Capitulo 9

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—¡Esta es la millonésima vez! — Gritó. — ¡El muy maldito aprovechó el tiempo en que aquellos espectros estaban en mi área para devorarlo todo!

—Aomine-sama... Cálmese por favor... — Intentó tranquilizar al moreno.

—¡Es un imbécil! — Gritó nuevamente, asustando de paso a la menor. — ¡Se supone que las malditas donas eran mías! — El peliazul golpeó fuertemente el árbol a su izquierda en un fallido intento de liberar su frustración. — La próxima vez lo degollaré... — Susurró para sí mismo, pero aquello no impidió que su acompañante lo oyera.

—Aomine-sama por favor no cometa un homicidio en contra de Murasakibara-sama... — Mencionó exasperada Satsuki al ver la actitud de su acompañante. — Prometí acompañarlo el día de hoy, iré a la ciudad el tiempo que desee, además, podemos pedir a Saku-kun que nos haga comida para llevar.

Al escuchar las sugerencias de la contraria el moreno llegó a la considerarlo detalladamente.

A pesar de que la menor demostraba un semblante de preocupación por si el contrario aceptaría o no a lo sugerido; por dentro sonreía triunfante. Sabia con perfección que el peliazul no se negaría a una visita a la ciudad, principalmente si incluían de viaje los alimentos del castaño con un talento nato para cocinar.

—¿Iremos a la tienda de deportes?

"¡Lo tengo!"

—Por todas las tiendas donde desee. — Agregó Momoi.

Con una falta de interés bien fingida por parte del mayor y con una sonrisa traviesa en la menor, ambos emprendieron el camino de regreso a la mansión.





(...)





Frustrado era una definición muy limitada para lo que sentía. Obviamente no era la primera vez que sus jefes armaban un lío, pero nadie le había advertido que podría volverse una rutina.

—Una vez más... ¿Qué fue lo que le hizo? — Era la tercera vez que el pelinegro preguntaba, aun así, el pelililas, que en ese momento estaba sentado en el césped, se negaba a responder; el mayor suspiro exhausto. — Himuro, te lo dejo.

Kasamatsu se alejó de ambos y se dirigió en la entrada del bosque en la espera de continuar su trabajo. En eso el más alto de los presentes estiro suavemente la camisa que poseía Tatsuya; el pelinegro lo observo con un semblante cansado.

—¿Muro-chin está enojado conmigo? — Preguntó inocentemente.

—¿Usted qué cree? — Respondió, obviando la situación. El contrario agacho su cabeza algo arrepentido por lo cometido con anterioridad.

No es como si lo despreciara, pero que no quisiera confesar sus crímenes era algo molesto a su parecer. Por supuesto que ya la mayoría de los presentes tenían una idea de lo que pudo haber sucedido.

—¿Y si me disculpo? — Sugirió aun con la cabeza gacha.

—Eso no traerá el buen humor de Aomine-sama de vuelta, ¿O sí?

El pelililas se había quedado sin opciones. No es como si lo hubiese hecho a propósito, pero en ese entonces él había llegado primero al claro donde se ubicaban los dulces, y ya había comido toda su parte. Como el moreno no daba señal de aparecer, contando que su parte no la había satisfecho por completo, y que a la vez aquellos dulces quedarían en desperdicio; decidió comerlos también.

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