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Agosto 18 del 2017  

Al parecer el mejor y más perfecto lugar es un viejo camión de comidas en la esquina contraria de la casa de gobiernos que vende café de 7:00 a 10:00 de la mañana todos los días y está totalmente repleto hoy viernes.

Nos sentamos en una mesa bajo el radiante y ardiente sol mientras traían nuestro café, aunque a él parecía no molestarle en absoluto el calor que nos rodeaba, se veía indiferente a eso.

— ¿Por qué me seguías? —preguntó, otra vez se había puesto su máscara impenetrable para que nadie pudiera ver lo que realmente le pasaba y su voz había sonado más demandante, como si no le gustara estar aquí, era confuso, todo de él era confuso.

A pesar de todo, era momento de decirle toda la verdad, tal vez así él también haría lo mismo.

Suspiré rendida.

— ¿Alguna vez has sentido que toda tu vida está solucionada, cuando realmente no lo está? —pregunté, pero aún no acababa — ¿has estado un día cualquiera pensativo y te has dado cuenta que tu vida es una rutina? ¿que falta algo en ella? ¿que te la pasas creando barreras para ocultar lo solo y decepcionado que estás?

No me miraba, pero sabía que me escuchaba, su rostro había cambiado en cuanto de mis labios salió la última pregunta.

—En fin... Nada dura para siempre, todo se acaba o se va y no se debe pasar toda una vida pensando ¿qué falta o no en ella? o ¿qué hubiera pasado si me atrevía cambiar? a escribir mi historia y no dejar que se escriba sola —hice una pausa —. Hoy decidí cambiar, quise empezar contigo, quise hablarte...  —y quisiera que pudieras mirarme, quería decir —, pero no resultó de la manera que esperaba, deseaba hablar por primera vez con un chico que pareciera lindo y decente sin querer ignorarlo al segundo que abre la boca.

Aún no decía nada, había puesto sus codos sobre la mesa y unido sus manos en forma pensativa, pero sus labios no se movían y sus ojos no me miraban, parecían estar en cualquier otro lugar menos conmigo en la mesa.

Los cafés llegaron,  sin embargo, no probé el mío.

Ya no podía, él parecía no querer responder y yo no quería seguir allí, empezaba a sentir que no debí hacer esto, debí quedarme en mi casa. Dio el último sorbo de su café justo cuando me paré para irme y antes de darme la vuelta habló:

— ¿Me estabas coqueteando? —preguntó. En definitiva, no esperaba esa pregunta, ni que su rostro cambiara de un momento a otro a ser el de siempre, el rostro risueño y alegre.

— ¿Qué escuchaste? —pregunté aún consternada.

—Lo necesario para saber que decidiste cambiar tu vida con un chico guapo y decente.

La postura que había tomado ahora era nueva, nunca la había visto antes y vaya que lo veía bastante.

Risueño, alegre y arrogante cuando puede, quién lo diría, es toda una mezcla y aun así me sigue gustando.

— ¿Qué haces mañana? —no pude responder —. Olvídalo, lo sé, nos vemos mañana.

Entonces se puso de pie, admirando mi evidente confusión.

— ¿Qué? —pregunté y al parecer eso le arrancó una sonrisa de la cara.

Se acercó a mi a paso lento, pero seguro hasta quedar tan cerca que cualquier empujón haría que nuestros rostros se chocaran, yo no podía hacer nada, estaba paralizada por su cercanía y el increíble olor de su perfume, y cuando menos lo esperé acercó sus labios a mi oído y susurró:

—Nos vemos mañana —su voz tan baja como seductora y un toque amenazante fue la causante de erizar mi piel a tal grado que no podría disimularlo.

Y la última mirada que me lanzó antes de irse fue la causante de que sí decidiera verlo mañana, no solo quería verme, también quería contarme algo y yo iba a escucharlo.

* * *
Pues, las personalidades parecen cambiar un poco, pero todo tendrá sentido al final.

Disculpen las fallas ortográficas.
Gracias por leer.

Feliz martes. ❤️

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