Capítulo VII "ENFRENTAMIENTOS"

278 23 7
                                    

—Esto... —dije mientras señalaba mi pecho y luego el de él. —de dormir juntos, se tiene que acabar. —él hizo el amago de una burla en su sonrisa. —¡¿Te estás burlando de mí, ángel?! ¿Cómo te atreves? —siseé reprimiendo las carcajadas. Eran casi las tres de la madrugada y ninguno de los dos conseguíamos conciliar el sueño.

Estábamos en su cuarto puesto que si nos descubría alguien, prefería que fuese allí para poder inventar algo decentemente, creíble. Aún no había ideado alguna excusa, pero tampoco estaba muy concentrada en ello, la verdad sea dicha. No cuando sus manos recorrían mis facciones una y otra vez.

Quería cerrar los ojos pero su mirada de extática curiosidad me seducía de una forma casi imposible de creer. Lo dejé que tocara mi rostro a su antojo. Después de todo, había dos maneras de ver esto: la profesional y la personal. En la profesional, me decía; muy convenientemente; que él se estaba despertando al sentido del tacto. En la personal; que mi alma ya la manejaba a su antojo desde hace un tiempo, así que ¿Qué más daba lo que hiciera conmigo?

—Mañana hay cosas que hacer, ángel. Deberías dormir. —él siguió con su itinerario de caricias. Suspiré rindiéndome para disimular el fuego que se encendía en mi vientre y que pecaminosamente bajaba hasta... ¡Dentenlo, Isabella! —¡Es en serio, Edward! Debes dormir. —en un movimiento rápido como la luz, coloqué sus manos debajo del edredón.

No pareció gustarle demasiado puesto que me frunció el ceño como si yo fuese una niña egoísta que se negara a prestarle un juguete; pero ni modo. Lo de la mañana estaba aún muy fresco. La sensación de pánico me tenía paranoica y descontrolada pero no podía pagar eso con él. Ya habíamos tenido suficientes escenarios horribles para un solo día.

Lo arropé hasta el cuello porque hacía muchísimo frío. Él se acurrucó aun más cerca de mi cuerpo. Siseé por lo bajito. Él en su inocencia no sabía que estaba haciendo estragos con mi control con su proximidad. De pronto entre la baja temperatura, el huir de mis desenfrenadas sensaciones y unas hormonas femeninas bastante caprichosas, decidí que un chocolate caliente nos vendría de maravilla justo en ese momento.

Me removí y traté de levantarme de la cama pero Edward tomó mi brazo entre sus manos.

—No te vayas. —musitó en voz baja, y cómo me enorgullecía escucharlo hablar así. Hacía muy poco que apenas y me dirigía una mirada, ahora mi Edward claramente se sentía lo suficientemente seguro como para comenzar a expresarse en palabras. Para unos sería un logro tonto dada su edad, para mí era uno abismal ya que sabía cuál había sido nuestro punto de partida. Además, tenía un hermoso tono de voz. Un poco ronco y masculino.

—Solo voy abajo para hacernos un chocolate caliente o ¿no quieres? —le sonreí con ternura para tranquilizarlo.

Él asintió. Luego con movimientos medio torpes que me recordaban a un ternerito, se puso de pie. Puede que no estuviésemos durmiendo, pero sí que teníamos un largo tiempo acostados en una misma posición. Sonreí con ternura al verlo.

—Ahhh. ¿Vienes conmigo, eh? —me reí por lo bajo. —No me voy a escapar, ángel. Te lo juro.

Aún así lo esperé en el marco de la puerta, extendí mi mano y estreché la suya para dirigirnos a la planta baja. Atravesamos el pasillo del salón de estar y el comedor, pasando por un lado de un gabinete de madera de color negro; del cual desconocía su contenido; y que tenía encima un sencillo envase de cristal con unas ramas secas pintadas en plateadas tan típicas de la decoración minimalista, unos portarretratos de plata...De pronto un golpe.Me volví en seguida.

Al parecer Edward había rozado una de las fotos y está ahora estaba boca abajo en el frío suelo de mármol. Gracias al cielo no había partido el vidrio.

Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora