Capítulo IX "CAMBIOS SIGNIFICATIVOS"

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Mariposas...

Es un cliché, sí; pero eso sentía en la boca del estómago mientras los sedosos labios de Edward se movían vacilantes contra los míos. Yo en cambio, revoloteaba con delicadeza por sus comisuras atrapando un pedazo de él a la vez; mientras que Edward; por su parte; hacía movimientos dulcemente torpes.

Le acaricié sus mejillas en tanto probaba de él todo lo que me fuese posible, sin llegar al punto de asustarlo con algo que de seguro le era nuevo y apabullante. Al menos para mí era de esa manera. No porque fuese mi primer beso; sino porque era la primera vez que todo el cuerpo se me estremecía de una forma que tenía poco que ver con la inexperiencia y mucho con un deseo de posesión desesperado. Tenía miedo de perder el control, obviando que el sentido común lo había extraviado desde la primera vez que cruce mirada con los azul grisáceo de mi ángel.

Tras un momento gloriosamente corto rompí el celestial contacto; no porque quisiera, sino porque no quería llevar mi suerte al límite. Me había salvado por los pelos de ser despedida ese día, y aunque el señor Cullen me había aseverado que mantendría mi trabajo; no estaba de más que me cuidase las espaldas. Todo eso, sumando el hecho de que si alguien me veía en tal acto, como mínimo seria encarcelada por acosadora, violadora o cualquier acusación de mayor grado que se les ocurriera, o al menos eso creía yo.

Cuando estaba tomando distancia, las manos de Edward se aferraron al contorno de mi rostro sosteniéndome en el sitio. Su mirada hipnótica me mantenía cautivada hasta el punto de no darme cuenta que nuestros labios se habían unido de nuevo, inmediatamente una electricidad seductora me recorrió de pies a cabeza. Siguiendo unos instintos que no respondían precisamente a la cordura; enterré mis dedos en su cabello. Y ¡Oh, era tan suave!. Me parecía que era la primera vez que tocaba sus cabellos, al menos cuando me invadía un deseo insaciable de pasión por él.

Amé la sensación de su textura en mis yemas y el sabor de sus labios en mi boca...

Finalmente y con la ayuda de los montoncitos de fuerza de voluntad que logré reunir, me separé de él, no sin antes darle un corto beso y alejarme definitivamente, tomé su cabeza y la acuné contra mi pecho. Y con el sonido de mis latidos desaforados, Edward se dejó ir en sueños.

*.*.*.*.*

Pasados unos tres días desde el enfrentamiento; aún seguía ignorando a Emmett. No me molestaba en disimularlo y nadie me recriminó por eso; ni tan siquiera él. Al menos el señor Cullen sí tuvo la delicadeza de disculparse en nombre de su esposa y de él mismo; pero su hijo mayor no se había acercado a decir ni un miserable <<La he cagado, Bella. Lo siento>> o algo así.

Para nada.

Se limitaba a entrar y salir de la casa con actitud de como si nada hubiese pasado; aunque debo reconocer a favor de él, que se habían dado momentos en los cuales nuestras miradas se encontraban y podía reconocer en ellos un ligero atisbo de remordimiento; pero enseguida Emmett viraba la vista y seguía su camino. Así pues ¿por qué me molestaría yo en detener mi mundo para mostrar consideración por sus sentimientos?

Jodida y absolutamente no. Eso sería como decirle: <<¡Hey, soy un tapete, Ven y písame!>>. ¡Pues no! Isabella Marie Swan no nació el día de las mujeres con complejo de alfombra. Si Emmett estaba empeñado en comportarse como un idiota orgulloso, yo tranquilamente era capaz de hacer como si él no existía en mi universo. Sonará cruel, pero no por eso era menos cierto.

Por su parte, la señora Esme estaba empeñada en pulular cerca de mí por si me hiciese falta algo. Sabía que era el cargo de conciencia lo que le instaba a actuar de aquella manera, lo cual no me gustaba ni medio pelo; pero tampoco era como si pudiese decirle que fuese a arreglar las cosas con otra. Aparte de que sería una tamaña descortesía. Aún después de todo lo que había acontecido, no podía olvidarme de su forma de recibirme en su propia casa; por lo cual no era de extrañar que le siguiera guardando cariño.

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