Capítulo XII "Ya eres mía"

368 23 11
                                    


La frustración por el tema del autismo estaba casi totalmente superado por parte de Edward. Bueno, tenía que admitir que le costaba un poco hablar de ello cuando salía a colación, pero en la mayoría de los casos, él se lo tomaba —según mi opinión personal— de maravilla. No se mostraba retraído cuando se tocaba el punto, Edward simplemente tomaba la situación con toda la madurez del mundo.

Lo que alguna vez fue un mal recuerdo del fanfarrón Félix Vulturi, ahora era historia antigua y bien enterrada. Esa situación nunca más volvió a embargarnos. El desgraciado había obtenido justo lo que merecía y me había infundido una mayor convicción para no permitir que alguien así se le acercara a mi ángel con claras intenciones de hacerle daño.

Y mientras todo eso ocurría, me gustaba pensar que estábamos tiñendo nuestras vidas con una rutina que nos estaba funcionando bastante bien por el momento. Como justo aquella mañana, en la que me encontraba en mi habitación reorganizando todas mis cosas pero con la compañía de un investigador personal llamado Edward Cullen.

—¿Qué es esto? —preguntó Edward levantando un rizador de pestañas que había dentro de un cajón abierto de mi peinadora.

Estaba arreglando las cosas que me había llevado a la casa de los Cullen, para hacerles campo a las pocas que traería desde mi casa en el poblado de Forks; puesto que Alice quería mudarse esa misma semana. Así que allí estaba un ya habitual curioso Edward "ayudándome" a ordenar. Aunque lo más acertado sería decir que estaba conociendo los artículos de uso femenino.

—Es un rizador de pestañas, ángel —me detuve en mi labor de organizar la ropa en el gran closet negro que estaba en la habitación y que hacía juego con todo el resto del mobiliario. Fui hasta él y le enseñé con mi propio ojo cómo funcionaba y para mí oscura diversión, lo dejé horrorizado. ¿He admitido que en ocasiones no soy una buena persona? Pues esta era una de ellas.

—¡Eso es espantoso! —replicó escandalizado. De hecho se negó rotundamente a volver a tocarlo—. Parece como si te fueses a cortar un párpado. ¡No me gusta!

Me reí y lo coloqué en el cajón en donde estaba acompañando al resto de mis productos de maquillaje.

Edward avanzaba a pasos agigantados conforme pasaba el tiempo. Analizaba todo y ofrecía respuestas a preguntas complicadas que podrían dejar boquiabierto a quien no supiera sobre su autismo. No había podido hablar con sus padres como esperaba poder hacer hacerlo, aún esperaba el momento idóneo para averiguar sobre hasta dónde había llegado la educación de Edward y el porqué de que no tuviese al menos tutorías hasta ahora.

Por el momento me bastó con sorprenderme gratamente cuando lo vi interactuar con la computadora. Se movía como pez en el agua cuando se trataba de buscar algún tema de su interés en la web.

Estaba casi convencida de que si introducías en google Edward Cullen te aparecería la frase "Por favor, danos un respiro." ya que una vez que hizo contacto con el dichoso aparato, no hubo quien lo separara de sus lecturas.

¿Palabras desconocidas? Las buscaba ahí.

¿Funcionamiento de ciertas cosas? Lo googleaba.

¿Aprendizaje acerca de cocina para ayudar a Alice? Miraba los tutoriales en youtube.

Y por supuesto que cuando hablábamos de música no había quien pudiese despegarlo de allí en menos de dos horas. Luego de esto, le llevaba una lista de melodías a una muy complaciente Rosalie que le enseñaba a interpretarlas en el piano. Y eso era algo que valía totalmente la pena escuchar.

Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora