le miré a los ojos. No me di cuenta hasta ese momento, que él me había estado mirando todo el rato, en cada cosa que hacía.

Sus ojos. Diría que son la cosa más adictiva que haya conocido jamás. Son tan intensos y a la vez tan misteriosos que le hacen todavía más atractivo de lo que es. Tenía las pupilas muy dilatadas y se notaba el deseo.

Sin apartar mis ojos de los suyos, le desabroché el cinturón lentamente y lo tiré al suelo. No paraba de mirarme a los labios y me estaba tentando. No le iba a dar un beso, no después de todo. Le estaba poniendo a prueba, quería saber hasta dónde sería capaz de llegar después de todo lo que pasamos.

Desabroché el botón del pantalón, y cuando empecé a bajar la cremallera de la bragueta, apartó sus manos de mi cintura y agarró las mías deteniendo lo que estaba haciendo.

Aunque no estoy segura si fue buena idea ponerle a prueba. Quien juega con fuego se quema, y acabé quemándome.

Me subió los brazos por encima de la cabeza y agarró mis muñecas con una mano atrapándolas contra la pared. No podía moverme, estaba expuesta a él. Me recorrió el cuerpo con la mirada, hasta llegar a mis labios y con la mano que tenía libre, pasó uno de sus dedos por mi labio inferior, provocándome millones de sentimientos en el estómago.

Después de rozarme el labio, ese mismo dedo bajó por mi mandíbula y cuello, pasó por mis clavículas de derecha a izquierda y siguió bajando entre mis pechos. Se paró en la parte inferior de mi vientre, dos centímetros más arriba de la zona prohibida.

Salió un gemido de mi garganta, fue algo inesperado para los dos. Me puse roja de la vergüenza, pero a él, parece ser que le gusto como respondí a lo que me hacía.

Parecía que ahora era él quien me ponía a prueba, y por su expresión, diría que se divertía mucho con eso.

Puso su rodilla derecha entre mis piernas, y presionó. Arqueé la espalda al segundo. Ya no podía más, me estaba matando.

Me soltó las muñecas, y me agarré a sus hombros para no caerme. En ese momento no era persona, Noah Waiter se había evaporado.

Se acercó tanto a mi, que nuestros labios casi se tocaban. Si dijera que no me moría por besarle en ese momento estaría mintiendo.

Abrió la boca, y al hacerlo nuestros labios se rozaron muy poco, pero para mi fue mucho. Pensaba que me iba a besar, y estaba preparada. Pero no lo hizo.

Con la voz muy ronca y llena de deseo, susurro mi nombre y casi me desmayé. Metió las manos por debajo de mi camiseta, colocándolas en mi trasero y empezó a apretarlo, lo que provocó que mi piel ardiera por todas partes. Y de mientras,  empezó a darme besos muy calientes en el cuello.

Se me pusieron los pelos de punta.

¿Estaba en el cielo? No lo se. Eso parecía más el infierno, algo muy tentador y que descoloca la mente por completo. Nunca nadie me había hecho sentir tanto deseo. No era capaz de pensar con claridad, y mucho menos de decir algo coherente. La situación me podía, la excitación, el deseo, él.  

Kylliam me podía. Los dos sabíamos que lo que estábamos haciendo estaba mal, pero no podíamos parar. Él era mi fruta prohibida y yo la suya, y nosotros ya estábamos comiendo de ella.

¿Cómo terminará todo esto? Ni idea. Lo que sí sé es que no quería parar. Quería más. Quería tenerlo lo más cerca posible de mi, que no corriera el aire entre nosotros, y que jamás dejara de tocarme. Aunque también me hubiera gustado, que jamás hubiese dejado de quererme.

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