Es curioso ver lo hijo de puta que puede llegar a ser el destino ¿Verdad?
La chica había salido con su familia de picnic, no llevaban ni dos horas en la montaña del culo del mundo y ya se había perdido, bravo.
Suspiró y se recostó en un árbol a pensar sobre su vida. No estaba preocupada por nada, sus padres ya sabían el don de perderse de la chica, como eran una familia de nobles bien destacados no dudarían en mandar un equipo de rescate. Todo una exageración para la albina, pero no se le ocurría nada mejor.
Pensó en las mil veces que se había perdido a lo largo de sus escasos 13 años. Ni ella misma se creía que tuviera tan mala orientación.
Se levantó rápida y apresuradamente cuando oyó unos ruidos en los arbustos, afirmó con más fuerza el agarre de la sartén que le había robado a su mamá momentos antes y se acercó al lugar de donde provenían los ruidos. Sin pensarlo dos veces, y sin mirar que es lo que hacía ruido lo golpeó con la sartén con todas sus fuerzas.
–¿QUÉ DEMONIOS HACES, ESTÚ– Le propinó otro golpe al muchacho, dejándolo inconsciente.
–Mamá...– Lloriqueó la niña al ver al chico inconsciente, tenía miedo al pensar que lo había matado. Pero tuvo aún más al ver que se movía.- Ayuda...
De alguna manera había pasado media hora. El chico se encontraba atado a un árbol; sus muñecas estaban amarradas por detrás de su cabeza y con cuerdas las juntó a un árbol, después su torso envuelto con las mismas y pegado al árbol, dejando libre sus piernas. Por cierto, estaba sentado, cortesía de la chica para que el otro no se canse.
La mirada analizante de la albina recorría el cuerpo inconsciente del rubio ceniza. Era extraño, sus ropas eran distintas a las de la sociedad, llevaba dibujos en los brazos, collares y el torso desnudo. Los collares le resultaban tan atrayentes... Brillaban tanto... No pudo reprimir su impulso y evitar acercarse hasta estar tocando un collar de cuentas celestes del chico.
-¿Se puede saber qué mierdas haces, fea?-La albina levantó la mirada asustada, encontrándose cara a cara con unos ojos tan rojos como un rubí, tan hermosos como intimidantes.-¡Responde, mierda!-Se mordió el labio y se alejó cinco metros, miedo era una palabra muy menuda para describir lo que sentía...
–¿Qu-Quién eres?– Vale, era más curiosa que miedosa.
–¡Primero preséntate tú! ¡Me has atado a un puto árbol sin razón, estúpida de mierda!– Enfadado se veía gracioso, pero mejor no estar cerca de él.
–S-Seiza.– Susurró asustada, quería salir corriendo.
–¿QUÉ? NO SE TE OYE.– Grita histérico haciendo retroceder a la chica. Vale, igual se estaba pasando, pero le daba igual. Aunque una pequeña parte se sentía mal por asustar así a una chica. Ésta misma suspiró y con un poco más de valentía elevó levemente la voz.
–Me llamo Seiza.– Se volvió a presentar con tono normal, evitando la mirada del rubio ceniza y acercándose un poco a él, lo suficiente para quedar a menos de un metro de su cuerpo.– Por favor, deja de gritar.– Suplicó con los ojos aguados. El chico se paró a mirarle los ojos, parecían espejos, eran de un azul tan celeste, tan claro que parecía cristal.
–Tks, eres una secuestradora pésima.– Dijo intentando calmar el ambiente. La chica se sorprendió y negó.
–¡Yo no te quería secuestrar!
–¡¿Y POR QUÉ DEMONIOS ME PEGAS CON ESA COSA?!– Gritó, la chica se volvió a alejar.– VUELVE ACÁ Y SUÉLTAME.
-NO.
Después de estar un rato discutiendo la chica tomó más confianza. Al menos podía estar a una cercanía normal y hablar sin tartamudear.
–Sólo quiero volver a casa, deja de gritarme, gilipollas.–Dijo borde.- En ningún momento te quise secuestrar.– Estaba indignada con los brazos cruzados y bufando.
–PUES SUÉLTAME Y TE LARGAS.– Llevaba gritando todo el rato.
–No sé como volver, me perdí.–Sonrojada hasta las orejas, la albina admitió que no sabía donde estaba.
–Escucha, fea. En mi bolsillo derecho hay un mapa. Eres tan idiota que no sabes en qué situación estás.– Dijo más calmado, pero serio, de alguna u otra manera era más atemorizante que cuando estaba gritándola. La de ojos claros se acercó al chico con cuidado y del bolsillo pudo sacar un papel algo amarillento doblado. Lo extendió a su lado para que el contrario también pudiera ver, con algo de dificultad por su postura.–¿Ves esa montaña?
–Es la única que hay...
–Está dividida en dos por la mitad pasando por la cima.– La chica asintió mirando el mapa. La montaña era de dos colores por la mitad, suponiendo que a eso se refería. Una parte era más oscura que la otra, era la que le daba la espalda al pueblo que había en los pies de la montaña.–La parte más oscura es territorio dragón, mi territorio.– La chica palideció- mientras que la otra parte es territorio de estúpidos.– Aunque estuviera asustada no pudo evitar soltar una carcajada, le había hecho mucha gracia eso de "Territorio dragón, territorio de estúpidos."– No te recomiendo reír, estás en territorio dragón, llevas más de dos horas aquí y nadie ha venido a buscarte de parte del pueblo ¿Me equivoco?– El chico sonreía con sadismo, pero a ella no le parecía tan malo.– Todos temen entrar aquí y morir.
–¿Morir?
–¿Entonces tu eres la estúpida que me ha secuestrado y no tiene ni la mínima idea de nada... Hah?– Se estaba divirtiendo con las caras que había puesto la chica desde que la vio. Cada una tan diferente cono contraria al anterior.– Cuando salga de aquí te voy a dar de comer a mi dragón.
–¿Ah? Entonces no te desato y te quedas así.– Respondió la chica con aires victorioso, si no le soltaba no la mataba, así de simple. Pero no, no todo era tan simple. El chico carcajeaba, cuando paró de detrás de su cabeza se podían ver luces de explosiones, acompañadas de su sonido. Había explotado las ataduras. La particularidad del chico eran explosiones. El rubio no tardó en explotar todas las cuerdas que lo apresaban con una sonrisa sádica.
–Vas a morir.– De sus manos salían pequeñas explosiones que asustaban a la de familia noble haciéndola retroceder.