Lean la nota del final o castro a la rubia histérica y todas os quedais sin hijos del bruto este.
Sin más que decir, disfrutad(? Supongo(?
–Miro al cielo y encuentro razones para ser feliz, una, eres tú.– Susurra la chica en medio del prado de siempre, observando el cielo y mirando un dragón rojo, y encima de él, su amigo rubio ceniza. Él estaba montando su dragón para que la chica aprendiese como montar, desde la distancia. –¿Quieres intentarlo, Gin?– El dragón negro, ahora tan grande como el rojo, la miró y luego se tumbó dando a entender que no.–Se está muy a gusto aquí ¿verdad?– Acarició su hocico con dulzura y después volvió la vista al rubio. –Gin, ¿Por qué no puedo apartar la vista de él?–Los orbes azules celestes se posan en aquella que identifica como madre, dueña y amiga. ¿cómo podría responderla?
–¿ESTÁS APRENDIENDO ALGO, TONTA?
–POR SUPUESTO, IMBÉCIL.– Gritó la albina para que su amigo la oyera, pero ella estaba leyendo un libro, mirando muy de vez en cuando al rubio. Le importaba poco saber montar o no.
– Ya te veo, ya, idiota.– Dijo el rubio enfrente de ella. Había saltado desde esa altura sólo para darle un infarto a la chica, y uy si lo había conseguido.
–AAAHHHHHH.– Ah, y nadie molestaba a su dueña, eso se lo dejó claro el oscuro dragón al lanzar al rubio con su cola a Dios sabe donde.–NO ME DES ESOS SUSTOS. JODER.
–¡Nunca alguien me ha dado un susto tan grande, Jesús!– La pelinegra se rió de su amiga. Ambas se dirigieron hacia el centro del pueblo, ambas entrelazadas de brazos y con vestidos tremendamente pomposos. Una iba vestida de azul y dorado, mientras que la otra de rojo y blanco.
–No conozco tan bien a Katsuki como vos, sin embargo, opino que ambos os tenéis un gran estima ¿me equivoco?
–Oh, Momo. No lo haces, Katsuki es una de las personas que más aprecio. Yo no sé que haría sin él.– Con una pequeña sonrisa tímida bajó su mirada dirección suelo. La pelinegra puso los ojos como platos, sorprendida no, lo siguiente.
–¿¡QUÉ VEN MIS OJOS!?– Exclamó en alto.–¿Es lo que yo pienso?– Su rostro se puso más rojo imposible, y su amiga lo miró mal.
–Cállate.–Le susurró amenazantemente, como si la fuese a matar.– A ti te pasa lo mismo con ese idiota que no soporto. ¿Cómo lo aguantas? ¡No existe la lógica!– La de ojos ónix levantó una ceja divertida.
–Ah ¿La verdadera cuestión no es cómo aguantas tú a Katsuki? ¡No hay por donde cogerle!
–Iba a responderte, querida amiga, pero ese tipo de comentarios no están bien vistos en esta sociedad.– Momo inclinó su cabeza a un lado, confundida.