Capítulo XIX "Reacciones Inesperadas"

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Capítulo XIX

"Reacciones Inesperadas"

Bella POV:

Había pasado por innumerables pruebas de fuego, como cualquier persona en la vida. Pero sentía que en ese momento estaba atravesando una de las más importantes y difíciles de todas. Tenía sentada frente a mí, con el porte y la elegancia de una reina, a la persona que podía devolverme o no mi empleo. Pero no era tan simple como pedir un reenganche a un jefe al cual conoces desde hace tiempo; sino que a quien debía pedirle una nueva oportunidad era nada más y nada menos que la madre del amor de mi vida. A la cual por cierto me había encargado de decepcionar profundamente en el momento de salir la última vez que nos vimos por la puerta de su casa.

Sabía que estaba al borde de sacarme sangre del labio inferior y de tener las palmas de las manos en carne viva de tanto frotarlas contra mis vaqueros una y otra vez.

—¿Isabella? —me presionó pero sin perder esa distinción tan propia en ella. Aunque ver una mirada fría en ella si era extraño e incluso amedrentador.

Respiré unas dos veces lo más profundo que pude, la miré directamente a los ojos y comencé a hablar sin tener claro que era lo que le diría más allá de disculparme.

—Yo...vine acá por varios motivos. El primero de ellos, es para pedirle disculpas por la manera en la que me comporté cuando me fui. Ahora comprendo que actué como una cobarde y aunque pueda pensar que para eso no existe excusa posible, me gustaría poder explicarle igualmente lo que me llevó a renunciar de una manera tan...errada. —si en cierto punto de todo esto había esperado que ella me diese alguna señal o una especie de ayuda en algún momento; había estado jodidamente equivocada. Porque en definitiva no lo hizo. Tan solo se limitó a seguirme mirando con tranquilidad, erguida en el sofá que estaba en frente de mí. Entonces comprendí que la distancia entre ambas era de antemano, una mala señal: sus piernas se cruzaban a la altura de las pantorrillas, sus manos apoyadas en los muslos y no hacía ningún tipo de movimiento. —Señora Esme, la verdad es que Edward y yo tuvimos una especie de malentendido el cual solucionamos ayer. Él sacó unas conclusiones erróneas con respecto a mí y yo erré al tomar tan literal lo que él me dijo una semana después de haber regresado del hospital. Y eso aunado al hecho de que no me permitía curarlo, fue el detonante de mi frustración. Para nadie es un secreto la manera en que son las cosas entre Edward y yo, por lo que es absurdo pensar que puedo actuar con él como con cualquier otro paciente. Simplemente no puedo. Aún así y después de todo eso, el próximo asunto que me trae hasta acá es... —sentía como si los pulmones me habían dejado de funcionar de repente, y que la temperatura de mi cuerpo descendía unos cuantos grados antes de soltar mi súplica. La cual podía ser pateada; y con mucha razón. —Me gustaría pedirle que considere dejarme volver a mi empleo. Comprendo cómo pudo haberse sentido...

—¡¿De verdad crees que lo entiendes, Isabella?! —finalmente explotó, aunque no con gritos. Pero lo cortante y frío de su tono era imposible de pasar por alto. —¡¿En serio piensas que puedes comprender lo que significa para una madre ver a su hijo durante más de veinte años ser vejado, vapuleado y echado a un lado por las personas que se supone que deberían haberlo ayudado a mejorar?! No. No lo sabes, solo por una sencilla razón: Pudiste haberlo visto en el Saint Gabriel's pero nunca lo sentiste en carne propia, porque no eres madre. Así de fácil. —no podía refutarle ninguna de sus palabras pues cada una de ellas eran más cierta que la anterior. Tuve que mantenerme en silencio, tomando cada palabra sin importar lo hiriente que fuese, porque eso no las hacía menos ciertas.

En numerosas ocasiones había podido ver en el hospital como procesaban a colegas por tratar de una manera irrespetuosa a algunos pacientes. Es importante acotar que solíamos tratar con un número considerable de padres que estaban siempre a la defensiva por tratar de proteger a sus hijos de cualquiera que ellos considerasen que pudiese maltratarlos de alguna manera. Situación que muchas veces se podía tornar tensa y desagradable si el personal profesional encargado no tenía la paciencia suficiente para lidiar con ellos y sus inquietudes. En mi caso particular, aunque no todos los representantes con los que lidié eran de mi agrado; podía decir que había logrado hacer buenas migas con la gran mayoría de ellos quienes se encargaron de recomendar de boca en boca mis cuidados para con sus pequeños. Haciendo que me ganara una buena reputación en el Saint Gabriel's Specials Childrens Hospital. Irónicamente ahora tenía que tratar no solo con una primera queja, sino con un reproche en toda regla proveniente nada más y nada menos que de la madre del paciente más importante que alguna vez haya podido atender. La persona a quien amaba más que a nada: Edward Anthony Cullen.

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