Aún, después de cuatro días, no podía superar la visita inesperada de Danilo Álvarez. Ese gélido hombre hacía que cada parte de mi ser temblara por una emoción inexplicable. Cuando hablé con él estaba tan nerviosa que no se como no me desmayé. Pensé que en cualquier momento me diría "no te quiero en mi casa, largate", pero no ocurrió nada de eso. Más bien me dijo que me quedara tranquila aquí, en este maravilloso lugar.
Suspiré y respiré el aire puro que me rodeaba. Sancha me ayudó a venir al jardín trasero de la villa y me acomodó en un balancín de madera.
Era una maravilla estar en ese sitio. Alberto y Juan, de vez cuando me acompañan para hablar. Aunque durante el día ambos están muy ocupados. Juan estudia todo el día y Alberto esta trabajando. Los veo en las tardes casi noche. Ambos son una compañía muy agradables. Alberto me habla sobre su trabajo y lo que le gusta hacer y Juan solo conversa sobre su hobby, la pintura. Pensé que Fabiola estaría todos estos días aquí en la villa, pero Alberto me comentó que ella viajó a Madrid para reunirse con su madrina que había llegado de París y que volvería pronto.
Ayer en la tarde, después que un doctor contratado por Alberto para que viniera a la villa, me quitara el collarin, Juan me llevó hasta su estudio de pintura. Al ver sus obras quedé impresionada por la calidad y la belleza de sus creaciones.
- Es impresionante---comenté admirando un lienzo de óleo---la mezcla de tonos es...--- lo miré a los ojos--- maravillosa. Tienes un don, Juan. Deberías estudiar arte---Juan rió sin ganas y me observó tristeza
- Eso es imposible Ángel, en la familia Álvarez no está permitido ser artista---comentó Juan con resentimiento--- la única vez que le comenté a Danilo sobre mi interés en pintar, me dijo que olvidara ese hobby de perdedores y que me pusiera a estudiar algo que verdaderamente diera frutos, como hacer negocios y cosas así---lo miré con pesar--- por lo que jamás le he mencionado lo que hago y mucho menos enseñado mis obras. Esto---subió sus brazos señalando la estancia--- pudiera decirse que es mi refugio. Aquí es donde olvido toda mi existencia.
- Lo siento Juan---comenté triste. Busqué su mano y la apreté---gracias por enseñarme este maravilloso lugar. Estoy muy segura, que un futuro no muy lejano, tus obras serán reconocidas en todo el mundo---le sonreí con ternura. Juan me observó sorprendido y por un impulso me abrazó.
- Gracias Ángel---ambos nos miramos y sonreímos. Cuando salimos del estudio, nos conseguimos a Alberto buscandonos. Era hora de cenar. Alberto estuvo muy raro, pero no le pregunté que ocurría. No quería ser entrometida. Así que al terminar de cenar, me despedí y me encerré en mi recámara.
En la mañana de hoy, cuando fui a desayunar no vi a ninguno de los Álvarez, cosa rara porque siempre desayunamos juntos. Ambos habían salido muy temprano por lo que me dijo Sancha. Así que me quede charlando con ella. Menos mal que ella hablaba mi idioma y poco a poco me enseñaba una que otra palabra de español.
Cuando vi que ella tenía varias cosas que hacer, le pedí que me ayudara a venir al jardín y así no estorbarle en sus quehaceres.
Vi los árboles mecerse por el aire y sonreí. La paz que se respiraba en este lugar era espectacular. Me ayudaba a controlar los ataques de ansiedad que me daban varias veces al día. El temor de no recordar nada me dominaba. Me esforzaba por recordar. Obligaba a mi mente traspasar ese muro en el cual mi memoria se encerró, pero sin nigun resultado. Cada vez que me esforzaba me dolía la cabeza. Durante las noches, en mis sueños recordaba pequeños retazos, como por ejemplo yo vestida de novia y a un pequeño de dos años. Eso lo soñé anoche. Me levanté llorando de impotencia. No lo recordaba. Tal vez puede ser mi hijo y no lo recordaba.
Me sequé las lágrimas. Estar así es lo peor del mundo. No se quien soy, ni cuantos años tengo, si tengo esposo e hijos, que fui y que soy. Nada. Absolutamente nada. Ni siquiera soy de este país. Puedo ser de cualquier parte del mundo, lo que hace que mi angustia sea mayor.
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Derritiendo Tu Frío Corazón- N°5 Serie Amigos de la Realeza
RomantizmClare no entendía por qué aquel hombre de ojos negros como el azabache la odiaba tanto. Si ella no lo trataba. Ni siquiera cuando lo conoció en la boda de los amigos de su hermano, Janni y Louis. Esa noche cuando lo conoció, por primera vez en su vi...