Capitulo 6

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Mientras el sol mostraba signos de que se asomaba el atardecer, Kouki se encontraba en el último tren que tendría que tomar hasta llegar a las afueras de la ciudad y ser recogido nuevamente por aquel auto negro y su chofer. Todo estaría perfecto si el día no hubiera salido todo lo contrario a lo que había planeado, llegando a cansarlo para el final de la jornada.

Para empezar, temprano en ese mismo día, al salir del orfanato los mayores lo impidieron despedirse de los niños con la excusa de que sería más difícil, tanto para él como para los niños, el hecho de que partiría y de que no sabía cuándo volvería. En eso tal vez tuvieran razón, Furihata era demasiado apegado a esos niños y viceversa. Kouki no lograba verse a sí mismo despedirse de los niños si estos comenzaban a llorar y rogar para que permaneciera, lo único que pudo hacer fue darles un beso de despedida a cada uno mientras dormían, mientras a él se le resbalaban unas suaves gotas de lágrimas en el proceso.

Lo otro fue que planeaba pasar por la cafetería donde trabajaba para despedirse de todos, se dirigió al local y al entrar se encontró con una pequeña fiesta de despedida en la cocina. Por supuesto que eso lo emociono bastante y sintió aún más aprecio por sus compañeros. Todo transcurría bien hasta que Fuji tropezó y estropeo el pastel de nueces dedicado especialmente a él, la mayoría lo regañó, pero el castaño simplemente agradeció la intención y dijo que no era para tanto. Paso la mayor parte del tiempo allí, compartiendo con su antiguo Jefe y sus excompañeros de trabajo, pero al llegar la hora, tuvo que despedirse. Todos los de la cafetería lo abrazaron y le desearon la mejor de las suertes.

(...)

Dejando aquel bosque extenso y el atardecer, para dar paso a la mansión en medio de la nada con un cielo iluminado de estrellas, Kouki se acercaba al local. Al llegar a un punto, pudo distinguir a Kasamatsu que lo estaba esperando en la puerta de entrada. Al bajar del auto lo primero que sintió fue una fría brisa que estremeció a su cuerpo, al castaño no se le ocurrió que haría frío por lo cual solo iba con una polera y un pantalón para nada abrigadores. Yukio logró percatarse de aquello y rápidamente se dirigió hacia Kouki.

—Furihata, realmente hace frio aquí afuera y si sigues aquí te resfriarás, entremos El pelinegro lo tomó de la muñeca dispuesto a arrastrarlo hacia dentro de la mansión, pero obtuvo una leve resistencia.

—Pero mis cosas...

—El chofer las traerá, no te preocupes por eso — Siguió arrastrándolo esta vez sin recibir ninguna resistencia.

Una vez adentro el mayor lo llevó a una de las pequeñas salas de la mansión, la cual Furihata reconoció como la sala en que lo habían llevado la primera vez, tomo asiento en uno de los sofás y dirigió su vista a una de las ventanas percatándose de que comenzaban a caer levemente gotas de lluvia.

—Tus cosas serán llevadas a tu habitación — Tomó la palabra Yukio — No sé di deseas tomar una ducha primero o pasar directamente a cenar...

—Me gustaría pasar a cenar... — Mencionó tímidamente — Además, Kasamatsu-san me gustaría preguntarle algo...

—¿Necesitas algo?

—No... En realidad, solo quería saber... ¿Por qué me trata con tanta familiaridad? — Furihata no paso por alto la forma con la que le trataba el pelinegro y eso lo preocupaba levemente.

—¿Por qué no habría de hacerlo? Eres parte de nosotros ahora — Tras esas palabras, le brindo una leve sonrisa al menor, el cual simplemente asintió feliz de ser parte de algo aún mayor.

—¡Ya estás aquí! — De manera rápida y estruendosa hizo su aparición, acompañado de un castaño que estaba avergonzado de la actitud del pelinegro. Kazunari no perdió el tiempo y se lanzó para abrazar al castaño fuertemente.

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