Capítulo II "Esfuerzos"

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-Edward. -lo llamé. -Sé que me puedes escuchar.

El joven miraba a la lluvia matutina que resbalaba en la ventana panorámica de su cuarto. Yo estaba a su costado derecho.

-Edward. -subí el tono de mi voz para llamar su atención pero sin llegar a gritarle, porque en mi modesta experiencia la violencia no funciona en absoluto cuando se trata con autistas. -Mírame a los ojos.

Gimió algo lastimero sin voltear. Entendí eso como que me había escuchado. Apunté ese detalle en mi cuaderno de control del ABA (Applied Behavior Analysis). Luego volví a insistir.

-Mírame a los ojos, corazón.

Su cabeza giró para permitir que sus orbes azules grisáceos se posaran sobre mí con un conjunto de emociones que no supe descifrar como profesional.

-¡Excelente, Edward! Muy bien -le felicité y le acaricié el brazo. -¡Eres un chico grandioso!.

Ese destello alegre y angelical tan propio de él y aún así escaso, brilló en sus ojos.

-Sí, lo eres. Ya verás que poco a poco sacaremos a la superficie ese entusiasmo. Te lo prometo.

Le hice diferentes test para constatar su verdadero estado; y me di cuenta de que si él no había avanzado más, era por culpa de una atención precaria de parte de quién lo había asistido anteriormente. No había necesidad de ser psiquiatra para darse cuenta que Edward parecía ser un autista de alto rendimiento con una precaria estimulación correcta. Con mucha dedicación y tiempo; algo que yo estaba dispuesta a brindarle; podría llevarle a ese punto.

Respondió satisfactoriamente a casi todos los estímulos. A los visuales y los auditivos; menos a los sensoriales. Detalle anotado entre mis prioridades.

*.*.*.*.*

El día fue pasando y con él mis labores diarias fueron cumpliéndose. En la noche lo dejé en su cama. Lo había bañado y él cenó de un aparente buen humor.

-Buenas noches, ángel. -rocé su frente y su mejilla con mi mano. Era doloroso verlo en ese estado: inverosímil, precioso y vulnerable. Inocente e indefenso. -Descansa. Nos vemos mañana temprano.

Sus ojos se llenaron repentinamente de pena y su pecho se agitó con fuerza. Aunque no movió ningún otro músculo. El sonido de su agónica respiración errática me desbarató.

-¿Acaso...no quieres que me vaya? -un maremágnum de sentimientos conmovedores me retorcieron con fuerza. -No lo estés, Edward. No te dejaré.

No me explicaba su reacción puesto que ya nos habíamos despedido antes de esa misma manera. Gemía con fuerza como si luchara con todas sus fuerzas para decirme algo, pero una fuerza mayor a la de él no se lo permitía.

-Shhhh. -lo traté de tranquilizar acariciándole el cabello. Pero yo misma estaba consternada. -Estoy aquí contigo. No voy a dejarte solo, corazón. Tienes que creerme. -lo vi a la cara y lo obligué a mirarme encerrando su rostro entre mis manos. -Edward, no te dejaré. Te lo juro. -esperé hasta que su respiración se ralentizó y me separé de él un momento.

Me dirigí a su equipo de sonido y coloqué un Cd de música clásica. En concreto se trataba de una pieza llamada "River flows in you". Esta era interpretada netamente en piano. Luego me senté al lado de Edward de nuevo y le sonreí. La inquietud aún seguía en su mirada.

-Cierra los ojos, corazón. Necesitas descansar. No me iré hasta que estés dormido. -un suave quejido resonó en su pecho. -No debes alterarte solo porque yo me vaya; no te hace bien. Debes de creerme cuando te digo que voy a volver. ¿Acaso no lo hice hoy? ¿No confías en mí?

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