CAPITULO 10 CHRISTIAN Y ANA

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Por la tarde regresamos muy a mi pesar a Montesano, en verdad ya no tenía ganas de venir a mi casa, pero tenía un compromiso muy importante que atender, antes no veía tan agravada la situación, pero ahora que era feliz, tenía miedo, al llegar a casa, mi padre y mis abuelos nos abrazamos, les dije que quería ir a caminar para asimilar tanta dicha y felicidad, Sawyer dijo que iría a ver a su esposa e hija y nos veríamos mañana, para llevarme a la oficina. Le di un abrazo muy fuerte, necesitaba un amigo y en alguien en quien confiar, pero no podía apresurar las cosas.

De inmediato, llegué al lugar de las personas que me mandaron el mensaje, la próxima semana se sabría de su existencia, una revelación que está en juego mi felicidad. Ellos me recibieron igual que siempre, los abracé y les dije que la próxima semana se sabrá la verdad, pero hoy era el día indicado para entregar el documento que mi madre me dejó. Ellos me señalaron que era el momento y que los trajera ante ellos, no me despedí, solo les dije que no tardaría, mis piernas se movían como gelatina y regresé a mi casa, era temprano, las siete de la noche, me dirigí a la gran biblioteca y abrí la caja fuerte, saqué los documentos que mi madre me encargó entregar a mi abuelo, en presencia de mi padre, donde explicaba ese secreto que yo guardaba desde joven.

Mis abuelos estaban en la estancia jugando dominó, mi padre lustraba su arma como cada ocho días, le pedí de favor que si me acompañaba al salón, recogió su arma y le puso el seguro como siempre, me abrazó, pero se percató de que algo andaba mal.

-Hija, estas helada y tensa, que pasa, ¿peleaste tan pronto con Christian?

- No padre, soy la mujer más feliz del universo, siempre soñé con este día, ser la novia de Christian Grey. Llegamos hasta el gran salón y no terminaban de jugar, les pedí que si podían dejar un momento el juego, ya que tenía algo muy importante que decirles. Me miraron fijamente, sé que a la madre de Hyde, no le agradará lo que va a descubrir muy pronto. Los abuelos solo se concretaron en decir en unísono que hablara, Tomé aire y le pedí a mi padre que tomara asiento, les dije que seré breve, porque quiero que me acompañen a otro lugar de la casa, para mostrarles lo que mi madre dejó en esta carta.

Se la entregué primero a mi abuelo, después a mi padre, tal como decía la carta, que se leyera en voz alta, empezó con una pequeña lágrima al ver la letra de mi madre. Conforme iba leyendo el gran secreto que ocultaba esas palabras escritas, me miraron indecisos, precavidos del enorme descubrimiento que cambiará desde estos momentos nuestras vidas. Vi pasear a mi padre y a mi abuelo por toda la estancia, mi abuela los miraba muy expectante, no decían nada y mis nervios iban a reventar, empecé a llorar en silencio, ¿Por qué ahora que era tan feliz?

El primero que se acercó a mí, fue mi abuelo, me abrazó muy fuerte y empezó a llorar junto a mí, me balanceaba en su pecho, mi padre me desprendió de él e hizo lo mismo. Mi abuelo dijo que era el momento que los llevara a ese lugar, se sorprendieron al ver que la barda que da al hermoso bosque, se abría con una bella llave. Mientras caminaban por el sendero, iban viendo y oliendo el aroma de los pinos, al llegar a los faroles y la reja, se detuvieron, al ver que volví abrir la reja, sus ojos quedaron casi desorbitados al descubrir la hermosa casa, los guié hasta llegar a la puerta de madera y dar vuelta a la manija.

Los señores de la casa del bosque, estaban sentados en la sala principal, al escuchar que entramos, se hizo un silencio enorme, me adelante ante los señores Alexander y Mía Grey, les presenté primero a mis abuelos y luego a mi padre, ellos ya no estaban tan quemados como las fotografías que mi madre les dejó en la carta, ahora solo su piel era un poco morena, son unos señores muy fuertes, totalmente restablecidos, ellos ayudaron estos años a conservar el bosque, y mantener la casa como un hogar.

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