Libertad prematura.

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¿Libertad? ¿Lo has sentido? ¿Esa brisa llamada libertad? Poppy contemplo a su profesor impartir la clase con naturalidad, el brillo en sus ojos era visto para la mayoría como síntoma de su buena salud. Incluso Hermione estaba feliz de tenerlo de vuelta en lugar de las lúgubres clases que daba el profesor Snape. A la castaña le era un poco indiferente, ambos profesores trataban con respeto y se preocupaban por el bienestar de los estudiantes. Cada uno a su modo.

Pero el tranquilo aire, respirar la alegría de los estudiantes, charlar sobre las criaturas tenebrosas, el posible examen de obstáculos que presentarían en los finales. Daba la sensación de estar en casa, o tal vez solo era la imaginación de Poppy.

Hacia un par de semanas que conocía el secreto de su profesor de Defensa. Y por primera vez en su vida, Goodwin experimento la sensación de libertad por ser ella misma en presencia de la única persona que tal vez la comprendía mejor que nadie. El profesor Lupin era un hombre lobo, pero a sus ojos, solo presenciaba a su mayor confidente, su mentor, su consejero, su amigo.

— ¿Cómo? — parpadeo un par de veces ante la confusión. Observo que la clase entera la miraba y se ruborizo.

— Señorita Goodwin preste atención, deje de estar en las nubes — sonrió el profesor ante el rubor de su estudiante.

— Lo lamento, no ocurrirá de nuevo.

La clase rio divertida. Pero en esa ocasión, no sintió el impulso de escapar, de huir de aquellas personas ¿A qué se debía? Poppy dudaba conocer realmente la respuesta. En una ocasión su madre le dio un consejo, uno extraño en lo particular, debes rodearte de personas importantes Poppy. No especifico que clase de personas, tan solo contaba con diez años de edad en ese momento, lo importante era su familia. Pero, al tener trece, comprendió la importancia de aquel consejo.

Su madre era egoísta en ciertos puntos, una mujer amable convertida en un monstruo ante la mayor provocación. Una criatura de elegancia, una dama que le guio en el camino de su adolescencia. Pero no estaba con ella en el castillo, no podía hablar sobre chicos con ella como solía escuchar de sus compañeras de clase, era impropio para su persona, era "una chiquilla". Incluso Riley se mostraba recio ante la mención de cualquier hombre.

Su hermano estaba mal, últimamente se aislaba, incluso Lavanda no podía acercarse. Deseaba contar con ayuda de alguien, y al ver a sus compañeros alejarse, tomo la decisión que hablar. El profesor no la juzgaba, la iba apoyar.

— ¿Señorita Goodwin? — Remus contemplo a su estudiante con la mirada perdida, y en un momento se encontró observándole con la expresión seria.

— Necesito hablar con usted profesor... — dudo un poco — ¿Puede ser en un lugar tranquilo?

— Claro, pero me temo que será hasta la hora de la cena.

— No hay problema — sonrió tranquila, tomo sus libros y mochila.

— Le veo en el puente entonces, que tenga una excelente tarde señorita Goodwin.

— Igualmente profesor.

Remus la vio alejarse con una nueva energía. Muy a su pesar, el directo de nuevo tuvo razón ante su mal juicio de alejar a esa jovencita de su vida. Un amigo era lo que necesitaba, uno que tanto extrañaba. Harry le daba el tiempo necesario para recordar el pasado que añoraba, el parecido que marcaba con James era tan grande que no podía evitar ver a su antiguo amigo en el muchacho. Pero, Harry no era James, no estaba en el pasado, sino, en el presente.

Junto a Harry, y Poppy.

Ambos jóvenes le daban la alegría que estaba perdida en su persona. Por esa razón no les ignoraba, por ello buscaba lo mejor para los dos y si bastaba con hablar, sería suficiente. Pero algo le inquietaba, Remus lograba ver el rencor en los ojos de Riley Goodwin cada vez que se acercaba a la castaña. En el colegio dejaron de esparcirse rumores de ellos, dejaron de lado la posible relación inexistente, pero para el joven Goodwin, seguía habiendo algo entre esos dos, algo que a Remus le molestaba.

Siempre su profesor. [HP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora