Azul, rosa y celeste. 1

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Si había algo que en verdad detestaba era que lo mandarán a recoger frutas silvestres. Estaba más dispuesto a tirarse de un precipicio que a buscar frutas en medio del bosque.

"Esto es estúpido, yo también debería haber ido con ellos, malditos ancianos."

En todo el trayecto que venía recorriendo, lo único que el menor había hecho era maldecir a sus mayores tanto en pensamiento como en vocabulario.

Aomine Daiki de exactamente 10 años y tres meses, no encontraba una razón lógica del por qué no lo llevasen con los otros a cazar.

Era el niño más fuerte entre los demás, poseía agilidad y astucia como ningún otro en la niñez. Mientras que otros niños tenían que esperar hasta sus 15 años para verse rodeado de su clase, a él la Esencia Alfa le sudaba por los poros.

Sin embargo, aquellos "ancianos", según el moreno, seguían negándole el permiso de ir con los adolescentes a cazar animales.

Lo que este no notaba era su propia actitud. Era un niño y como tal se dejaba llevar por la adrenalina y diversión del momento, haciéndole tomar decisiones compulsivas y peligrosas para los demás. Cualquiera que haya visto al menos uno de los entrenamientos que recibían él y los chicos de su edad, diría lo mismo.

Poco después de haber obtenido las frutas necesarias, tomó su forma lobuna y sosteniendo la canasta de frutas con su boca, emprendió el camino hacia su aldea.


(...)


La aldea se hallaba escondida dentro de aquel bosque inmenso, lejos del alcance de cualquier humano. Poseía una cantidad variada de cabañas en donde muchos de ellos compartían sus hogares, algunas se notaban que habían pasado de generación en generación.

Daiki no podía quejarse, no era malo vivir allí, pero no es como si fuese lo mejor de la época. Al menos sabía que debía ser agradecido que las batallas de fronteras no estuvieran afectado a su aldea. Sin embargo, lo que más detestaba era el hecho de que siempre lo llevasen a él y la mayoría de los más jóvenes a un viaje de tres días por las montañas. Todo le era absolutamente aburrido, ni el grandioso paisaje sacaban sus ganas de realizar alguna actividad que pusiera a prueba sus habilidades. Lo hacían una vez al mes, con diferentes destinos; y todo por culpa de la época de celo.

A su temprana edad, aún no era capaz de entender del todo lo que significaba ser un licántropo, principalmente uno omega. Lo único que sabía es que las parejas y algunos jóvenes quedaban en la aldea mientras él y los demás viajaban a pie por tres días. Tres días en los cuales mucho de los jóvenes adolescentes luchaban entre sí sin motivo aparente. Aomine seguía siendo muy joven para percatarse de lo aparentemente obvio.

Poco después que volvían todo se encontraba en calma. Pero se resaltaba el hecho de que pocos meses después se podía ver a la mayoría de los omegas en pleno embarazo. Todo aquello solo lo confundía más aún.


(...)


En ese momento se encontraba ayudando a la señora Mizuki Momoi en la preparación del almuerzo de ese día. La señora, con sus 7 meses de embarazo, apenas lograba moverse del todo; por lo cual pidió a su joven vecino que la ayudara en algunos quehaceres de la casa, en cambio el marido de la pelirosa le daría entrenamiento avanzado por las tardes.

Al principio el moreno accedió de mala gana, pero al ver que el entrenamiento que recibía era del nivel de los Alfas ya revelados, comenzó a realizar con más ganas su deber.

Poco después llegó a sus padres otra oferta. Ayudaría a la esposa del Señor Kuroko, quien era primo del Alfa Imperial de la manada. Al parecer la Señora Mizuki había comentado al peliceleste que recibía ayuda en lo que llevaba de gestación.

Esta vez, a regañadientes, aceptó. Al peliazul no le era muy satisfactorio recibir solamente carne como parte del pago.

Ayudaba a ambas señoras, con la ventaja de tener a ambas viviendo prácticamente una frente a la otra. Ambas señoras llevaban el mismo mes de gestación, en realidad, casi todos los omegas llevaban el mismo mes con solo semanas de diferencia, máximo un mes. Lo que hacia que el moreno se cuestionará sobre las sospechosas actividades de su Aldea.

Su rutina cambió drásticamente en el último mes en que las señoras llevaban de embarazo. Tanto el Señor Kuroko como el Señor Momoi lo invitaron a un viaje de caza por una semana. Su felicidad era tanta, que cuando llegó a su hogar para comentarles de la oferta a sus padres, sin querer llegó a romper la puerta de la entrada gracias a la patada que este le había propinado.

La noche anterior a su viaje, no pudo dormir.

El día llegó y se despidió de sus padres, no sin antes recibir unas cuantas advertencias por parte de ambos; se despidió también de ambas mujeres que lo habían tratado de lo mejor en los meses en que las había ayudado. También de los niños que tenía como compañeros de entrenamiento, al cual no había asistido en los últimos meses, pero no sin antes tirarles en cara la oportunidad que se le había dado a él y a los demás no.


(...)


Los dos primeros días podrían decirse que fueron un completo fracaso para el menor.

Ambos mayores decidieron dejar al moreno por su cuenta para ser capaces de presenciar sus habilidades. Al acto supieron que el peliazul tenía habilidades natas y precisas de un Alfa, sin embargo, era obvio que no poseía experiencia. Lo más destacable eran los tremendos fallos en la hora del sigilo, el menor no tenía idea cual era el concepto de aquella palabra.

Así, Aomine Daiki había fallado con éxito sus dos primeros días de caza, dejando escapar todos los animales a los cuales se había dispuesto a cazar.

Al tercer día comenzaron sus lecciones. Ambos señores quedaron muy sorprendidos al ver como el niño más revoltoso de la Aldea realmente prestaba atención y se esforzaba. Lo que no sabían era que el moreno estaba dispuesto a toda costa regresar como un vencedor. Para alegrar a sus padres y  ser felicitado por las Señoras Mizuki y Ami, pero más que nada para demostrar a aquellos "ancianos" de la aldea y a sus compañeros que realmente estaba capacitado para cazar animales.

Para el séptimo y último día, los tres venían cargando con bastante carne para la aldea y todas y cada una de ellas provenientes de animales cazados por el menor. Les daría una sorpresa a todos.

Lo que no se esperaba, era que él fuera quien llevara la sorpresa. Ya que al llegar, dos mujeres los esperaban en la entrada de la aldea, ambas sosteniedo un bebé en brazos.




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Es el primero en que no hay ninguna habla, raro, lo sé.

Espero les haya gustado este pequeño relato, a mi en lo personal me gustó escribirlo.

¡No leemos!

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