Capítulo 31

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Lo miré a los sus ojos verdes y me metí en el coche...

El camino se hizo eterno, estaba pensando en todo lo que había pasado y eso me agobiaba, miré el paisaje, era tan bonito. Todo era de color anaranjado y rosado, era un contraste que siempre me había gustado.

- ¿Estas bien?- me susurró Alejandra poniendo su cabeza entre mi rostro y el hombro.

- Si... Todo está bien, tranquila.- le dije apoyando mi cabeza en la ventana.

- ¿Segura?- insistió ella.

- Que sí... Sólo que...- respondí pensativa.

- ¿Qué...?- repitió ella incorporándose para mirarme.

- Es extraña esta sensación.- susurré muy bajito para que los demás no escuchasen.

- Esa extraña sensación se llama amor, querida.- respondió con una sonrisa.

- Anda, cállate. Sabes que yo nunca sentiría eso boba.- contesté mirando otra vez a la ventana.

Sonrió de medio lado y echó su cabeza para atrás para dormirse.

Yo nunca sentiría esa sensación, sólo una vez con un chico de cuando era adolescente.

Se llamaba Nate, era moreno, con ojos como la noche. Duramos unos tres años y unos pocos de meses, tuvimos que cortar porque a él le gustaba otra chica, muy diferente a mí.
Era la típica bonita de cara, rubia con ojos azules, esquelética pero con un buen busto y encima, era alta.
Era demasiado falsa, arrogante, creída, etc... Sus padres eran millonarios y era rusa pero hablaba muy bien español.

Siempre le tendré odio a las rusas de aquel entonces.

Terminar música

Llegamos a casa cansadas, me tiré en el sofá y acto seguido me quedé plácidamente dormida.

- Ps...- escuché adormilada.

- Ps... Sami...- escuché nuevamente.

- ¡Que me dejes en paz!- grité con voz de orco.

- Ps...- a la próxima vez la asesino vaya.

- Sami...- escuché.

- ¡Me quieres dejar en paz pedazo de mier...!- grité levantándome del sofá, me encontré con Alejandra y Ángel mirándome.

- De mi... ¡Amor de mi vida, preciosidad creada por tu madre!- dije intentando arreglar la situación.

Alejandra tenía su rostro extrañado y Ángel miraba la escena atentamente intentando quedarse serio.

- Venía porque quería...- dijo rompiendo el hielo Ángel.

Me arreglé lo más que pude, seguramente estaría despeinada.

- Hm...Hm...- dije avergonzada.

- ¡Mis llaves! Se me habían olvidado seguramente en tu bolso.- explicó él rascándose la nuca con una sonrisa.

- ¿Y cómo van a estar en mi bolso?- pregunté con el ceño fruncido.

- Dará igual. Ve y buscad las llaves vosotros, anda.- habló Alejandra con pesadez.

- Bueno, sígueme.- respondí yo.

Nos encaminamos hacia mi dormitorio para buscar las "llaves", me resulta raro. ¿Cómo van a estar SUS llaves en MI bolso? Lo sé, es raro.

Cogí mi bolso, nos sentamos en mi cama y tiré todas las cosas en la cama, rebuscamos unos minutos.

- ¡Qué raro que no esté mis llaves!- dijo preocupado.

- Es que tus llaves no van a estar en mi bolso, claramente.- expliqué con un soplido.

- ¿Eso que es?- preguntó él señalando algo de detrás mío.

- ¿El qué?- respondí girándome un poco.

- Pues eso. Lo que está ahí.- contestó con nerviosismo.

- ¿Una pared?- hablé cortante girándome para mirarlo.

- Anda mira, aquí estaban las llaves.- cambió de tema cogiendolas de la cama.

Miré sorprendida, no había visto las llaves en mi bolso, estaba cien por cien segura.

- ¿Cómo iban a estar ahí? Si yo no he guardado nada tuyo.- respondí pensativa.

- Lo importante es que no se han perdido.- me dijo mirándome fijamente.

Esa mirada me fuese violado.

- Bueno... Me tengo que ir.- habló levantándose de mi cama.

- Claro, te acompaño a la puerta.- respondí también levantándome.

Anduvimos hasta la puerta, le eché una mirada a Alejandra que ella me miró pervertida.
Abrí la puerta y para mi mala suerte estaba Juan, el vecino.

Me miró con... ¿asco? Seguramente me miró así porque salía Ángel de mi casa.

- Buenas...- saludó Ángel.

- No seas bueno con ella, es una víbora.- gritó Juan con los ojos extremadamente abiertos.

- ¿Perdona?- respondí yo con chulería.

- Sí y además, una perra mala.- contestó enfadado.

- ¿Y tú que eres? Pedazo de mierda con piernas andantes.- le dije grosera.

- ¿Cómo te atreves a insultarle?- habló Ángel con los ojos entre cerrados.

- Porque quiero, porque puedo y porque se lo merece.- explicó alejándose Juan.

No iba a permitir que me faltara el respeto, eso nunca.

- Alejandra traeme mi juguetito.- le grité a ella.

- ¿Juguetito?- preguntó extrañado Ángel.

- Voy querida.- canturreó Alejandra desde dentro de la casa.

- ¡Juan!- canté con una sonrisa maliciosa.

Se giró y me miró con mucho asco.

- Toma.- me dijo Alejandra dándome mi querido juguete.

¡Mi martillo! Es una preciosidad creada por Belcebú.

Ángel miró impresionado pero también con susto.

Cogí potencia con el brazo sujetando el martillo.
1... 2... ¡3!

Lancé el martillo con gran potencia hacia Juan, fue a cámara lenta.

Unos segundos más tarde se escuchó un grito de dolor.

- Señoras y señores, por lanzamiento de jabalina la ganadora es...¡ Samanta!- gritó Alejandra sujetando el mando a distancia en forma de micrófono.

- Gracias, gracias.- dije yo haciendo reverencias.

Le había dado en todo su pie.

Amor MotoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora