Capítulo 24

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Sentía el frío viento en la cara, Tania apretaba con sus manos la parte de baja de las costillas, su rostro estaba completamente pegado en mi omóplato, sus ojos estaban cerrados con fuerzas y parecía que le tenía un poco de miedo a la alta velocidad de mi Benelli.

Aceleré más para llegar antes a mi casa y hablar de lo sucedido.

Al fin, llegamos. Estacioné mi moto en la acera de en frente y Tania se bajo rápidamente, desabrochándose el casco.

- Gracias por haberme sacado de allí.- me dijo dándome el casco.

- De nada. No permitas que te haga eso Tania.- le dije seriamente con las cejas fruncidas.

- ¿Permitir el qué?- habló alejándose poco a poco, para evitar mi comentario.

- Eh, eh...- dije andando hacia ella.- No te hagas la tonta. ¿Si?

- Él es así.- respondió acercándose con la cabeza gacha.

- Mira, te parece si entramos a mi casa, te tomas un café con galletas y te desahogas tranquila, ¿eh?- pregunté.

- Claro, me vendrá bien un café calentito.- sonrió ella dulcemente.

Entramos a mi casa y me dirigí a la cocina para preparar los cafés.
A los largos minutos, nos acomodámos en el sofá con la comida.

- Bueno, a ver. Explícame cómo es él.- dije después de darle un largo sorbo a mi café caliente.

Sentía bajar el líquido por mi garganta lentamente, estaba demasiado caliente pero ya estaba acostumbrado a tomar cosas ardientes.

- Él es... Controlador, manipulador, impulsivo...- habló con los mofletes sonrojados por el calor que transmitía el líquido.

- ¿Ha llegado a hacerte cosas que tú no querías? - pregunté mirándola fijamente.

- La verdad... Es que no. Sinceramente.

- ¿Seguro? Estudié psicología y el comportamiento de las personas. Sabré si dices la verdad.- expliqué.

- A ver, es que no sé, la verdad. Una vez me obligó a limpiar la casa tres veces en un día.- dijo sin mirarme.

- ¿En serio? Tenéis un grave problema. ¿Te a manipulado con algo?- pregunté pensativo.

- Sí, muchas veces.- afirmó triste.

- Tienes que dejarlo, además, hoy te a pegado y eso no es nada bueno.- le dije tomándola de las manos y mirándola con compasión.

Ella me miró con confianza y con una pequeña sonrisa.

- Nadie se había preocupado tanto por mí.- habló con un nudo en la garganta.

- No llores ¿vale?- dije quitándole una lágrima de su rostro.

- Y perdón por lo del otro día, me comporte muy mal contigo.

- No pasa nada, todos cometemos errores.

- Entonces ¿amigos?

- Amigos.- le dije con mi mejor sonrisa.

***

Eran las nueve menos cuarto y estaba cerca de la casa de mi hermana.

Pegué en el porterillo y abrió la puerta de abajo de su edificio.
Entre en el ascensor, su piso era el número ocho, mi número favorito.

Toqué el timbre y abrió a los segundos, en cambio, ella se fue a la cocina.

Me senté en el sofá, era espaciosa, de color naranja, había una pequeña mesa en medio del televisor y el sofá, a la derecha estaba una gran mesa de madera con dos platos y vasos.

- ¿Qué vamos a cenar?- pregunté acariciando su gato.

- Comida.- habló cortante.

- Interesante.- dije.

Su gato era negro, con ojos azules y con un mordisco en su oreja, lo rescaté de una pelea callejera de gatos, tenía meses de vida, así que se lo regalé a mi hermana.

- Aquí está.- dijo sentándose en la mesa del comedor.

Me senté en frente y vi lo qur había preparado:
Chuletas de cerdo y patatas con alioli.

- Se ve rico.- dije oliendo la comida.

Empezamos a comer, estaba muy delicioso.

- ¿Podemos hablar?- preguntó ella.

- Claro,por eso he venido.- dije al terminar de beber mi refresco.

- Lo siento por haber sido tan cortante últimamente contigo.- dijo ella mirándome con esos ojos oscuros.

- Y yo por haber dicho eso de papá. No era mi intención.- me disculpe.

- Papá está muy delicado, por lo de la bebida y por lo que hizo. Ha ido cada vez peor con los efectos secundarios de las pastillas.

- Entiendo.

- Y tiene que ir dos veces a la semana a su hospital, para que le revisen cómo está su organismo.- continuó ella.

De repente sonó mi celular, una llamada.
Alma me dijo que contestara y así hice.

- ¿Hola?¿Quién habla?

- Habla tu amigo Jorge.

- Hey, ¿pasa algo?

- No, bueno sí. Este finde quedamos con Alejandra y Samanta para ir a dar una vuelta al centro.

- ¿Cómo has hablado con Samanta?- pregunté muy intrigado.

- Con Samanta no he hablado, con Alejandra. Me metió una servilleta en el pantalón con su número de teléfono.

- Hay hay tema.

- Puede. ¿Podrás este Sábado no?

- Claro que sí.

- Bueno pues hasta luego hermano.

- Adiós.

Colgué y miré a Alma, tenía una sonrisa pícara.

- ¿Qué?- pregunté con un poco de sonrojo.

- Esa tal Samanta...

- ¿Qué pasa con ella?- pregunté intrigado.

- ¿Quién es?

Amor MotoristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora