Capítulo 35

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Estaba nerviosa por no saber que pasaba, yo no oía nada.

Solo miraba a la gente como se movía en cámara lenta, los médicos se lo llevaban de la habitación corriendo y tomándole las pulsaciones, Carol me decía algo y me cogía los hombros pero yo no reaccionaba, solo estaba seria y contemplando lo que pasaba, notaba mis lágrimas rozar mis mejillas, cuando entendí que Carol me decía que nos fuéramos,de repente,  todo estaba en negro...

***

Abrí los ojos y me encontraba en el coche, junto a mi hermano, Jack.
El auto era espacioso, de color gris, los sillones estaban muy bien acolchados.
Miraba el paisaje que creí haberlo visto antes, me sonaba familiar pero no lo recordaba...

- ¡Hey mocosa!¿Qué estás mirando?- dijo Jack dándome un pellizco en el costado.

- ¡Ay!¿Qué coño quieres pesado?- contesté yo molesta por haberme sacado de mis pensamientos.

- ¡Eh ahí atrás!¡Nada de insultos!- habló mi madre mirando a través del espejo del techo de la zona del conductor.

- Lo ha dicho Jack, a mí no me regañéis.- dije mirándolo de reojo con una sonrisa.

- ¿Pero qué?- exclamó él con la boca abierta e indignado.

- Jack deja de molestar a tu hermana.- contestó papá girándose en su asiento para mirarnos.

- ¡Pero si yo no he sido!¡¿Le vais a creer a la tonta esta?!- exclamó nuevamente muy indignado señalándome con el dedo.

- ¿Quién ha insultado otra vez, Jack?- respondió con una ceja alzada mi padre.

- Eso eso.- hablé yo tocándole con el codo.

- Es que eres vaya...- refunfuñó mirándome con asco.

Le miré le saqué la lengua y él me devolvió el gesto con el dedo corazón.

- Papá, Jack me ha hecho la peseta.- dije mirándolo fijamente y con una sonrisa victoriosa.

- ¿Qué te hemos dicho ya, Jack?- contestó mi padre con un resoplo de pesadez.

- ¡Agh!- gruñió evitando mi mirada victoriosa.

Sabía como ganar siempre una pelea, soy manipuladora pero no tanto, no me gusta chinchar tanto a las personas.

Jack, era mi hermano mayor, siempre nos peleamos pero si alguien se mete con él me lo cargo, eso es amor de hermanos. Yo me puedo meter con él pero otra persona no.
Él me cuidaba siempre, en realidad le quiero y sería este un buen momento para decírselo.

- Pst- carraspeé.

Me miró con indiferencia y con la boca en forma de U al revés con asco.

Cuando estoy apunto de decir te quiero, siento que me falta el aire, quiero respirar pero no puedo. Jack me miró preocupado, me sentía agustiada, empezaba a escuchar mi nombre por todas partes y no oía a nadie de mi familia.

Cerré los ojos y los abrí de nuevo.

***

Escuché mi nombre que provenía de una voz femenina.

- Hey Samanta, por fin despertaste.- oí de Alejandra.

- ¿Donde estoy? Me duele la cabeza.- contesté yo tocándome la frente.

Miré mi antebrazo y tenía un aguja. Miré a Alejandra moviendo el brazo donde está la aguja y pongo cara de asco, se ríe.

- Haber explícame, que coño me ha pasado. Me estoy amargando nada más ver la aguja.- dije acomodándome en el respaldar de la camilla.

- Pues llevas aquí dos horas, me llamaron cuando te caíste al suelo. Te ha dado uno de los mareos tuyos.- explicó tocándose su panza.

- ¿De los míos?- pregunté con angustia.

- De los tuyos. Hacía años que no te daban. Creo que desde...- habló pensativa.

- Cállate. No lo recuerdes por favor.- contesté cerrando los ojos por recordar ese momento.

En ese preciso momento entró un enfermero.

- Hola, buenas tardes. Usted es Doña Samanta Clairfield Sánchez. ¿No?- preguntó leyendo unos papeles que traía en sus manos.

- Sí, soy yo.

- No le ha pasado nada grave pero viendo su historial médico, ha sufrido episodios de su síndrome de Wernicke-Korsakoff. Que ya debe saber cuáles son los efectos como pérdida de audición, visión, depresión, etcétera...- contestó leyendo mi historial.

- Sí lo sé, hacía muchos años que no me pasaba.- hablé cabizbaja.

- Sí por lo de su accidente.- contestó fríamente.

Alejandra me miró con los ojos como platos y yo me quedé callada mirando a la pared de en frente.

- Le darán de alta a las nueve de la noche, así que en un par de horas estará en su casa y le recetaremos unas pastillas especiales, hasta luego.- se despidió de nosotras.

- ¿Estas bien Sami?- preguntó incorporándose Alejandra.

- Sí no te preocupes.- contesté seria sin mirarle.

Nada más decir eso entró por la puerta Ángel.
¿Por qué estaba aquí?¿ Y por qué siempre que pasaba algo aparecía?

Amor MotoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora