Capítulo VIII "AL DESCUBIERTO"

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<<¿Entonces, así era que se sentían los que estaban frente a un jurado esperando su ejecución?>>.

¿Me encontraba terrada? ¡No! En realidad estaba muertísima de miedo ante un Emmett y un Carlisle que me lanzaban miradas inquisidoras. Nos habíamos trasladado al estudio de la casa para tener mayor privacidad sobre lo que íbamos a hablar. Mejor dicho, lo que yo iba a confesar.

Mi corazón no parecía responder bien, y ni se diga de mis pulmones. Porque definitivamente algo malo debía de estar ocurriendo con ellos cuando me sentía ahogada pese a estar tomando todo el aire necesario para armarme de valor. Y como si fuese poco, mis nervios me delataban al no poder parar de retorcer los dedos de las manos al mismo tiempo que trataba de encontrar las palabras adecuadas para hacerles comprender lo que sentía.

—Señorita Swan, estoy muy interesado en saber lo que tiene por contarnos, pero me gustaría que no nos tomara el día entero. —dijo el señor Cullen con cierto sarcasmo en la voz mientras se acomodaba en su silla ejecutiva. Indicó con un gesto de la mano para que prosiguiera. Realmente este hombre me tentaba a sacar mi lado más descortés en cuestión de segundos. Sin embargo, y dadas las condiciones, hice un esfuerzo hercúleo en no demostrarle lo mucho que me desagradaba justo en allí.

Me giré para ver a Edward que estaba sentado a mí lago y jugaba con unos bolígrafos y plumas que su padre tenía encajados en una hermosa base de ónix con apliques de lo que parecía ser oro. Su inocencia lo hacía ajeno a la situación que se desarrollaba a su alrededor; aunque prestando la suficiente atención; podía notar que sus juegos no parecían del todo relajados. Con sus manos movía repetitivamente, casi de manera errática; los artículos contra la mesa. Quizás Edward parecía comprender mucho mejor la situación de lo que cualquiera que estuviese en la sala pensara.

—Si no sabe por dónde empezar, podría decir simplemente el tipo de afecto que dice tener por mi hijo. Ese sería un buen punto de partida. —replicó Carlisle impertérrito.

Me armé de valor y encaré la situación lo mejor que pude. Que paspara lo que tuviese que pasar de aquí en adelante.

—Señor Cullen y Emmett, —el último lo dije con cierto resentimiento sin poder evitar una mirada de reproche dirigida a él. No podía dejar de pensar que estaba en un aprieto por su culpa. —Yo...si quiero muchísimo a Edward. —este levantó la vista y desde ese momento mis palabras salieron sin ninguna precaución. Fue como una clase de declaración. Muy diferente a lo que me hubiese gustado; pero una declaración al fin. —Primero era solo mi paciente. Sin embargo, desde el mismo momento en que lo vi, no pude evitar sentir una gran empatía con él. Es una persona excepcional que poco a poco va abriéndose al mundo y me siento más que orgullosa al ser yo, quién le está trayendo de vuelta. —los ojos azul grisáceos brillaban extrañamente infundiéndome ánimos para seguir hablando. Le hice frente a los dos hombres interesados y erguí mis hombros en símbolo de mi fortaleza. —Sé que me pueden tildar de cualquier cosa negativa que se les pueda ocurrir, y no los culpo; pero les juro que mis sentimientos por Edward son totalmente honestos. Comprendo que las condiciones en las que estamos son las menos indicadas para decirle que su hijo me gusta y mucho. Pero no pienso negar eso. —Sí, definitivamente Edward me había dado más valor del que pude imaginar.

—¿Entiende usted lo negativo que podría verse esto para su profesión? ¿Comprende que podría acusarla de querer aprovecharse de la vulnerabilidad implícita del autismo de mi hijo, para quedarse con el dinero que le corresponde por derecho? — Carlisle estaba arremetiendo contra mí como si estuviésemos en un juicio, y yo estaba intentando controlarme para no decir cualquier barbaridad que pudiese agravar la ya de por sí gravísima situación. —¿Entiende, Señorita Swan, que me ha dado justo ahora una buena razón para despedirla y alejarla de él permanentemente? Porque puede decir lo que quiera, Isabella. E incluso puede que sus sentimientos sean sinceros; pero no fue para eso que se le contrató. Así que esto aquí y en cualquier lugar del mundo se conoce como conducta impropia profesional. Y eso es material punible. —me estremecí al pensar en esa demasiado posible opción.

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