Capítulo V "SOLO TUYA"

274 25 6
                                    


Ya habíamos comido y disfrutábamos del postre. Emmett plácidamente parlanchín y yo no tanto. Sabía que era una necedad, pero no dejaba de pensar una y otra vez que me encontraba cenando con el hombre equivocado. Aunque este fuese todo lo que podía pedir una mujer: guapo, preparado (profesionalmente), de economía estable (muy estable), amable y divertido; yo no podía dejar de recordarme que lo único que deseaba era al ángel que se había quedado inquieto en su casa.

Odié dejar a un Edward que se removía impasible en su cuarto. Se negaba a sentarse o acostarse. De hecho parecía querer escabullirse pero no lo consideré prudente o ¿Será que no quería ver su cara antes de salir porque sabría que no podría dejarlo? En fin. Cualquiera que haya sido las razones por las que lo dejé, ahora me parecían insignificantes y me moría por poder llamarlo.

<<¡Pero qué enferma!>> no paraba de reprocharme una parte de mi cerebro <<Es solo una cita. Disfruta por una vez y deja al chico en casa>>. No sabía de donde provenía aquella voz pero la desterré de un tiro. Sabía que no podía dejarlo, ni siquiera unas condenadas tres horas que era lo que llevaba fuera de la casa de los Cullen.

—Bella, ¿Me estás escuchando? —preguntó Emmett mientras tronaba sus dedos frente a mis ojos.

— Disculpa, Emmett. Pero es que estaba recordando algo que dejé al pendiente.— no sabía cómo terminar la mentira.

—¿Por casualidad ese pendiente tiene que ver con mi hermano? —habló como si estuviese tanteando el terreno. Adivinando por completo lo que estaba atravesando mi mente en ese momento.

Asentí sin más remedio ¿para qué negarlo?

—La verdad es que...

—La verdad es que eres una adicta al trabajo. —sentenció.

—¿Estás decidido a completar mis frases por todo lo que dure la noche? —contuve la risa.

—No, es solo que nací con dotes de telequinesia. —bromeó él y desplegó una radiante sonrisa. Luego puso un gesto de profundidad. —Ahora en serio ¿Qué te preocupa tanto de Edward? Desde que llegué hace tres días apenas y te apartas de su lado. He podido ver su recuperación; no me lo tomes a mal; pero me intriga que siempre estés cerca de él.

Otro que lo había notado. Primero Carlisle, ahora Emmett. Tragué grueso y traté de justificar mi comportamiento sin dejar entrever mis sentimientos por su hermano menor.

—Edward es mi paciente más especial. Es la primera vez que trabajo con alguien que se ha recuperado a una velocidad casi increíble, y no quiero perder el tiempo. Además disfruto mucho de la paz que él me infunde. Así que lo veo más como un intercambio de favores. —dije y tomé una cucharada de helado de vainilla. Este estaba casi todo derretido y apenas había tomado tres pocos.

La mirada de Emmett se llenó de ternura.

—Supongo que ya lo has escuchado, Isabella pero...Gracias. —dijo sentidamente. —He sido testigo, desde el teléfono siempre, del calvario que ha pasado mi madre con cada enfermera que se ha encargado de mi hermano. Incluso con aquella que lo auto medicó y le causó una arritmia cardíaca...

Solté la cucharilla en el acto y sé que mi mirada tenía un filo asesino porque hasta Emmett se encogió en el asiento.

— ¡¿Qué alguien lo qué?! —dije en tono bajo pero no por eso menos atemorizante. —.La señora Esme nunca me dijo nada acerca de eso.

—Es que no pasó a mayores. —se excusó Emmett.

Intenté sosegar mi rabia, frustración y preocupación. Parecía que era imposible llevar un ritmo de vida normal cuando de Edward se trataba. Tomé mi cartera y me disculpé apara ir al sanitario. Al volver Emmett ya había pagado la cuenta y nos fuimos de regreso a la casa.

Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora