Punto y Aparte 5.

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—¿Akashicchi?

—Buenas noches, Ryota. — Saludó el de orbes rubíes mientras entraba a la pequeña y descuidada casa.

—Es un crío humano... — Habló el acompañante al percatarse del pequeño niño frente a la puerta que impedía su paso.

—Yukiocchi, ven. — Llamó el rubio, poniéndose de rodillas para atrapar al menor que corría hacia él. Tomó al pelinegro y lo alzó, abrazándolo en un gesto protector.

—¿Kise-chin también come niños? — Cuestionó, teniendo cuidado con la puerta al entrar, esta era algo baja para su gran estatura.

—Algunos pueden ser más crueles que tú, Atsushi. — Mencionó Akashi, observando atentamente a los residentes de tal cabaña. — ¿No es así, Ryota? — Las miradas hostiles hicieron acto de presencia en ese momento, entre el interlocutor y el receptor.

—¿Por qué están aquí? — Preguntó bruscamente, no podía suponer nada bueno con la presencia de ambos.

Murasakibara Atsushi, un licántropo flojo asaltador de tiendas bajo el manto nocturno. Y Akashi Seijuro, un Ser aparecido de la nada hace unas décadas en el país y del cual poco se sabe.

Por lo que, conociéndolos de antemano, Kise no lograba comprender cómo dos Seres tan distintos pueden en ese instante estar frente a él compartiendo un mismo espacio.

—No es necesaria la hostilidad, no hemos venido por mal.

—Entonces, ¿qué?

—Aka-chin vino para ofrecerte una propuesta. — Mencionó el más alto mientras se dirigía a la precaria heladera ubicada a un costado del local. Al abrirla quedó decepcionado.

—Kise Nii-san... ¿qué es una propuesta? — Habló por lo bajo a quien le sostenía, pero este únicamente lo observó y apretó levemente una de sus mejillas.

—No estoy interesado en mierda alguna.

—Kise Nii-san esa es una palabra fea. — Regañó el menor. El contrario respondió apretado nuevamente su mejilla.

—Lo estarás, — Habló el pelifresa. — ya que son dos las opciones. Aceptarla o morir. — Ante esto el rubio frunció el ceño.

—¿Crees que podrás si quiera tocarme? — Desafío.

—No tengo porqué ensuciarme las manos.

—Yo lo haré, es mi trabajo. — Informó Murasakibara, lo cual irritó aún más al contrario.

Ya a que después de todo, desde el principio de las eras, su especie y la de los lobos han sido némesis.

—Y bien, ¿estás dispuesto a oír? — Kise se vio obligado a ceder, no debía ocasionar disturbios, al menos no ante el niño en sus brazos. Los dos invitados fueron ubicados en el sofá mientras que Ryota optó por quedar en el suelo y distraer con juguetes al menor. — En este último año, el Reino vecino ha estado realizando, con mucha confianza, constantes amenazas de guerra. Es sabido por todos que no tendrían oportunidad ante la Armada Real, pero en la última semana un espía infiltrado reportó al Rey un infortunio. Al parecer han acoplado a Seres a su armada militar. — La noticia sorprendió al rubio, nunca había oído hablar de algo parecido en otros lugares. — Debido a esto su Majestad optó por contrarrestarlos con el mismo patrón con variación en la estrategia.

—Tonto, ¿no? — Habló con pereza el más alto mientras observaba atentamente al niño jugar con su osito.

—¿Y eso cómo me incumbe?

—El Rey obligó a sus hombres buscar a los Seres con más coacción a lo largo de sus tierras, — Akashi realizó una pausa y observó confundido como el rubio ubicó en sus brazos al niño ya que este había comenzado a dormitar. — y para ser breves, tú entras en tal categoría.

—¿Eres uno de los hombres del Rey ahora, Akashicchi? — Cuestionó divertido.

—También lo serías si vieras lo que ofrecen, Kise-chin. — El mencionado suspiró y se levantó con el crío en brazos.

—Lo siento, pero no me interesa ayudar a los idiotas que viven persiguiendo mi cabeza. — Con esto dicho se encaminó a su habitación.

—He dicho que solo tenía dos opciones, Ryota. — Advirtió también levantándose del sofá. Kise detuvo su andar y observó a sus invitados.

—Me haré una tercera opción, espérame unos minutos y vendré a quitarles la cabeza a ti y ese perro. — Atsushi frunció el ceño.

—¿Por qué debería? — Cuestionó el pelifresa. — ¿Por esto? — En cosa de segundos se movió y para cuando había regresado a su lugar ya sostenía en brazos al niño.

—Devuélvemelo. — Exigió irritado.

—¿Nii-san?... — Por el movimiento, el menor despertó y se cuestionó al no ver a su tutor.

—De nuevo, ¿por qué debería? — En ese momento Seijuro entregó al menor en las manos del licántropo, que lo sostuvo por la remera, dejando al pequeño colgando. Esto logró enfurecer a Kise, que se propuso a abalanzarse sobre ambos, pero detuvo sus acciones al ver como la mano del pelifresa iba a parar en el pecho del niño.

—¡Nii-san! — Llamó mientras intentaba soltarse, comprendía que era malo estar en manos ajenas.

—Por lo que veo no creo que sea tu simple cena de media noche, ¿o sí? — Kise había sido descubierto. — Esto es de lo más peculiar, de todos lo Seres, ¿tú llevarte bien con un humano?

—Suéltalo, no tiene nada que ver en esto.

—Desde que pueda usarlo contra ti, sí.

—¡Nii-san! — Exclamó nuevamente, comenzaba a dolerle el estar colgado.

—Dime, Ryota, ¿dónde siquiera están sus padres? — El rubio no podía responder, no ante la única víctima.

—Señor... — Llamó con cautela. — Papá y mamá están de viaje, Kise Nii-san me cuida mientras ellos no están.

—Oh, ya veo... — Era una obvia mentira. — ¿Eso le dijiste? —Nuevamente no respondió.

—Es lindo. — Mencionó Atsushi refiriéndose al pequeño.

—Querías una tercera opción, ahora te la daré. Ven con nosotros o el niño irá con sus padres. — Una sutil mención para Yukio, pero una obvia amenaza para Kise.

—¡Nii-san, ¿iré con papá y mamá?! — Preguntó ilusionado mientras aun intentaba soltarse.

Por segundos hubo un silencio cubierto de tensión, uno en el cual el dueño del local se cuestionaba si realmente valía la pena renegarse o si tal vez tendría la oportunidad de salir ileso de todo aquello sin tener que recurrir a la petición de su invitado, pero se había quedado sin salida, era vivir o morir y Kise no estaba dispuesto a tirar por la borda sus 235 años.

—No, no irás con tus padres, Yukiocchi. — Respondió rendido.

—Suelta al niño. — Murasakibara obedeció la orden y el crío fue a parar el suelo en el mismo instante, este al verse libre corrió a los brazos de su tutor. Seijuro esbozó una leve sonrisa. — Siempre es un placer verte, Ryota. — Con lo dicho, se retiró de la cabaña.

—Prepara tus cosas, Kise-chin, vendremos por ti mañana. — Luego de ello el pelimorado también se retiró.

—¿Kise Nii-san? — Yukio lo observó preocupado, el mayor simplemente suspiró.

—Vámonos a la cama, mocoso.


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