Capítulo XXVIII "De revelaciones, disculpas y comienzos"

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Emmett POV:

Tenía asumido que Edward podía sorprenderme con sus reacciones frente a ciertas situaciones. Eso era innegable. Pero decirte eso constantemente a ti mismo, es muy distinto a enfrentarlo. Como por ejemplo: esta noche. Había dado por sentado que con sus escasas habilidades sociales y con la persistente resistencia a todo lo que lo sacara de su bien organizada rutina, esta cena parecía estar abocada al fracaso.

Sin embargo resultó todo lo contrario. Puede que al principio no se le hiciera fácil recibir saludos con demostraciones físicas de afecto (besos, estrechones de manos, etc). Pero a pesar de ello, Edward me asombró al desenvolverse en las conversaciones con una ligereza impresionante. Supongo que eso decía más sobre el tipo de persona que era yo en vez del que era mi hermano. No hablaba ni opinaba si alguien no se dirigía a él directamente, pero cuando respondía a los comentarios, siempre lo hacía con educación y hasta con mucha certeza sobre diferentes tópicos. Sus favoritos eran cualquiera sobre música o animales. Eso capturaba su completa atención.

Como por ejemplo el juez McCannan. Encabezaba el tribunal principal de Tacoma, pero reconoció para todos los comensales de nuestra mesa, ocho en total, que su carrera de ensueño frustrada había sido la medicina veterinaria.

—Y por qué no la estudió? —preguntó Edward realmente interesado. Tanto mamá como papá y yo, dejamos de ser relevantes para él en cuanto el viejo juez comenzó a hablar sobre su rancho a las afueras de la ciudad de Atlanta. Incluso la pobre esposa, aceptó con mucha paciencia el hecho de que su marido y mi hermano acaparasen toda la atención en la mesa hablando sobre cabezas de ganado, caballerizas, perros de pastoreo y gatos merodeadores.

El hombre de gran estatura, cabeza medio calva y rasgos toscos muy propias de su ascendencia escocesa, se echó hacia atrás en la silla y respondió con una sonrisa medio amarga:

—A veces pensamos primero con el bolsillo que con la vocación, Edward. Mi madre siempre me impulsó a hacer lo que sentía que era correcto pero mi padre; quien manejó tierras desde que vivía con mi abuelo en Escocia; cada vez que recibía una cuenta por pagar me decía que escogiese una carrera que asegurara la tranquilidad de la familia. Odiaba las injusticias y heme aquí: luchando contra los malos con un mazo, y deseando poder pasar más tiempo entre pastizales y caballos. —cogió un bocado más de la mousse de frutos rojos que habían ofrecido como postre mientras esperaba más de ese interrogatorio de Ed.

—Yo de joven quería ser mecánico. —intervino el fiscal de distrito de Washington: Henry Roswell. Supuse que ya se había cansado de ser ignorado por el principal orador (autodesignado) de la mesa, Edward Cullen— Pero me vi en la obligación de seguir el legado de juzgados y fiscalías de los Roswell. A la larga fue lo mejor, porque aún no soy capaz de recordar apagar las luces del auto en el día. Se me ha descargado la batería en unas cuantas ocasiones. —su, muy llena de bótox, esposa hizo amago de una sonrisa cuando todos nos reímos por su comentario. Ed en cambio, lo miró con el ceño fruncido.

—Tiene razón. Hubiese sido un mecánico terrible. —el comentario nos hizo soltar unas carcajadas bastantes sonoras en una cena, donde lo que más se escuchaba era el sonido de los cubiertos contra la vajilla y las conversaciones monótonas. Unos se reían porque creían que Edward había hecho una broma, otros nos reíamos porque sabíamos que lo había dicho muy en serio. Él no se rió en absoluto y no entendió en primer lugar porqué lo hacíamos.

Entonces la señora McCannan tomó la batuta durante un par de minutos, alegando que podías sacar el hombre del campo pero no el campo del hombre. Y en como el importante juez que tenía por marido dejaba en un tercer plano las tribulaciones que pudiese tener cuando ponía un pie en su rancho. Se deshizo en halagadores comentarios en como había hecho crecer el lugar aun cuando no tenía todo el tiempo que quería para pasarlo en dicho lugar. A leguas se notaba el afecto que se tenían nada más con ver las miradas que se daban entre sí. Luego le hizo una pregunta a mi hermano que no había escuchado que nadie le hubiese hecho hasta ahora:

Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora